El medioambiente, el otro beneficiado con el fin del uso de la mascarilla en Chile

VALPARAISO: Vida diaria en una pandemia
FOTO: MIGUEL MOYA/AGENCIAUNO

Desde abril de 2020 se hizo obligatoria la utilización de tapabocas en el país, lo que implicó toneladas de basura extra, pero también, según los expertos, un retroceso en prácticas que parecían haberse dejado atrás.


A partir del 1 de octubre de 2022, el uso de mascarilla a raíz de la pandemia del Covid-19 dejará de ser obligatorio en Chile y con ello llegarán a su fin dos años, cinco meses y 13 días de uso normado por el Ministerio de Salud. En total, 896 días (desde el 17 de abril de 2020) que mermaron diversos aspectos del quehacer diario y personal, y que, independiente de sus beneficios sanitarios y la contención de los contagios, trajeron grandes perjuicios para el medioambiente, fruto del plástico adicional que implicaba el momento de desecharlas. La basura Covid, que le llaman.

Y es que el peso aproximado de una mascarilla es de cuatro gramos. Y si durante la pandemia cada uno de los chilenos que estaba obligado a utilizarla (más o menos 15 millones) usaba dos por jornada, los cálculos de las autoridades apuntan a que, al día, en el país se ocupaban casi 30 millones, lo que equivale a 900 millones de cubrebocas mensuales. Esto implicaba 3,6 toneladas de basura al mes y 104 toneladas acumuladas en la crisis sanitaria.

“Sin duda que tiene muchos aspectos positivos dejar de usar mascarilla, como que nos está yendo mejor en términos de pandemia. Pero la carga ambiental que tuvo el Covid, no solo en términos de mascarilla, sino que de costumbres de la gente, los hábitos forzados como embalajes o servicios plásticos desechables, tuvo un impacto que es un retroceso de varios años dentro de la contabilización de plástico en el ambiente. Es una buena noticia desde todo punto de vista, sobre todo del ambiental, pero también cultural”, dice sobre el desuso de la mascarilla desde fin de mes Camila Fernández, directora del Centro Copas Coastal y especialista en biogeoquímica marina de la U. de Concepción.

En esa línea, para Reinalina Chavarri, directora del Observatorio de Sostenibilidad de la Universidad de Chile, “los utensilios que son beneficiosos para algo -de ahí su utilidad- no siempre son beneficiosos para el medioambiente”. Así, la utilidad de la mascarilla, que es ofrecer protección y seguridad para la salud humana, una vez concluida su vida útil se convierte en residuo. Por eso, aunque cree que no terminará definitivamente con su uso, sí asegura que la medida de eliminar su obligatoriedad bajará los volúmenes de consumo, lo que disminuirá la presión sobre los ecosistemas.

La mascarilla ha llegado para quedarse. Ahora los diseñadores, ingenieros ecólogos y otro sinfín de profesiones tienen una oportunidad para desarrollar mascarillas, por ejemplo, basadas en plantas o desperdicios de alimentos, como la piel del tomate que se diluye en el agua. Es una oportunidad para innovación social y tecnológica”, señala.

Por su parte, Javier Naranjo, el último ministro de Medio Ambiente del gobierno anterior, expone que aunque la mascarilla fue un elemento esencial para poder hacer frente y combatir la pandemia, “sin embargo, sabido es que las mascarillas no son reciclables, salvo un par de pilotos de excepción que se realizaron”. Por eso, agrega, “si bien desde el punto de vista ambiental es muy relevante que ya no haya mascarillas, se hace sumamente necesaria la creación de un plan o medida para poder enfrentar la recuperación de estos residuos y desecharlos de la manera que mejor corresponda, cuidando el medioambiente”.

En ese orden, Ladera Sur, grupo multidisciplinario que comunica y educa sobre el medioambiente, informó durante la pandemia que las mascarillas desechables se fabrican con varias fibras de plástico, principalmente polipropileno, que permanecen en el medioambiente durante décadas, incluso siglos, fragmentándose en microplásticos y nanoplásticos cada vez más pequeños. El problema de este tipo de plásticos, aseguraban, es que son “increíblemente nocivos”, ya que se van acumulando en medios terrestres y marinos, ocasionando graves daños tanto a la biodiversidad como a los seres humanos.

