Ashli Babbitt, la partidaria de Trump y QAnon que murió durante el asalto al Capitolio
La veterana de 35 años dejó el Ejército tras 14 años en la Fuerza Aérea. Como civil, valoraba el poder expresar libremente sus opiniones políticas, que hacía públicas a través de sus redes sociales.
“Ustedes se niegan, se niegan a elegir a Estados Unidos por encima de su estúpido partido político. Pueden considerarse avisados. Yo y el pueblo estadounidense. Estoy tan cansada de eso, pero me desperté”. Este fue uno de los mensajes publicados a través de Twitter por la ahora fallecida veterana de la Fuerza Aérea, Ashli Babbitt, que murió tras recibir un disparo en la cabeza por parte de la policía del Capitolio mientras intentaba trepar por una barrera de muebles apilados para ingresar a una de las sesiones del Congreso.
La mujer de 35 años, residente de San Diego, California, se había estado preparando para este día, tal como mostró en redes sociales las semanas previas. Vestida con botas para la nieve, jeans y una bandera de Trump amarrada en el cuello como una capa, Babbitt iba al frente de la multitud que se tomó el edificio mientras se votaba la certificación de la victoria del presidente electo Joe Biden.
“¡Vamos! ¡Vamos!”, gritaba la mujer, mientras dos hombres la levantaban hasta el borde de una ventana rota. Sin embargo, al asomar la cabeza a través del marco, un oficial de la policía del Capitolio vestido de civil disparó hacia su cabeza y Babbitt cayó entre la multitud, sangrando por la boca.
Después de 14 años en la Fuerza Aérea y dos guerras, Babbitt dejó la institución para trasladarse cerca del suburbio de clase trabajadora de San Diego donde se crió. Sin embargo, como suele pasar, la vida después del Ejército no fue fácil. Tras trabajar brevemente en el departamento de seguridad de una planta de energía nuclear, la veterana se decidió por formar una empresa de suministro de piscinas, que luchaba por mantener a flote.
Aunque fue una época difícil, tenía sus ventajas. Como civil, recuperó la libertad para expresar sus opiniones políticas, que era lo que le apasionaba. Sus redes sociales eran el lugar donde lo hacía, con mensajes de admiración hacia Trump, sobre la teoría conspirativa QAnon, críticas a la inmigración, las drogas y los líderes demócratas de California.
“Mi hermana tenía 35 años y pasó 14 en el Ejército, para mí esa es la mayor parte de tu vida adulta consciente. Si sientes que entregaste la mayor parte de tu vida a tu país y no te escuchan, es algo difícil de asimilar. Por eso estaba molesta”, dijo su hermano Roger Witthoeft a The New York Times.
Babbitt, la mayor de cuatro hermanos, se crió en un hogar mayoritariamente apolítico. Su padre trabajaba en una empresa de instalación de pisos y su madre en un programa escolar. Tras graduarse de la escuela secundaria, Babbitt ingresó a la Fuerza Aérea.
Durante su servicio activo, entre 2004-2008, conoció a su primer esposo, Timothy McEntee, con el que se casó en la misma época. Se alistó en las fuerzas de seguridad, donde una de sus funciones era vigilar las entradas de las bases, y fue enviada a Afganistán e Irak.
Posteriormente sirvió en las Reservas de la Fuerza Aérea y la Guardia Nacional Aérea. En esta última, fue asignada a una unidad cerca de Washington conocida como los “Guardianes de la capital”, porque una de sus misiones es defender la ciudad. Estas fuerzas se entrenan regularmente con escudos y garrotes antidisturbios para lo que la Fuerza Aérea define como “misiones de disturbios civiles”.
Luego, fue enviada dos veces más a los Emiratos Árabes Unidos en 2012 y 2014. En 2016, varios años antes de poder recibir una pensión y otros beneficios, Babbitt abandonó el Ejército con un rango relativamente bajo.
En ese entonces, ya había conseguido un trabajo en la planta nuclear de Calver Cliffs, en Maryland, donde conoció a su actual marido, Aaron Babbitt. En 2018, tras haber renunciado y vuelto a su California natal, la veterana solicitó el divorcio de McEntee.
El proceso no estuvo exento de polémicas. En 2016, la exnovia de Aaron Babbitt pidió una orden de protección, argumentando que la exmilitar la había perseguido en una carretera y había chocado tres veces la parte trasera de su auto, gritándole y amenazándola verbalmente. El tribunal se la concedió, y al año siguiente, tras solicitar una nueva, también la obtuvo.
Poco después, Babbitt se trasladó a California, donde ayudó a comprar Fowlers Pool Service and Supply junto a su familia. Sin embargo, los negocios no eran lo suyo. Tras pedir millonarios préstamos a corto plazo, dejó de pagarlos y fue demandada por la entidad financiera.
En la puerta de la empresa, un cartel dice que es una “zona autónoma libre de mascarillas, mejor conocida como Estados Unidos”, donde “nos damos la mano como hombres, chocamos los puños como amigos”.
Sus cuentas en las redes sociales sugerían que no solo apoyaba a Trump, sino también la teoría de conspiración QAnon, que asegura que las elecciones presidenciales de 2020 fueron robadas por un conjunto de personas de élite que adora a Satanás, y que le correspondía a la gente común volver a instalar a Trump en el cargo.
De hecho, en los últimos días había retuiteado una publicación que prometía un levantamiento violento, que terminaría en una segunda toma de posesión del mandatario republicano.
Según su hermano, le apasionaba tanto la causa de Trump que estaba dispuesta a morir por eso, creyendo que estaba defendiendo al pueblo estadounidense. “Nada nos detendrá. Pueden intentarlo, pero la tormenta está aquí y está descendiendo sobre DC en menos de 24 horas… ¡De la oscuridad a la luz!”, escribió Babbitt en Twitter el día antes de morir.
La veterana no fue la única que murió a causa del ataque. Los otros fallecidos fueron identificados como Benjamin Phillips, residente de Pennsylvania de 50 años, Kevin Greeson, residente de Alabama de 55 años, Rosanne Boyland, residente de Georgia de 34 años, y el agente de policía Brian D. Sicknick.
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