Aylwin y Pinochet: las obsesiones políticas de Armando Uribe
Airado y controvertido, figura intelectual indispensable del fin de siglo chileno, el poeta de "Odio lo que odio" era un autor incómodo para la derecha y la antigua Concertación: fue un severo crítico del exPresidente DC y un detractor histórico del exgeneral. Uribe, quien murió anoche a los 86 años, tenía un archivo dedicado al 11 de septiembre y sus secuelas y, según él mismo dijo, se había convertido en un "pinochetólogo".
Cuando Sergio Bitar marcó el teléfono de su departamento, frente al Parque Forestal, Armando Uribe estaba en pijama. Era la mañana del lunes 30 de agosto de 2004 y Bitar, ministro de Educación, le comunicaba que acababa de recibir el Premio Nacional de Literatura. ¿Qué estaba haciendo en ese momento?, le preguntó un reportero al premiado, media hora más tarde, en el gabinete del Ministerio. "Estaba leyendo un libro que trata sobre el fin del mundo, escrito por un científico muy importante", respondió el poeta, vestido con su habitual atuendo de traje, corbata y peinado a la gomina. "En eso estaba cuando recibí la noticia. Me tomó de forma apocalíptica", agregó
Poeta y figura intelectual ineludible del Chile de fin de siglo, Uribe diría luego que era escéptico ante la posibilidad de recibir el premio: "No creía que me lo fueran a dar porque evidentemente yo no soy, no puedo ser una persona grata para la Concertación y menos para la derecha".
Miembro de la generación del 50, donde destacó junto a Enrique Lihn, Miguel Arteche y Jorge Teillier, el poeta fallecido anoche, a los 86 años, cultivó la imagen de un animal terrible. Roque Esteban Scarpa, su profesor y director de la academia literaria El Joven Laurel del Colegio Saint George, lo bautizó "la bestia apocalíptica".
Dueño de un carácter y un don natural para la controversia, el poeta vivía en una permanente indignación moral, y dos personajes encendían su rabia de manera obsesiva: el exgeneral Pinochet y el exPresidente Patricio Aylwin. Sobre el primero escribió intensa y extensamente y al segundo le dedicó una polémica carta abierta.
Nacido en 1933, formado en la escuela de Derecho de la Universidad de Chile, donde fue alumno de Aylwin, Uribe ejerció tareas diplomáticas en Naciones Unidas y en Estados Unidos a fines de los 60 e inicios de los 70. El golpe de Estado lo sorprendió en China, como embajador de Salvador Allende. Exiliado en Italia y en Francia, prometió no volver a publicar poesía mientras Pinochet se mantuviera en el poder.
Cumplió su palabra. Pero durante su exilio no renunció a la escritura ni al ejercicio intelectual: instalado como profesor en la Universidad de La Sorbona, se estrenó como ensayista de connotaciones políticas con El libro negro de la intervención norteamericana en Chile y Esos caballeros de Chile.
Desde 1973 atesoró un álbum de recortes de prensa, fotografías y libros en torno al 11 de septiembre y sus secuelas. Tras la detención del ex general en Londres en 1998, Uribe escribió El accidente Pinochet. "He sido durante 26 años y 10 meses un permanente pinochetólogo", diría el año 2000, invitado a un congreso de sicoanálisis en La Sorbona.
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El accidente Pinochet.[/caption]
En ese seminario, el poeta presentó una conferencia titulada El fantasma Pinochet, editada por Galaxia Gutenberg en 2005: "No conozco ningún chileno que no haya tenido sueños y pesadillas en que aparece su figura; o que no haya tenido la fantasía de sentirlo sentado sobre su cabeza", afirmó en una conferencia que cruzaba a Freud con Ercilla y a Montesquieu con Mario Góngora. Uribe traza en ella una suerte de historia de la brutalidad en Chile e identifica a Pinochet con la violencia, "la violencia que quiere ser legítima. La violencia que busca legitimarse".
Desde luego, en su poesía también dejó rastro de ese fantasma: "La dictadura no fue un error, tiene apellidos,/ como colas de rata o lagartija,/ y su elenco de honor para asesinos/ los regocija todavía, y dura/ indefinidamente; no fue un malentendido/ sino la voluntad de pasar una lija/ de hierro por encima de los niños", escribió en Las críticas de Chile.
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Las críticas de Chile.[/caption]
Los mediocres
Con el retorno de la democracia, Uribe retorna a la publicación de poesía, y se transforma en un feroz crítico del nuevo régimen. Dirige una Carta abierta a Patricio Aylwin, donde rechaza la política de consensos de la Concertación y la idea de "justicia en la medida de lo posible" que formuló el presidente ante los procesos por violaciones a los Derechos Humanos. Con estilo punzante y elocuente, escribe: "El formato enorme de lo ocurrido en Chile no era para personas 'en la medida de lo posible'".
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Carta abierta a Patricio Aylwin.[/caption]
"Nunca puse mis fichas en él", dirá en entrevista con The Clinic. "Menos aún después de saber en mi destierro de las conversaciones que tuvo para hacer fracasar el gobierno de Allende. Y creo que fue responsable de continuar con las leyes que dejó amarrada la dictadura", añadió.
Las críticas a Aylwin las hace extensivas a los gobiernos de la Concertación, en duros términos: "Se felicitan los mediocres,/ se dan las manos, se las lavan/ en una tina cargada de sangre", escribe.
Irascible y radical en sus opiniones, el autor de Odio lo que odio, rabio como rabio le dedicó también una Carta abierta a Agustín Edwards y fue un detractor de la derecha neoliberal. Católico practicante, consideraba que el neoliberalismo es un sistema contrario a los Evangelios: "Es una ideología totalizadora, que no se refiere sólo a lo económico, sino que cubre el campo político, cultural y social. Esa ideología es anticristiana. Esa es una cosa que me indigna", dijo.
Su crítica, en todo caso, abarcaba a casi toda la clase política, el "lumpen de cuello y corbata", como decía el poeta terrible, fallecido un día antes que Nicanor Parra y Pedro Lemebel.
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