Columna de Peter Kornbluh: Carter y Chile: El Presidente de los derechos humanos

El expresidente estadounidense Jimmy Carter en Jerusalén, el 13 de abril de 2008. Foto: Reuters


Por Peter Kornbluh, autor de “Pinochet desclasificado: Los archivos secretos de Estados Unidos sobre Chile” (Catalonia/Un Día en la Vida, 2023)

El 9 de marzo de 1977, en una de las primeras conferencias de prensa de Jimmy Carter en la Casa Blanca como Presidente de Estados Unidos, la primera pregunta fue sobre Chile. En una reunión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra el día anterior, un funcionario del Departamento de Estado había expresado su “profundo pesar” por el papel encubierto de Estados Unidos en el debilitamiento de la democracia chilena y el posterior “sufrimiento y terror que ha experimentado el pueblo de Chile” bajo la dictadura militar. Ahora los medios estadounidenses querían saber si esas declaraciones reflejaban la posición del nuevo Presidente sobre los derechos humanos.

El presidente Carter rechazó rotundamente la disculpa. “Creo que las observaciones hechas por el delegado sobre nuestra participación pasada en los asuntos políticos chilenos fueron inapropiadas”, declaró, descartándolas como una “declaración personal de opinión” que no representaba al gobierno de Estados Unidos. Pero Carter aprovechó la oportunidad para llamar la atención sobre los derechos humanos, que, hasta su elección, fueron completamente ignorados como principio de la política exterior estadounidense. “Seguimos preocupados por la privación de los derechos humanos en muchos países del mundo”, afirmó. “Creo que Chile sería uno de esos [lugares] donde se ha expresado preocupación. Y quiero estar seguro de que el pueblo estadounidense comprende que se trata de un tema muy delicado”.

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Soldados toman posiciones frente al Palacio de La Moneda el día del golpe militar, el 11 de septiembre de 1973. Foto: Reuters

Jimmy Carter, el agricultor de maní de Plains, Georgia, que llegó a ser el 39º Presidente de Estados Unidos, introdujo el “sensible tema” de los derechos humanos en la Casa Blanca. Como primer presidente después de Vietnam y de Watergate, Carter, que murió a los 100 años el 29 de diciembre, se centró en restaurar los conceptos de honestidad y decencia en un gobierno estadounidense contaminado por la deshonestidad y la criminalidad rampantes de la era Nixon-Kissinger. Carter también buscó devolver una apariencia de integridad y moralidad al ejercicio de la política exterior estadounidense, que se había visto manchada por los abusos imperiales del poder de Henry Kissinger en países más pequeños alrededor del mundo y su aceptación de dictaduras en América Latina, entre ellas la más notable, Chile. Chile no solo fue una parte clave del legado de Carter, sino que, en muchos sentidos, fue un catalizador de las causas que defendió como presidente y expresidente.

El Presidente de los DD.HH.

Carter se convirtió en el presidente de los derechos humanos no solo porque era un hombre de profundas convicciones morales y un compromiso duradero con el humanitarismo; comprendió la repulsión pública generalizada de los escándalos de la CIA en Chile y el creciente repudio político al apoyo de Richard Nixon y Gerald Ford al régimen de Pinochet y otras dictaduras militares asesinas de América Latina. Durante su debate televisado con el presidente Ford en la campaña electoral de 1976, Carter atacó específicamente el “profundo dolor” que las políticas estadounidenses en países como Chile habían causado a los chilenos y al pueblo estadounidense. “En el pasado hemos visto la destrucción de gobiernos electos, como en Chile, y el fuerte apoyo a la dictadura militar allí”, señaló. “Este tipo de cosas nos han hecho mucho daño”.

Después de convertirse en presidente, Carter repudió explícitamente la adhesión de Kissinger a los regímenes militares del Cono Sur, en el marco de la “realpolitik”. En su primer discurso importante sobre un nuevo enfoque de la política exterior estadounidense en mayo de 1977, Carter denunció lo que llamó “ese miedo desmesurado al comunismo que una vez nos llevó a abrazar a cualquier dictador que se uniera a nuestro miedo”, y proclamó “los derechos humanos como un principio fundamental de nuestra política exterior”.

Para su crédito, apenas unos meses después, Carter implementó personalmente esos nuevos principios en una reunión cara a cara con el general Augusto Pinochet en Washington D.C. durante la ceremonia de firma del tratado del Canal de Panamá. Un memorando desclasificado de la conversación del 7 de septiembre de 1977 muestra que Carter planteó explícitamente los derechos humanos y la democracia como la cuestión bilateral clave en las relaciones entre Estados Unidos y Chile. Pinochet, según el “memcon” (memorándum de conversación), trató de convencer a Carter de que “era un gran admirador de la democracia y que su mayor deseo era dejar el cargo habiendo construido una”. El infame violador de los derechos humanos también afirmó que “el golpe militar fue diseñado precisamente para preservar los derechos humanos” y que “hoy en día no hay presos políticos” en Chile. Carter contraatacó, un tanto diplomáticamente. “Sin embargo, a los ojos del mundo Chile todavía tenía un problema de derechos humanos”, registra el resumen de la reunión que el Presidente le dijo a Pinochet. Pidió “las sugerencias de Pinochet sobre cómo se podría aliviar el problema, cómo mejorar la percepción mundial y demostrar que el progreso era real. Preguntó si él, la ONU o la OEA podían ayudar”, y luego presionó a Pinochet para que aceptara a los observadores de derechos humanos de la ONU en Chile.

