“Camilo Fernández se enriqueció con La Nueva Ola”: el libro que viaja hacia los albores del rock chileno
Una saga con la prehistoria de Congreso revela las conexiones de la legendaria banda con el movimiento nuevaolero y los orígenes del rock nacional. Una investigación del musicólogo Claudio Gajardo, titulada Sonambulismo: aproximación a los conjuntos electrónicos de la Nueva Ola Chilena, y donde se cruzan artistas cándidos, productores con pocos escrúpulos y un doloroso recambio generacional de músicos.
A esos viejos testigos de La Nueva Ola les llamaba la atención que alguien viajara desde Santiago hasta Quilpué para indagar en la prehistoria de Congreso, y no en la biografía oficial a partir de 1969 como una de las propuestas musicales más importantes y originales de Chile, cuya genealogía proviene de Los Masters de los hermanos González -Fernando, Patricio y Tilo-, y Los Sicodélicos con Pancho Sazo.
Claudio Gajardo, magíster en artes y musicólogo de la Universidad de Chile, no es fan acérrimo, pero mientras trabajaba su tesis sobre el beat chileno concentrada en el caso de Los Sicodélicos, atisbó un relato que merecía ser ahondado. “Había una historia muy hermosa que estaba encadenada a la industria musical chilena y sobre todo a La Nueva Ola”.
El resultado es una verdadera saga sobre los orígenes del grupo que contempla media docena de libros. El primero, titulado “Shadow-Cliff: La Biografía de Patricio Hevia y Los Masters”, se publicó en 2017, mientras el segundo es el reciente “Sonambulismo: Aproximación a los conjuntos electrónicos de la Nueva Ola Chilena (1962-1966) El caso de Los Masters”.
Sin descuidar la biografía de estos últimos, la investigación se detiene en aspectos poco abordados y a la vez centrales de La Nueva Ola chilena, como el impacto de los británicos The Shadows en una generación completa de guitarristas maravillados con el sonido de Hank Marvin, el rol del productor Camilo Fernández, y la mercantilización del movimiento a manos de promotores explotando a una camada de músicos jóvenes e inexpertos.
En un ambiente musical donde la creatividad y el trabajo autoral aún no cobraba relevancia, con artistas aspirando a convertirse en la versión local de una estrella anglosajona, los hermanos González pretendían ser The Shadows. “Ellos querían constituirse en una banda tributo, pero en 1969 se dan cuenta que era una etapa superada y que debían componer de manera seria”, explica Gajardo.
A comienzos de los 60, la fama de The Shadows antecedió a The Beatles como insignia del rock británico, influenciando a dioses de la guitarra como Brian May y David Gilmour. Claudio Gajardo constató que la resonancia de los intérpretes del hit Sonambulismo, fue idéntica en Chile. “Cuando empecé a entrevistar a otros grupos de La Nueva Ola de Arica a Magallanes, a todos les encantaban los Shadows. Los músicos sentían mucho respeto por su profesionalismo. La prensa de la época los silenciaba, pero me di cuenta que no era una banda contracultural, sino interesada en defender sus discos a través de la música”.
La figura de Camilo Fernández es insoslayable en La Nueva Ola y en la historia de los espectáculos en Chile. El disc jockey fallecido en 2011 fue uno de los promotores centrales del movimiento, y figura clave en el Neo Folclor y La Nueva Canción Chilena. Estuvo tras el éxito de El Rock del Mundial de Los Ramblers, como fichó a Patricio Manns, los hermanos Parra y Víctor Jara, entre otros destacados artistas de los 60. Cuestionado en sus últimos años por regalías, sigue provocando resentimientos entre artistas bajo su alero. “Los músicos que trabajaron con él aún sostenían quejas”, apunta el autor.
Si bien se reconoce su labor como un descubridor de talentos con una maquinaria que permitía el estrellato, se le acusa de “estrujar a los artistas, sacarles dinero, y así crecer como productor”.
En cambio, para sus compañeros de oficio, Camilo Fernández era una inspiración. “Otros disc jockeys empezaron a imitarlo como fue el caso de Antonio Contreras. La idea era buscar a un grupo o un artista y de ahí montar un sello, tal como él lo había hecho. En esa misma dinámica aparece después Julián García-Reyes con el sello Pleno, donde Los Masters eran músicos de sesión”.
Las primeras bandas de rock en Chile provocaron un recambio generacional en la música en vivo. Las grandes orquestas quedaban obsoletas a manos de estas alineaciones reducidas que no sabían leer partituras, sino que tocaban de oído. Veteranos músicos con instrucción académica que cobraban su precio por interpretar pautas transitando estilos, profesionales que trabajaban en estudios, shows de radio, televisión y giras, sucumbían ante una competencia menos calificada. Ese hecho, junto a los progresos en los sistemas de grabación y amplificación, fueron una conjura en contra de la vieja guardia. “La música siempre se hermana con la tecnología y la tecnología, para bien y mal, se queda. La consecuencia es que dejó gente sin trabajo”, reflexiona Gajardo.
“Muchas orquestas en el mundo quedaron cesantes a manos de las respectivas Nuevas Olas. La aparición de estos grupos era un gran negocio porque significaba ahorrar con estos cabros chicos solteros que vivían con los papás. Para los músicos de las grandes orquestas era algo terrible porque devaluaba la actividad”.
A diferencia de Andrew Loog Oldham, el primer mánager de The Rolling Stones con quienes tenía la misma edad y lucía como ellos, la generación de productores y promotores de sellos y radios que administró las carreras de los artistas de La Nueva Ola eran treintañeros hacia arriba, curtidos antes del rock & roll. Esa diferencia de edad y carrete fue aprovechada, apunta Gajardo, con fines económicos. “Ellos sabían que estos muchachos los podían engatusar porque querían fama y conquistar chicas. Entonces los mánagers hacían esa promesa. Muy atrás venía el tema del dinero. Y así hubo bandas estafadas. Producto de este tipo de situaciones es que nacen los sindicatos de artistas”.
Por otro lado, los propios músicos colaboraban desinteresadamente unos con otros (Pedro Messone participó en los coros de Arriba en la cordillera de Patricio Manns), mientras los productores hacían poco y nada para que esos aportes fueran acreditados, menos remunerados. “A los conjuntos electrónicos no les pagaban porque iban igual no más a grabar. Por eso Camilo Fernández se enriqueció, porque veía que no le cobraban nada prácticamente. Uno de los únicos que se hizo valer fue el guitarrista de los Blue Splendor, que al exigir pago le dijeron ‘ah, te crees estrella’. Ese romanticismo se transformó en un gran negocio para los mánagers”.
*Sonambulismo está disponible en La Tienda Nacional y en el correo investigadorchileno@gmail.com
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