Altamirano, al contraluz de la historia

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CARLOS ALTAMIRANO ORREGO - PARTIDO SOCIALISTA - ESTADIO CHILE - HISTORIA - 1973 - IZQUIERDA

Gabriel Salazar -autor de Conversaciones con Carlos Altamirano (2010)-, Cristián Pérez, Sofía Correa y Joaquín Fermandois abren el debate histórico sobre una de las figuras de la Unidad Popular que ha sido más enjuiciada en vida.


Su figura ha sido criticada, defendida, demonizada y sacralizada desde 1973, casi la mitad de los 96 años que vivió. Sobre todo, a partir de su frase sobre el "Vietnam heroico" con que coronó uno de los cinco párrafos finales de ese discurso (acá, página 189) que pronunció el domingo 9 de septiembre de 1973 en el Estadio Chile (hoy Víctor Jara), como secretario general del Partido Socialista. Desde que comenzó diciendo "se está viviendo una hora dura y amarga para el proceso revolucionario chileno…" -acompañado por Miguel Enríquez, secretario general del MIR, y Oscar Guillermo Garretón del MAPU- Carlos Altamirano Orrego no pudo sacarse ese momento nunca más de encima.

Como han reconocido distintos historiadores, improvisó ante el micrófono. A eso se sumó el ambiente en el Estadio: cinco días antes la FACh había allanado las empresas Mademsa, Madeco, Rittig el mismo día del aniversario de la elección de Salvador Allende. Pero el discurso alcanzó su momento más álgido y sorpresivo cuando Altamirano reconoció haberse reunido con marinos y leyó una carta firmada por "marineros mártires" del cuartel Silva-Palma de Valparaíso. Éstos denunciaban haber sido torturados por haber descubierto preparativos para el Golpe, y negaban haberse conjurado con el dirigente PS para bombardear Valparaíso.

Fue ahí cuando desgranó aquella frase: "Chile se transformará en un nuevo Vietnam heroico si la sedición pretende enseñorearse de nuestro país. La fuerza del pueblo, compañeros, hay que utilizarla como se utilizó en el paro de octubre: el paro empresarial, el paro de los capitalistas, fue aplastado por la clase obrera. A nuestro juicio, compañeros, el golpe reaccionario se ataja golpeando al golpe. No se ataja conciliando con los sediciosos".

 La Tercera PM le pidió a cuatro connotados historiadores que compartieran su visión sobre el paso de Altamirano: Gabriel Salazar -autor de Conversaciones con Carlos Altamirano (2010)-, Cristián Pérez, Sofía Correa y Joaquín Fermandois. Estas fueron sus reflexiones.

Salazar: "El estigma del discurso no se lo podía sacar de encima"

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Entre el 20 de octubre de 2006 y el 7 de abril de 2010, Carlos Altamirano y el historiador Gabriel Salazar se reunieron una vez por semana –salvo excepciones- a conversar sobre la vida del socialista, sus anécdotas, pero en definitiva sobre cómo fue cambiando su pensamiento político. Esas sesiones están retratadas en el libro Conversaciones con Carlos Altamirano (2010) que Salazar publicó en 2010.

"El caso de Altamirano es el caso de una persona de la que se creó una imagen pública de él, una especie de estereotipo público, que no correspondía, en rigor, a lo que él era como persona, como mente política", comenta Salazar. "Lo que pude darme cuenta, luego de conversar con él cerca de tres años seguidos, de que era una persona extraordinariamente sensible, muy culto, muy lector, con una mente muy fina, que evidentemente estaba por encima del promedio de la capacidad intelectual de la mayoría de nuestros políticos más conocidos".

El discurso del 9 de septiembre ocupó varias de las horas de las conversaciones entre Altamirano y Salazar. Por eso, el historiador indica una de las razones claves por la cual el histórico dirigente socialista decidió no volver a la vida política cuando volvió a Chile tras el exilio.

"Altamirano no volvió a la vida política por este estereotipo de que era el gran causante del golpe de Estado del 73'. Ese estereotipo le quedó hasta el día de hoy. La mayoría de los periódicos siguen hablando de él de que era un hombre controvertido marcado evidentemente por ese discurso del 9 de septiembre", dice Salazar.

