Contactos inapropiados
Napoleón, en medio de las disputas que tenía con la Iglesia en el siglo XIX, amenazó al Cardenal Consalvi. "Voy a destruir su Iglesia" le dijo. El Cardenal, sin inmutarse, le contestó: "Inténtelo. Ni siquiera nosotros hemos podido". ¿Podrán esta vez?

El Gran Jurado del Estado de Pensilvania realizó una profunda investigación al comportamiento del clero en los últimos 70 años. Constituye con toda probabilidad, la más extensa y detallada investigación de abusos sexuales perpetrada al interior de la Iglesia Católica. La investigación de más de dos años acredita a más de un millar de víctimas y 300 sacerdotes como victimarios. La mayor parte de los casos -salvo dos de ellos- no podrán ser perseguidos penalmente porque las conductas se encuentran prescritas y parte de sus autores, fallecidos.
Junto a la crudeza de los relatos efectuada por las víctimas, la gran mayoría menores de edad al momento de los hechos, el informe se explaya en explicar el patrón de conducta que realizaban las altas autoridades de la Iglesia con el objeto de encubrir los hechos. Entre ellas, el hecho de que se utilizara un lenguaje eufemístico. En vez de hablar de violaciones o abusos, la iglesia hablaba de "contactos inapropiados"; al momento de investigar a los pederastas se les enviaba a centros de tratamiento siquiátricos por estrés. Si los abusos eran muy ostensibles, al sacerdote se le trasladaba a otra comunidad, sin dar mayores explicaciones ni información, en la comunidad que abandonaba ni en la que lo acogía.
El informe dado a conocer esta semana por Josh Shapiro, Fiscal General de Pensilvania, es categórico en sus conclusiones: la principal preocupación de la Iglesia al conocer los hechos "no era ayudar a los niños, sino evitar el escándalo" y le atribuye " un encubrimiento sistemático a las autoridades de la Iglesia de Pensilvania y del Vaticano". Enumera además las conductas precisas del encubrimiento, entre ellas no sólo el no denunciar, sino también el disuadir a las víctimas para que no denunciaran, el presionar a la autoridad civil para evitar el avance de la investigación y hacer investigaciones eclesiásticas deficientes o sesgadas. ¿Suena familiar todo esto?
El encubrimiento ocurrido por años también tiene responsables civiles. Sólo un botón de muestra: entre los miles de documentos revisados, se encontró una carta enviada en la década del sesenta por el fiscal general de la época a la diócesis en las que le comunicaba el archivo de una investigación por abusos "para prevenir publicidad desfavorable para la iglesia". Ningún eufemismo esta vez, para indicar claramente dónde estaban las prioridades de la persecución penal.
Esta profunda investigación en Pensilvania, trae a la memoria otra investigación igualmente extensa y concluyente -la que efectuó el año 2002 el periódico Boston Globe respecto al Arzobispado de Boston- y refuerza los graves problemas que está teniendo la Iglesia Católica en Estados Unidos y en el mundo, donde sólo hace un par de semanas debió renunciar al Colegio Cardenalicio, por primera vez en la historia, el arzobispo de Washington Theodore McCarrick por graves y creíbles denuncias de abuso sexual en su contra.
La experiencia de Pensilvania es sumamente interesante a la luz de lo que está ocurriendo en Chile. Junto con investigar y sancionar los episodios de abusos sexuales que han ocurrido al interior de la Iglesia en nuestro país, es destacable la línea investigativa que la Fiscalía ha anunciado respecto a perseguir también las posibles conductas de encubrimiento. Por regla general, sólo el funcionario público está obligado a denunciar delitos de los que toma conocimiento en el ejercicio de sus funciones. Desde ese punto de vista, el sólo hecho de que una autoridad eclesiástica no denuncie un abuso sexual del que ha tenido conocimiento no lo transforma en encubridor. Pero si las conductas abarcan otras, tales como, el disuadir a víctimas o terceros para que no denuncien, el hacer investigaciones eclesiásticas sesgadas, el presionar a las autoridades civiles para que no investiguen, el facilitar traslados de los autores a otras comunidades para permitir su impunidad, etc., son efectivamente acciones que se encuadran en formas de participación penal punibles.
El informe de Pensilvania plasmado en 1356 páginas repugna por los relatos descarnados de los abusos, indigna por la desidia de las autoridades y provoca inquietud por el futuro de la institución. Napoleón, en medio de las disputas que tenía con la Iglesia en el siglo XIX, amenazó al Cardenal Consalvi. "Voy a destruir su Iglesia" le dijo. El Cardenal, sin inmutarse, le contestó: "Inténtelo. Ni siquiera nosotros hemos podido". ¿Podrán esta vez?
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