Desbloqueando el progreso
Es tiempo de recuperar aquella audacia que en un momento nos posicionó como reformistas liberales, capaces de romper el status quo y los intereses preestablecidos, en pos de alcanzar el progreso para todos.
Todos hemos sido afectados por el fuerte latigazo proporcionado por la pandemia. Tras la llegada del Covid-19, el panorama ha sido teñido casi por completo de negro en los diversos aspectos. La salud, el trabajo, la economía, la proximidad; todo ha sido infectado. En este contexto, el arribo de las vacunas ha sido un respiro bastante grande. Ahora bien, cabe preguntarse qué sucederá en adelante con aquellas oportunidades que la crisis ha abierto, especialmente en lo que respecta a la revolución tecnológica.
El confinamiento y la explosión del teletrabajo que permitió que la economía funcionara a media máquina, han adelantado el desafío relacionado con la automatización. Si bien esta trae una gran oportunidad en cuanto a los efectos positivos que representa para el empleo y la economía en general, también arrastra consecuencias necesarias de abordar. Al dejar obsoletos muchos modelos de negocios antiguos o tradicionales, favorece a ciertos trabajadores mientras castiga a otros. Para enfrentar esto, deberíamos suavizar la transición laboral de quienes tienen más probabilidades de ser afectados por la automatización, tomando en serio su educación y formación hacia actividades con menor riesgo de ser extintas.
En cuanto a la salud, si bien se generó una mejor red de respuesta público-privada, con mejores canales de comunicación y colaboración, hubo problemas en la atención e identificación de enfermedades crónicas. De cara a los desafíos futuros, urge comenzar una transición gradual y sostenible con el objetivo de formar un ecosistema digital, donde se use la telemedicina para pacientes crónicos y se invierta en capacidad digital dentro de los centros de salud. Esto debe ser acompañado de una mejora notoria en el acceso que tienen los hogares a internet y aparatos electrónicos, especialmente en aquellos más vulnerables.
Los escolares también se vieron afectados por la pandemia. La imposibilidad de asistir a clases obligó a buscar fórmulas que mantuvieran en cierto grado su enseñanza, surgiendo así la escuela virtual. Sin embargo, a esta solo pudieron asistir quienes tenían las herramientas necesarias, lo que afectó la formación de habilidades socioemocionales, elevó la deserción y profundizó las brechas preexistentes. Como dato, los estudiantes más vulnerables que no pudieron acceder a clases perdieron un 95% de sus aprendizajes del año. Por lo tanto, si queremos comenzar una forma híbrida de educar, hay que repensar la manera en que funciona el sistema y aumentar la capacidad que tienen los docentes, alumnos y apoderados para acceder a herramientas de mayor tecnología.
Toda esta evidencia da cuenta de la urgente necesidad que tenemos de subirnos ya al carro de la modernización. Es tiempo de recuperar aquella audacia que en un momento nos posicionó como reformistas liberales, capaces de romper el status quo y los intereses preestablecidos, en pos de alcanzar el progreso para todos. Claro que debemos volver a la normalidad y sanar las heridas de la pandemia, mas aquello no debiese ser un freno para avanzar hacia el tan necesario desarrollo.
*Sebastián Izquierdo es director ejecutivo de Horizontal
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.