"Ese discurso está plenamente justificado, el Golpe ya estaba planificado, y lo que hizo Altamirano fue anunciarlo. Ese estigma del discurso le quedó permanentemente. En una entrevista que dio en el exilio él corroboró ese estigma. A mí me contó que no se lo podía sacar de encima, que se había acostumbrado a convivir con él y no intentó sacar a la luz pública su pensamiento, porque además ya tenía mucha edad, cuando comenzó a sentir que tenía que criticar el modelo neoliberal de su propio partido", agrega.

En las largas sesiones de conversación, Salazar también pudo abordar el tema de su pasado familiar y su ruptura con su lado "burgués" del cual, según dice el historiador, sentía asco. Eso, al igual que el estigma del discurso, lo persiguió por siempre.

"Su viraje hacia la izquierda surgió luego de ver cómo sus parientes, en específico el abuelo materno, trataban al inquilinaje. Eso lo asqueó profundamente y comenzó a escuchar a Clodomiro Almeyda en la universidad y se acercó al marxismo", comenta Salazar.

"Ese trato a los trabajadores, y la negociación de los votos de esos trabajadores con la clase política de derecha, lo hicieron tener una convicción política muy profunda, eso le generó la animadversión de la red familiar. Su familia está relacionada con otras familias que no comparten el apellido, por ejemplo los Hunneus. Él me contó que los Hunneus hicieron una vez una reunión con todas las ramas de la familia, a él lo invitaron, fue, y le pidieron un discurso. Cuando se aprestaba a hablar recibió una pifia tan grande que no pudo hablar y tuvo que retirarse. Hubo una ruptura personal y de clase con parte de su familia", recuerda Salazar.

Pérez: "No fue el extremista que se dice que fue"

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Para Cristián Pérez, historiador de la Facultad de Periodismo de la Universidad Diego Portales, Altamirano es la figura clave del socialismo chileno. Dice que su vida política se podría ejemplificar como un círculo: "partió muy ortodoxo, se renovó y luego volvió a sus posiciones tradicionales".

"Se le va a recordar como una figura contradictoria, una figura de algún modo ambigua y cambiante. Su rol durante el gobierno de Salvador Allende tiene matices respecto a lo que se ha dicho. Altamirano, durante la Unidad Popular, no fue el extremista que se dice que fue", comenta Pérez.

"Dentro del partido, y de la Comisión Política, él no era el de los más extremos, de los que quería la política del avanzar sin transar, de hacer irreversible el proceso. Altamirano, más bien, era un negociador entre las dos alas en las que estaba dividido el partido en ese instante: los que seguían y defendían la política del gobierno de Allende dentro del PS, con el otro extremo que pensaban la posición del partido. Entre estos dos grupos, Altamirano mediaba", agrega.

Sobre el discurso, Pérez es categórico en decir que fue el error político más grande de su carrera. "Durante todo el gobierno de la Unidad Popular fue un conciliador, el problema está en que él cometió un error que se podría decir que fue un error de principiante que es el discurso del Estadio Chile del 9 de septiembre del 73'. Es un discurso que él improvisa en un ambiente de efervescencia y de consignas muy duras, y él se va entusiasmando a medida que daba el discurso y ahí reconoce que se ha juntado con los marinos y eso es realmente grave".

Pero también, como él mismo dice, el golpe ya estaba planeado. Ese discurso fue su gran error político en una vida que fue muy intensa", comenta Pérez. Sobre la ruptura con su pasado "burgués", comenta que eso y su intelectualidad le trajeron problemas para relacionarse con la clase obrera.

"Hay que tener en cuenta su origen de clase, él venía de una familia burguesa. Y puede ser que por eso, a él le costaba entenderse con la gente de la acción obrera. Le era difícil porque su bagaje intelectual era muy superior, leía mucho, sabía muy bien lo que pasaba en el mundo. Era un revolucionario pero que tenía ese problema de relación, no le era natural como sí era para Salvador Allende", comenta Pérez.

Correa: "Su racionalidad no pareciera templar su accionar"

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"No pasan muchas horas y se nos pide a los historiadores emitir el juicio histórico sobre su persona, como si la muerte abriera el entendimiento de una manera enteramente novedosa. Sobre él se ha escrito mucho, y la controversia sobre su figura continuará prevaleciendo", abre la académica de la Universidad de Chile. Correa advierte que antes de entrar en el lugar que ocupa en la historia política del siglo pasado hay que "situarse ante la consideración sobre el papel que los individuos juegan en la historia".

