De quedar sin técnico ni auspiciadores a recuperar el número 1 de Chile: los 1.140 días de reconstrucción de Nicolás Jarry

Nicolás Jarry
Nicolás Jarry, en una imagen de su duelo ante Carlos Alcaraz. Foto: Río Open.

Después de perder todos sus puntos tras cumplir una sanción por dopaje, el tenista nacional tuvo que comenzar de cero. Un proceso de más de tres años que hoy lo tiene de vuelta en el top 100 y con un juego mucho más consolidado al que tenía en su anterior paso por el selecto grupo.


El 14 de enero de 2020 fue una fecha que marcó a Nicolás Jarry. Esa mañana fue oficializada su suspensión provisoria por la presencia de ligandrol y estanozolol en un suplemento alimenticio. En ese momento, Nico era el 78 del mundo y la temporada anterior había conquistado su primer y único ATP en Bastad. La noticia fue devastadora para el tenista nacional, quien debió abocar sus fuerzas en demostrar su inocencia, al tiempo que perdía auspicios (una AFP y una marca de ropa se retiraron. Solo su marca de raquetas lo apoyó). En ese momento comenzaba un duro camino que hoy, después de 1.140 días, lo tiene en un momento pleno de su carrera y con la convicción de que su juego le permite pelear de igual con cualquiera se le ponga por delante, tal como lo demostró la semana pasada, donde solo el número dos del mundo Carlos Alcaraz pudo frenar, y exigiéndose al máximo, su marcha triunfal por el ATP 500 de Río de Janeiro.

Pero antes de llegar a ese estado de plenitud, el nieto de Jaime Fillol inició un proceso de cambios muy profundos en su vida. También debió enfrentar la sanción final de la Agencia Internacional de Integridad del Tenis, que si bien estableció que no hubo intención en ingerir la sustancia y acogió la existencia de contaminación cruzada, igualmente lo suspendió por 11 meses por no haber reparado en lo que había consumido. Eso significó que, a pesar de que todos los tenistas vieron congelado su puntaje por la irrupción de la pandemia, el chileno no podría acogerse a ese beneficio, lo que le trajo como consecuencia perder todas las unidades y regresar al circuito sin puntos. Es decir, tuvo que partir absolutamente de cero.

A menos de un mes de regresar al circuito, el tenista nacional perdió a su entrenador, el argentino Dante Bottini, quien prefirió irse con el búlgaro Grigor Dimitrov. Así, se unió a Cristóbal Saavedra, quien en ese momento entrenaba a Gonzalo Lama, y el 16 de febrero de 2021 logró su primera victoria en el Challenger de Concepción ante el argentino Camilo Ugo Carabelli. Un momento que celebró entre lágrimas. “Fue por todo lo que pasé. Volver a tener puntos da lo mismo. Es volver a ganar, volver a estar compitiendo, salir a la cancha y sentir las emociones; intentar cerrar un partido y controlar los nervios, y competir en un deporte que ha sido casi toda mi vida”, expresó tras ese triunfo.

El factor Ozón

De ahí en adelante, todo comenzó a fluir. Un título de challenger y otra final en Ecuador fueron el gran impulso para volver a engancharse. A mediados de año, también, dejó a Saavedra y fichó al español Juan Ozón, con quien inició una transformación importante en su juego, que el mismo tenista explicó en una conversación con El Deportivo el año pasado. “Me voy dando cuenta de que el tenis es mental, la vida es mental y cómo uno se toma las cosas; la energía, la positividad con la que uno afronta los problemas del día a día son claves, y la pretemporada es un momento especial, donde uno se empuja para dar el máximo estando cansado”, relataba.

Terminó la temporada 2021 en el puesto 142 después de no haber tenido ranking. Sin duda, fue uno de los saltos más importantes en el circuito, por lo que se esperaba que diera el salto al top 100 en 2022. Sin embargo, fue un año algo irregular, pero que estuvo bendito por la llegada de Juan, su primer hijo, con su esposa María Laura Urruticoechea.

A pesar de no haber trepado mayormente en el ranking (finalizó el año en el puesto 152), sí se dio el gusto de volver a los grand slams y a las instancias importantes de los torneos ATP. De hecho, alcanzó los cuartos de final en el 250 de Gstaad y superó las clasificaciones del US Open, un pequeño aperitivo de lo que vendría en este inicio de temporada.

“Nuestra máxima obsesión es centrarnos en el rendimiento, porque él ha estado arriba y los resultados de antes son parte de su ansiedad para volver, y esto es un error, porque él tiene que volver siendo una mejor versión de lo que era antes. Una cosa es llegar al 38 del mundo y otra cosa es ser un jugador 38 del mundo”, recalcaba Ozón en agosto pasado.

Y justamente ese objetivo se ha ido cumpliendo. La mayor tranquilidad de Jarry es algo que también se fue trabajando en una pretemporada muy intensa, la primera en serio como cataloga su cuerpo técnico. Esta vez la preparación no fue en Estados Unidos o en Chile, como habitualmente ocurría, sino que fue en Barcelona, donde está el centro de operaciones de Juan Ozón. Los trabajos físicos estuvieron a cargo del PF Toni Estalella y también participó el entrenador César Fábregas. Además, la médica María Antonia Lizárraga, quien supervisa todos los aspectos fisiológicos del ahora número uno del país.

Lo mostrado en el Abierto de Australia, donde superó la qualy y eliminó en primera ronda Miomir Kecmanovic, lo mostrado en Copa Davis, donde aplastó a Alexander Bublik, y principalmente su gran actuación en Río de Janeiro, confirman que el proceso comienza a robustecerse. Nicolás Jarry ya no es el tenista que alternaba tantos winners con errores no forzados, sino que ahora es jugador con mayor aplomo y que después de 1.140 días ha vuelto a encontrar la plenitud en una cancha de tenis. Y en el Chile Open, ya como 87 del mundo, tendrá una nueva oportunidad de seguir avanzado hacia su mejor versión.

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