El contraste del Mercado Central: la convivencia del caos exterior con el reimpulso de sus actividades
El peor momento del tradicional recinto luego del estallido social y la pandemia parece haber quedado atrás, con locales que retomaron sus actividades, pero que ahora conviven con un comercio ambulante que gana terreno y espanta a turistas y clientes.
El Mercado Central es uno de esos lugares que después del estallido social y la pandemia quedaron atrapados en un limbo: a pesar de adaptarse y resurgir después de un tiempo de mesas vacías, inseguridad y abandono, hoy se enfrenta a un nuevo desafío que, según varios comerciantes tanto dentro como en los alrededores del mercado, se debe principalmente al comercio ambulante.
Es la mañana del miércoles 5 de febrero, en plena temporada estival, y pocas personas se mueven por los pasillos del mercado. En la calle algunos transeúntes se hacen paso atravesando un mar de comercio ambulante. Son pocos los que a esa hora entran al tradicional recinto.
Recién a eso de las 12.30 se ve más circulación dentro del mercado. Lo que es innegable es que sea la hora que sea afuera del mercado hay más vida que dentro del mismo. Y que después de cierta hora, según los propios locatarios, “ya no parece Chile”, al menos no el de antes de la pandemia. Ahora se escuchan diferentes idiomas y venta de artículos que antes no. La diversidad de nacionalidades se evidencia con facilidad.
Algunos locales se mantienen sin arrendar desde el estallido y hay otros que, simplemente, están de vacaciones. Ninguno, con excepción de las pescaderías, abre antes de las nueve de la mañana y absolutamente todos cierran a eso de las cinco y media de la tarde. ¿La razón? Incluso los fines de semana, a pesar de que ya parece haber pasado lo peor, hay menos turistas que antaño. Y afuera hay mucha inseguridad.
María Elena (52) junto a su suegra de 75 años eligen un buen pescado fresco para llevar. Entre ambas traen dos carros cargados. Antes pasaron a la Vega Central por frutas y verduras. Son de Santriago y llegaron en micro. María Elena asegura que vienen al mercado hace años, pero solo de vez en cuando, a elegir lo más fresco y bonito.
De la Vega cruzaron el Mapocho por calle Puente: “Antes no estaba así, está lleno de ambulantes”. A pesar de que las personas que trabajan diariamente en el sector aseguran que hay más presencia de policías y seguridad ciudadana, ella advierte que “igual se ven personas robando” y relata que más temprano en la mañana se fijó en un “lanza” que seguía a unas jovenes desprevenidas. “Hay que andar con cuidado, es gente que se nota que anda robando”.
Cuando va, lleva lo justo y necesario: ”Traigo el puro carrito. El celular y la chauchera los meto en la pretina del pantalón y lo tapo con la polera, pero ni documentos ando trayendo”.
Un oasis en pleno Santiago
El interior del famoso Mercado Central se ha convertido en una especie de oasis.
Francisco Morgado, dueño del local El Galeón, dice que la experiencia que ofrece su restaurante “es como estar en el barrio alto, pero cuando el cliente sale, sale a la India”. A pesar de eso, se muestra optimista: ”Ese entorno en un momento dado va a cambiar -tiene que cambiar- pero falta mucho todavía”, aludiendo a los cambios que ha visto desde el accionar municipal.
Si bien la experiencia se aleja a su época dorada, cuando su éxito y convocatoria era tal que resultaba imposible caminar por los pasillos en busca de pescados, mariscos y platos frescos, aún llegan tuistas, principalmente de cruceros o como parte de algún tour, a almorzar en los restaurantes más reconocidos del icónico espacio declarado monumento nacional.
Arturo Urrutia, director de Prevención y Seguridad de la Municipalidad de Santiago, indica que desde hace tres semanas han intensificado su presencia en el sector del Barrio Chimba con operativos diarios. Se trata de una estrategia basada en tres pilares fundamentales: “Copamiento preventivo, reordenamiento del espacio público y el empoderamiento de los locatarios icónicos como La Piojera y el Mercado Central”, dice.
