Carlos Williamson, tras su frustrada designación: "Habría esperado que me hubieran dado la oportunidad de aclarar mis palabras"

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Carlos Williamson.

El rector de la U. San Sebastián, quien no alcanzó a ser nombrado subsecretario de Educación Superior, responde a las críticas por el Museo de la Memoria y la gratuidad. Y dice que respeta la decisión del Gobierno.


Si alguien ha tenido una mala semana, ese es Carlos Williamson Benaprés. El rector de la Universidad San Sebastián era el candidato seguro para ser nombrado por La Moneda como subsecretario de Educación Superior. El martes se supo que su designación era inminente, pero el miércoles se le comenzó a criticar por sus dichos de 2009 sobre el Museo de la Memoria. Y ayer, el Gobierno le notificó a él que su nombre había sido retirado de la mesa, por lo que no ocupará el puesto. En esta entrevista, Williamson hace sus descargos, acusa que se le sacó de contexto pero que respeta que le haya dejado fuera de la subsecretaría que se estrena el 1 de agosto.

Usted afirmó en una entrevista que la gratuidad apunta a la mediocridad, ¿cree que no se debió haber creado este beneficio?

La gratuidad, extendida para sectores vulnerables, tiene una importante virtud: elimina por completo las barreras a la entrada y ello no puede ser menospreciado. Los estudios empíricos que he hecho demuestran que el copago, una vez que se entregan las becas y/o los créditos, sigue siendo, en el margen, una barrera al acceso y fuente de inequidad. Con todo, prefiero un sistema "gratuito" que combina becas y mérito para este segmento socioeconómico. Ahora bien, la extensión de la gratuidad hacia los sectores ricos me parece un despropósito en un país con tantas otras necesidades sociales, y estoy en contra. La educación es un derecho social que no justifica el que los pobres financien a los ricos.

¿Y a qué se refiere con la "mediocridad"?

Cuando hablo de que la gratuidad apunta a la mediocridad, que lamentablemente en la nota de La Tercera es una frase que no puede explicarse por sí sola y, por ende, conduce a confusión, no pretendo aludir a los jóvenes que estudian y que se financian con ella. Mi temor fundado es que el diseño de la gratuidad conlleve brechas financieras negativas para los proveedores de educación y decaiga la calidad, lo que ha sucedido en estos años; ese es el sentido de hablar de mediocridad en un sistema que puede frenarse en su desarrollo por la escasez de recursos públicos.

¿Ve alguna solución a las brechas financieras que provoca la gratuidad en las instituciones?

Un estudio reciente de la Dipres muestra que los aportes institucionales para las universidades estatales ha más que compensado las brechas de la gratuidad, que en el Grupo G9 del Consejo de Rectores (que reúne a planteles como la U. Católica) se han mantenido constantes y que las privadas han sufrido pérdidas netas. Creo que hay que hacer algo porque el crecimiento futuro de estas instituciones no puede quedar expuesto a los altibajos de la política fiscal. Desde luego, eliminar los topes a los aranceles de estudiantes de los deciles 7, 8 y 9 y otorgarles créditos. Además, corregir la norma que establece que la pérdida de la gratuidad después de que se cumple la duración oficial de la carrera, debe significar que los estudiantes comiencen a pagar el arancel regulado y no el 50% como dice la ley. Eso ayudaría a dar mayor alivio financiero.

Respecto al Museo de la Memoria, en una carta a El Mercurio usted explica que sus críticas a esa obra son porque no contextualiza las razones del golpe de Estado. ¿Cree que había justificación para la intervención militar?

Creo que el análisis histórico que se hace de un período con un largo preámbulo, previo al 11 de septiembre de 1973, donde se incuban fuerzas políticas muy negativas y que culmina con el golpe de Estado, el uso de la fuerza y el comienzo de la dictadura, merece un trato aparte y diferenciado de los terribles hechos acaecidos después y que constituyen las violaciones sistemáticas de Derechos Humanos.

Sobre lo primero, creo honestamente que era inevitable el golpe de Estado. Doloroso, por cierto, para una democracia añeja que tenía una descomposición interna y porque además las amenazas de una guerra civil inminente propiciaban con urgencia una intervención de las Fuerzas Armadas para evitar males mayores. Lo decía la Democracia Cristiana. Para juzgar la intervención militar, hay que ponerse en el momento histórico de la época, pero sin pretensiones de ser adivino sobre lo que sucedería después. Creo que el Museo de la Memoria solo expone lo segundo y por eso es que he criticado la falta de contexto para tratar de entender el golpe; no para explicar o justificar las violaciones posteriores, que repudio sin vacilaciones.

Esas críticas le costaron su designación. ¿Cree que el Gobierno se equivocó al ceder y no designarlo a usted en la Subsecretaría de Educación Superior, como era el plan original?

No, el Gobierno debe juzgar y ponderar los hechos y antecedentes según sus méritos y decidir sobre lo que es mejor para el país. Sí habría esperado que me hubieran dado la oportunidad de aclarar mis palabras, que intencionadamente fueron sacadas de contexto. Creo que se habría podido demostrar que jamás pretendí enjuiciar favorablemente las pérdidas de vidas, muchas inocentes, y de un uso contumaz de la fuerza militar años después, que tanto dolor causó a las familias de presos detenidos y desaparecidos. Lo digo claramente en las famosas cartas de 2009.

Al final, se pensó que era mejor que dejara de ser uno de los postulantes y respeto la decisión.

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