Augusto Pinochet y Jimmy Carter en la Casa Blanca, en septiembre de 1977.

Pero un informe de inteligencia de la CIA presentado después de que Pinochet regresara a Chile, indicó que Carter había sido demasiado diplomático. “Tras su regreso de Washington”, informó la estación de la CIA, “el presidente Augusto Pinochet [redactado] estaba muy satisfecho con los resultados de su reunión con el presidente Jimmy Carter” y “cree que las relaciones entre Chile y EE.UU. mejorarán”.

Curiosamente, el resumen oficial de la reunión Carter-Pinochet no revela ninguna referencia al dramático asunto que dominó las relaciones entre Estados Unidos y Chile durante la administración Carter: un acto de terrorismo de Estado en las calles de Washington D.C. que se llevó las vidas del exembajador Orlando Letelier y su colega de 25 años Ronni Karpen Moffitt. Cuando Carter se reunió con Pinochet, el FBI ya había identificado a agentes de la policía secreta chilena, la DINA, como responsables del atentado con una bomba instalada en su auto el 21 de septiembre de 1976, apenas unas semanas antes de la elección de Carter. A fines de 1978, informes de inteligencia de la CIA implicaron directamente al general Pinochet como el autor personal del asesinato de Letelier y como líder de un esfuerzo por obstruir la investigación y encubrir la culpabilidad de su régimen. A pesar de esta evidencia, la administración Carter evadió su respuesta a un acto de terrorismo internacional cometido a una milla de la Casa Blanca.

Respuesta tibia al terrorismo

Antes del ataque del 11 de septiembre al Pentágono, el asesinato de Letelier-Moffitt era considerado el acto de terrorismo de Estado más importante cometido en la capital de Estados Unidos. La administración Carter tenía varias opciones, entre ellas filtrar la información de inteligencia que tenía sobre el papel de Pinochet y luego solicitar públicamente su extradición como autor intelectual de un ataque terrorista en Washington D.C. Dada la indignación interna entre otros oficiales militares de alto nivel en Chile por la notoriedad del terrorismo que la DINA (que Pinochet dirigía en esencia) había traído sobre su institución, un esfuerzo agresivo de Estados Unidos para que se rindiera cuentas en el caso Letelier-Moffitt podría haber contribuido a la pronta desaparición de la dictadura de Pinochet, impulsando tanto la causa de la democracia como la de los derechos humanos.

orlando letelier
Orlando Letelier fue asesinado a través de una bomba instalada en su vehículo, el 21 de septiembre de 1976, en Washington DC.

El Departamento de Justicia de Carter, junto con su secretaria de Estado adjunta para los Derechos Humanos, Patricia Derian, presionó para que se impusieran fuertes sanciones contra el régimen, incluyendo la retirada del embajador estadounidense y la suspensión de las relaciones diplomáticas. En un memorando secreto del “canal de la disidencia” titulado “Los asesinatos de Letelier y Moffitt: política hacia Chile”, cuatro valientes funcionarios del Departamento de Estado instaron a sus superiores a denunciar públicamente a Pinochet y a la DINA, y a implementar duras sanciones destinadas a obligar a Pinochet a dejar el poder y reemplazarlo por un liderazgo militar más “responsable” “con la probabilidad de una transición algo más rápida hacia un gobierno civil”.

Pero el Consejo de Seguridad Nacional (CSN) de Carter, dirigido por Zbigniew Brzezinski, se opuso a cualquier sanción significativa. “¿Con qué derecho puede el Departamento de Estado de Estados Unidos juzgar las leyes y los tribunales de otro gobierno?”, escribió el especialista en América Latina del CSN Robert Pastor, en un memorando secreto, rechazando medidas enérgicas contra el régimen. El 30 de noviembre de 1979, el propio presidente Carter autorizó seis sanciones exiguas, entre ellas la reducción de la misión militar en Chile y la suspensión del financiamiento del Export-Import Bank. En un editorial, el Washington Post calificó las sanciones de Carter de “poco más que un tirón de orejas” por un acto de terrorismo internacional en el corazón de la capital estadounidense.

El modelo Carter

El veredicto de la historia sobre las políticas de Jimmy Carter hacia Chile es mixto. Fue su Departamento de Justicia el que investigó agresivamente el asesinato de Letelier-Moffitt e identificó al régimen represivo como responsable; sin embargo, Carter se resistió personalmente a responsabilizar a Pinochet por esta atrocidad criminal cometida en suelo estadounidense.

Pero, como lo atestiguan los homenajes que se le han rendido al fallecido Presidente esta semana en todo el mundo, serán más recordados, en particular en países como Chile, sus esfuerzos por elevar la santidad de los derechos humanos como objetivo y prioridad de la política exterior estadounidense. Ahora que la política exterior estadounidense entra en una era de gran incertidumbre con el regreso de un Presidente conocido por su deshonestidad, indecencia y criminalidad, el carácter moral de Carter y su respeto humanitario por los derechos humanos constituyen un modelo histórico que no debe olvidarse.

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