Edmundo Paz Soldán: “Bolaño se convirtió en un clásico absoluto y hoy lo miramos como vemos a Borges”
Académico de la Universidad de Cornell, el escritor boliviano ofrecerá una conferencia virtual titulada Las Ciudades de Bolaño el próximo jueves en el seminario La Ciudad y las Palabras de la UC. Ensayista y narrador, Paz Soldán acaba de concluir una nueva novela y colabora en un proyecto en torno al autor chileno para Cambridge University Press.
Lo esperaban en Sevilla. Roberto Bolaño era el invitado estelar del Encuentro de Autores Latinoamericanos que se realizaba el 25 de junio de 2003. Pero su presencia no era segura: estaba en lista de espera por un trasplante de hígado. Finalmente asistió y compartió con el grupo de escritores invitados, entre ellos Jorge Volpi, Fernando Iwasaki y Edmundo Paz Soldán. Fue su última aparición pública. El autor de Los detectives salvajes ya era reconocido como el escritor más relevante de la escena literaria en español. “Me lo deben decir porque soy el más viejo de todos”, bromeaba.
Por esos días, el suplemento literario del diario francés Libération le dedicaba su portada y su obra generaba una onda expansiva de admiración que se acrecentó tras su muerte, el 15 de julio de aquel año. La publicación póstuma de 2666 y las traducciones en Estados Unidos terminaron por otorgarle un lugar indiscutible en la narrativa mundial y generaron el fenómeno Bolaño. “Hubiera sido interesante ver cómo lidiaba con la fama, después de haber criticado tanto a la industria cultural", comenta hoy Edmundo Paz Soldán.
Académico en la Universidad de Cornell, Paz Soldán (Cochabamba, 1967) acaba de concluir una novela inspirada en la pandemia, Allá afuera hay monstruos, que será publicada a principios de 2021 por Los libros de la Mujer Rota en Chile y Argentina. En 2008 editó el volumen Bolaño salvaje, una compilación de ensayos sobre la obra del autor chileno. Ahora colabora en un libro en torno al escritor de 2666 que prepara Cambridge University Press, y el próximo jueves a las 18.00 h ofrecerá una conferencia digital para el seminario La Ciudad y las Palabras de la UC titulada Las Ciudades de Bolaño. La actividad puede seguirse a través del canal YouTube del Doctorado en Arquitectura UC: www.doctoradofadeu.uc.cl.
Nacido en Santiago en 1953, Roberto Bolaño vivió su infancia en Viña del Mar, Quilpué y Los Ángeles. En 1968 se trasladó con su familia a México. Regresó a Chile en 1973, atraído por la experiencia de la Unidad popular y fue detenido en Concepción. De regreso la capital mexicana, en 1977 se mudó a España. Vivió en Barcelona y se radicó con su familia en Blanes, un pueblo de la Costa Brava que adquirió bordes míticos.
¿Las ciudades tienen un rol gravitante en su literatura? Una vez Bolaño me dijo que el DF era la primera ciudad donde hizo el amor y donde decidió que apostaría su vida por la literatura. ¿La ciudad de Los detectives salvajes era tal vez con la que tenía más lazos emotivos?
Bolaño tuvo una relación importantísima con varias ciudades, algunas de ellas transmutadas en literatura. En México están la Santa Teresa de la imaginación en 2666, que toma Ciudad Juárez como punto de partida, y también la Ciudad de México, donde vivió muchos años y donde se descubrió como escritor, capturando en Los detectives salvajes su vitalidad y complejidad de una manera tan asombrosa que críticos mexicanos como Christopher Domínguez Michael piensan que es una novela tan fundamental sobre la Ciudad de México como La región más transparente de Carlos Fuentes. En la segunda parte de la novela también se encuentran Luanda, Tel Aviv, Managua: más de veinte ciudades que arman una suerte de mapa de una literatura a escala global, el intento ambicioso, según el crítico Héctor Hoyos, “de navegar la nueva conciencia del mundo como un todo”.
Concepción, donde estuvo ocho días detenido, es un escenario siniestro en Estrella distante. ¿Podría deducirse lo mismo del Santiago de Nocturno de Chile?
