Candidez
Si abrazar el proceso constituyente fue un error de parte importante de la derecha, solo el tiempo lo dirá. Lo único que podemos concluir con cierta confianza es que la noche del 15 de noviembre la derecha jugó todas sus cartas, y lo perdió prácticamente todo en el intento.
Imagine que la ciencia natural sufre los efectos de una catástrofe. Una serie de desastres naturales, entrelazados con hechos de violencia social, terminan con laboratorios, bibliotecas y centros de investigación. Muchos científicos son ejecutados y la ciencia deja de ser enseñada en universidades y colegios. Al cabo de unas décadas, un movimiento cultural intenta recuperar lo perdido. Lo que poseen no es ciencia, sino fragmentos de ella. Se crean nuevas facultades de física, química y biología, pero lo que allí se enseña no es ciencia y, lo más importante, los protagonistas de tan noble rescate no se percatan de ello.
Con este experimento mental Alasdair MacIntyre intenta explicar, en su monumental Tras la Virtud, el estado de la filosofía moral en la segunda mitad del siglo XX. Algo análogo podría decirse del análisis político que hacen muchos en la derecha tras las elecciones del fin de semana: “a la derecha le irá mejor de lo que sugiere el número de escaños obtenidos”; “las municipales han predicho el resultado de las presidenciales, pero Jadue no podrá contra Lavín”; “sería apresurado mostrar reservas ante el proceso constituyente”.
Entretanto, algunos constituyentes con proyección de liderazgo dentro de la convención declaran públicamente que no es necesario respetar la regla de los dos tercios acordada la fatídica noche del 15 de noviembre. JP Morgan, Bloomberg, y el mercado financiero local corrigen sus estimaciones sobre la posibilidad de que la derecha obtuviera un tercio de los escaños y, con ello, hacen retroceder al IPSA casi 8 puntos en un día. No es claro que los sectores que se ubican a la izquierda de la ex concertación tengan más claridad que la derecha sobre lo que ocurrirá en los próximos 10 años, pero sí es claro que llevan años entendiendo mejor el tablero político de Chile.
Si abrazar el proceso constituyente fue un error de parte importante de la derecha, solo el tiempo lo dirá. Lo único que podemos concluir con cierta confianza es que la noche del 15 de noviembre la derecha jugó todas sus cartas, y lo perdió prácticamente todo en el intento. Dicha apuesta asumía que el proceso constituyente tendría lugar en un contexto en el que el mapa político era similar al de la última década. Un congreso polarizado, pero con espacio para acuerdos entre las fuerzas políticas más importantes del Chile post-transición. Un mapa político en el que la obtención del anhelado tercio era plausible. Pero parte importante de la actual convención está formada por sectores que no estuvieron dispuestos a negociar el 15 de noviembre, haciendo irrelevante la regla de los dos tercios.
Quienes se tomaron la foto tras el acuerdo del 15 de noviembre jamás imaginaron que Gabriel Boric se convertiría en uno de sus pocos puntos de encuentro con el mundo de la izquierda, mundo al que no comprenden y al que, por lo general, la derecha ha tendido a subestimar. La organización territorial del Frente Amplio y del Partido Comunista ha sido excepcional, superada solo por la milagrosa capacidad de acción colectiva de la Lista del Pueblo. Obtuvo más votos que la ex-Concertación y se configura como una de las bancadas más numerosas de la convención. Una mirada superficial a su programa político hace muy poco plausibles las proyecciones de algunos analistas de la derecha.
¿Qué decir de las expectativas puestas en la candidatura de Joaquín Lavín? Aún si Jadue no logra derrotar a Lavín, un segundo gobierno de derecha será agobiante. ¿Qué efecto tendrá la convención en la discusión parlamentaria? ¿Cómo será no contar con todas las alcaldías que perdió la derecha? Muchos tildaron de astuto a Lavin al identificarse como socialdemócrata, pero las fuerzas políticas que pondrán la música en el próximo lustro – el Frente Amplio, el Partido Comunista y la Lista del Pueblo - no leen a Eduard Bernstein, Anthony Giddens o Tony Blair; sus referentes son Chantal Mouffe, Erneto Laclau o David Harvey. Matices más, matices menos, la distancia que separa a la socialdemocracia de Lavín del bagaje ideológico de los ganadores de esta elección es sideral.
¿Qué puede explicar, entonces, la candidez con la que algunos analistas de centroderecha leen los resultados de la doble jornada electoral? Al menos parte de la explicación radica en una crisis epistemológica de proporciones, análoga a la del mundo imaginario descrito por MacIntyre para explicar los desvaríos de la filosofía moral del siglo XX.
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