No por nada tanto el gobierno anterior como el actual apoyaron campañas tendientes a mitigar la contaminación provocada por las mascarillas. ‘Viraliza Conciencia’, se llamó, por ejemplo, la iniciativa patrocinada por el Ministerio del Medio Ambiente durante la administración Piñera y que, entre otras cosas, disponía de contenedores especiales de desecho de cubrebocas en establecimientos escolares.

Al inicio de la pandemia faltó un montón de información. Había puntos de reciclaje, pero era poco claro cómo se reciclaba. Y lo otro es que se empezó a hablar tarde de los efectos que todo esto podía tener en el medioambiente”, asegura la directora del Centro Copas Coastal de la U. de Conce.

El tiempo, sin dudas, fue entregando más información sobre los efectos adversos de, entre otras cosas, la mascarilla. Así, por ejemplo, para las recientes Fiestas Patrias, fue la misma cartera medioambiental, ahora bajo la administración Boric, la que viralizó una campaña que apuntaba a que “la peor resaca de septiembre es ambiental y es tiempo de combatirla”.

Dentro de otras cosas, y si bien destacaban a la mascarilla “como instrumento vital para evitar la propagación del virus”, también apuntaban a que, sin embargo, “se pueden transformar fácilmente en un residuo contaminante”, informando que puede llegar a tardarse 450 años en descomponerse.

Y ponían, a su vez, un ejemplo: “Si una persona usa una mascarilla diaria en Chile, entonces se desechan 17 millones de mascarillas cada 24 horas. Esto equivale a botar más de dos toneladas de plástico adicionales al ecosistema, que corresponde al peso de 13 ballenas azules”. Por eso recomendaban que para el 18 las personas se encargaran de recolectar la mascarilla usada y botarlas en bolsas plásticas reutilizables.

Asimismo, a inicios de año, la Municipalidad de Santiago, en conjunto con CMPC, firmaron un acuerdo para reciclarlas, a través de 13 puntos donde se podrían depositar. Una vez recolectadas, las mascarillas eran trasladadas a la planta Unidad de Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Concepción, donde se reciclarían, transformándolas en distintos productos plásticos, como bandejas o maceteros.

Con todo y a pesar de esos esfuerzos, Camila Fernández apunta al retroceso en conciencia ambiental que generó la pandemia y su basura Covid. “La gente ya estaba más o menos comprometida con no usar cosas plásticas, pero durante casi tres años estuvieron obligados a usarlas por temas sanitarios. Se produjo una deseducación ambiental difícil de poner en cifras”. Por eso, asegura, para los ambientalistas el daño llegó por varias bandas, no solo por los elementos de uso de una sola vez -como la mascarilla-, sino también por lo cultural, con “prácticas que nos mantenían seguros ante el Covid, pero que habíamos superado en términos sociales”. Por eso, cierra, “a medida que las cosas se vayan normalizando, como el desuso de la mascarilla, podremos volver a esa sustentabilidad que estaba bien encaminada en Chile”.

Mascarillas en el mundo

Y si en Chile fue un problema con sus ahora casi 18 millones de habitantes, en el mundo la crisis medio ambiental fue mayor. Así, según un estudio de Environmental Advances, se estimó que casi 130 millones de mascarillas se llegaron a utilizar mensualmente en todo el mundo durante el peak de la crisis y que una sola mascarilla puede liberar hasta 173.000 microfibras en el mar cada día.

En esa línea y según un informe de la ONG OceansAsia, en 2020 los océanos recibieron 1.560 millones de mascarillas, lo que se traduce en una contaminación extra de entre 4.600 y 6.200 toneladas adicionales de plástico, solo una pequeña fracción de los ocho a 12 millones de toneladas métricas de plástico que ingresan a los océanos cada año.

Los materiales que se utilizan para su fabricación (de mascarillas) no son biodegradables. Por lo tanto, la decisión es reducir o reutilizar, pero si ante razones sanitarias no se puede, ¿qué hacer? La biomimética ofrece soluciones, y también aquellas fabricadas de tela que son lavables”, cierra desde la U. de Chile la directora del Observatorio de Sostenibilidad.

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