Por eso, hace ver que el ex líder socialista "era un materialista histórico, y por tanto él mismo le restaría importancia a su persona ante la determinación del acontecer. A mí, en cambio, me parece que las personas construyen el mundo que les toca vivir, y algunas de ellas, lo moldean y transforman decisivamente".

"¿Podremos decir entonces que Carlos Altamirano fue quien precipitó el Golpe de Estado y luego fue él quien condujo al Partido Socialista a una alianza centrista con sus viejos enemigos democratacristianos?", se pregunta, ante la disyuntiva que marca su figura, haciendo notar que se le ha "convertido en el único responsable del desencadenamiento del Golpe, como parte de un intento de liberar de culpas a todos quienes fueron cerrando la puerta de una vuelta al entendimiento y la moderación, al esquivo acuerdo entre los contrarios".

Correa piensa que "Carlos Altamirano tuvo una actuación decisiva en la conducción del Partido Socialista y como tal fue responsable junto con toda una generación de actores políticos en llevar al país al precipicio revolucionario, y con ello desatar la violencia política que llega a su desenfreno en la represión de la dictadura". Recalca que "la responsabilidad les cabe a muchos", y que "su actuación como dirigente político debe ser situada en un contexto tanto más amplio".

En ese punto, la historiadora recalca que "Carlos Altamirano Orrego fue una figura de profundos contrastes. Por de pronto, entre su origen aristocrático y su opción por un proletariado revolucionario. Fue un hombre de acción y a la vez reflexivo y racional, aunque su racionalidad no pareciera templar su accionar". También observa que "fue un político duro, y en lo personal un hombre de gran simpatía y encanto" y que "para comprenderlo mejor, será necesario situarlo en el contexto de una generación política que queda marcada por el acontecer de la década de 1930".

Fermandois: "Quienes lo odiaban hoy lo lloran, por esto de que no hay muerto malo"

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"Los juicios históricos se podrían hacer en cincuenta años más; cambian los juicios. Pero no necesariamente mejoran, esto no es como el vino. Los juicios son cambiantes, claro; el viejo tema de la objetividad en la historia es una meta difícil", hace ver Joaquín Fermandois, académico de la Universidad San Sebastián. "Las opiniones van cambiando según la visión. Muchos que lo odiaban hoy lo lloran, por esto del buenismo, de que no hay muerto malo", insiste.

Él ve que hubo, dos, tres versiones de Altamirano. Una, la que del famoso discurso, su perfil radical que no coincidía con el de Salvador Allende. Pero que no fue el detonante del golpe, como algunos han querido simplificar.

"El discurso solo precipita las cosas, alimenta la hoguera. No fue eso. Le dio una vuelta más a la tuerca, pero el asunto ya estaba lanzado. Después del Tancazo, solo quedaba un llamado a plebiscito, que pongo muy en duda. Es un cuento que se ha inventado después. Es posible que se hablara, pero la solución habría sido una rendición de la Unidad Popular, o dejar la suerte de Chile al azar. Habría sido válido el plebiscito en junio", reflexiona.

Cree que su opción por un "el socialismo chileno se identificara con una fórmula radical marxista" fue "su única diferencia con Allende".

El segundo Altamirano, dice, "es el que después encabeza la renovación socialista, es cierto".  Y hay un "último Altamirano, el que aparece en el libro de Gabriel Salazar, donde vuelve a una posición más radical, aunque reconociendo que los sistemas socialistas fracasaron. Y culpa a Allende de no haberse preparado para el Golpe".

"Es complicado juzgar a una personalidad, un biógrafo tiene que entender al personaje", admite Fermandois. Ve una "contradicción tremenda entre el primer y el segundo Altamirano. Hay un cambio en él, y está este tercer cambio -en el libro con Gabriel Salazar- en que vuelve a un horizonte más radical. Y donde reconoce que los sistemas marxistas han fracasado".

¿Cómo se le recordará, aunque él dijo que no quería que lo recordaran? "El futuro sobre su visión es como el tema de Pinochet. Si hay crisis un día en Chile, va a aparecer algo así como una extrema izquierda. Si en 30 ó 40 años más hay una crisis grande en Chile, se va a reevaluar a Pinochet y Altamirano. Reevaluar ese tipo de discurso, de actitud; no a la persona, a lo mejor", cierra el historiador.

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