El Santiago perverso de Nocturno de Chile puede condensarse en la casa de María Canales –esposa del agente de la DINA Michael Townley–: allí continúan las fiestas y las recepciones de los escritores en plena dictadura: “Los artistas se reían, bebían, bailaban, mientras afuera, en esa zona de grandes avenidas despobladas de Santiago, transcurría el toque de queda”. A la vez, en el sótano, los opositores a Pinochet son torturados, algo que un amigo del narrador descubre por casualidad, cuando una noche baja buscando el baño, borracho, y encuentra en un catre a “un hombre desnudo, atado de las muñecas y los tobillos”. Santiago es la paz del toque de queda en las calles mientras en la oscuridad ocurren las torturas y los asesinatos.
Si uno se fija en su obra, Santa Teresa es como la estrella de la muerte de su literatura, no?
Bolaño llamaba a Ciudad Juárez, la ciudad a partir de la cual imagina Santa Teresa, “mi idea del infierno”. Esa Santa Teresa con maquiladoras, basureros y descampados le sirve a Bolaño para dar cuenta de los excesos y desigualdades del modelo capitalista neoliberal y para la crítica al nuevo orden global. Bolaño sitúa en ese paisaje los feminicidios que asolaban a Ciudad Juárez y su narración clínica de tanta muerte, al igual que el desdén con que los policías tratan el tema, nos muestra las violentas estructuras patriarcales sobre las que se apoya la sociedad contemporánea. Capitalismo y violencia no son opuestos sino que son parte de la misma lógica, y el genio de Bolaño fue mostrarnos esa conexión de la manera más explícita posible.
A fines de los 90, después del estallido Bolaño, Blanes se volvió lugar de peregrinación de escritores o aspirantes a escritores, gracias a él se volvió una ciudad literaria...
Hubo un momento en que parecía que todos los escritores de mi generación habían pasado por Blanes. Me hablaban de Bolaño con familiaridad, recomendaban sus libros, etc. El viaje a Blanes era una suerte de rito de paso: ibas allá y eras de esa familia cada vez más extendida de escritores que reconocían a Bolaño como su guía. Yo estuve en Blanes el 2008, para la presentación de Bolaño salvaje (un libro de ensayos que coedité sobre Bolaño); me impresionó la forma en que la ciudad había adoptado a Bolaño como uno de sus personajes más emblemáticos.
¿Cómo recuerdas el último encuentro en Sevilla?
Bolaño estuvo a punto de no asistir a ese encuentro, estaba muy enfermo, pero al final apareció; era el invitado especial, junto a Cabrera Infante. Falleció unas tres semanas después. Lo recuerdo una noche contando chistes al lado de la piscina del hotel, en la terraza. En realidad era el mismo chiste, pero contado a través de diversos registros narrativos: narrador omnisciente, narrador en primera persona, narrador en segunda persona, puro diálogo, etc. Nos reíamos mientras asistíamos a un taller improvisado de escritura. Un sábado volvíamos del lugar de la conferencia al taller y él se detuvo en un kiosco y compró un periódico francés cuyo suplemento literario le había dedicado la portada y una reseña elogiosísima. Su fama mundial explotaba y eso hubiera sido interesante de ver, cómo lidiaba con ella, después de haber criticado tanto a la industria cultural.
¿Qué piensas hoy de su legado y su influencia?
Hemos atravesado varias etapas: del elogio absoluto en los primeros años después de su muerte, cuando Bolaño era intocable, al distanciamiento posterior de algunos escritores de una nueva generación, para llegar a este momento actual, en el que se ha convertido en un clásico absoluto tanto al interior de la literatura latinoamericana como en las constelaciones de la literatura mundial, y lo vemos con esa cercanía y esa distancia con que se ve a Rulfo, Lispector o Borges. Algunos de sus libros póstumos no debieron publicarse, pero esa es otra historia. Antes me interesaba el Bolaño melancólico que contaba la derrota de su generación en Estrella distante y Nocturno de Chile, ahora prefiero el Bolaño de 2666, el del trabajo precarizado, el de los policías que cuentan chistes misóginos como reflejo de las estructuras atávicas que nos marcan, el que es capaz de conectar narrativamente la segunda guerra mundial con la dictadura de Pinochet o los feminicidios en la frontera, el de Santa Teresa como basurero del capitalismo.
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