Esta estrategia busca recuperar la seguridad y mejorar la convivencia en este emblemático sector de Santiago. Urrutia agrega que ”somos los articuladores de trabajo conjunto con Carabineros, el SII, el MTT, la Gobernación y otras instituciones del Estado para ir atacando desde diversas aristas el comercio ilegal, los delitos más comunes y las incivilidades que afectan al sector”.
Pero aún falta mucho. A eso de las nueve y media de la mañana camino al Mercado, ya sea desde Plaza de Armas o bordeando el Mapocho, abundan -y siguen llegando- los comerciantes ambulantes que se instalan en el suelo ofreciendo zapatillas, ropa y distintos cachureos. A medida que avanza el día este fenómeno se extiende por varias cuadras y, según haya o no presencia de seguridad, se instalan cada vez más cerca del Mercado.
En la explanada frente a la puerta principal del emblemático edificio se encuentra una garita de Carabineros de Chile que tiene como finalidad entregar asistencia a las personas que visitan y circulan por el sector. A ella los ciudadanos pueden acudir para realizar denuncias y también están habilitados para realizar procedimientos.
Mientras que dentro y afuera del Mercado los comerciantes autorizados apuntan con seguridad que el problema es el comercio ambulante que se tomó el pasaje Puente: ”Todo este sector es patrimonio, pero aquí están pasando cosas horribles todos los días”.
Si bien los locatarios reconocen que ha habido mejoras en cuanto a seguridad, incluso destacando fiscalización vehicular y a transeúntes, que no habían visto antes, advierten que el entorno sigue inseguro: “La prostitución y el tráfico son cosas de todos los días”, señalan, invitando a “ver el panorama” que se genera desde las 6 de la tarde, cuando ya el Mercado Central cerró y la seguridad que hay durante el día, aseguran, se ha ido.
Además, varios denuncian que desde la municipalidad “no se hacen cargo de nada, limpian la salida del Metro en la mañana, pero para acá nuestros locales por los que pagamos arriendo todos los meses, nada”. Aunque muchos de estos comerciantes autorizados reclaman descontento por la situación, se niegan a hablar con nombre y apellido, pues sienten al comercio ambulante como una amenaza -comercial y física- y abandono y enojo con la municipalidad.
Recuperar el patrimonio
En una de las pescaderías más antiguas del Mercado uno de sus venedores cuenta que en los 40 años que lleva trabajando ahí ha visto cómo el barrio se ha ido deteriorando. “Antes habían cuatro bancos a la redonda, todos se fueron y se puede imaginar porqué”, reflexiona. Luego confiesa con algo de incomodidad: “Da rabia ver cómo en algunos lugares los inmigrantes cocinan nuestra comida típica y que los mismos chilenos prefieran ir allá”.
Desde los puestos de atrás, más cercanos al pasaje 21 de Mayo y la calle San Pablo, recuerdan que hace tan sólo unos meses el Mercado estaba en condiciones horribles y que incluso se hizo viral una denuncia en TikTok. Y aunque ahora, en compañía del aumento en la presencia de carabineros y seguridad ciudadana, se han hecho arreglos a la infraestructura. “Cuando llegan a fiscalizar al frontis, los comerciantes se vienen todos para acá atrás”.
Respecto a las mejoras, cuentan, que han sido financiadas con fondos SERCOTEC y otras que son atribuidas a la grabación de una teleserie, falta darle visibilidad a esos arreglos “para que los mismos chilenos vuelvan a encantarse con la tradición, todo esto es chileno”.
Algunos, ya cansados con la situación, siguen con incertidumbre de que el Mercado pueda volver de una vez por todas a ser lo que era antes. A pesar de que las criticas que algunos hacen discretamente hacia la administración del Mercado Central se repiten, y que la relación entre locatarios es casi inexistente, agradecen al menos las mantenciones realizadas en el suelo, techo, fosas y frontis, y esperan recuperar el edificio y el espíritu de este patrimonio nacional.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.