El peor gobierno de la historia
Sebastián Piñera es, por lejos, el líder más importante que ha tenido la derecha en los últimos 32 años. (...) Pero luego de ocho años, en dos períodos, el balance es muy amargo.
Hábilmente, la futura ministra Camila Vallejo comienza a marcar la pauta política de la futura administración, al afirmar que el de Sebastián Piñera ha sido el peor gobierno de la historia. Evidentemente, eso no es así, porque la mayoría de los chilenos sabe que el peor gobierno de la historia fue el de Salvador Allende, que en apenas 1.100 días destruyó social, política y económicamente al país, quitándose la vida cobardemente sin asumir ningún tipo de responsabilidad.
Pero, ¿ha sido tan nefasto el gobierno de Sebastián Piñera? Evidentemente que sí.
Después de triunfar con un 55% de los votos en segunda vuelta, el Presidente Piñera prometió que llegarían los tiempos mejores y que la gran misión de su gobierno sería dejar como legado un Chile más justo, próspero y solidario. Luego de 1.459 días, el resultado es todo lo contrario: Chile es hoy más injusto, decadente y egoísta. El prometido crecimiento económico nunca llegó, porque hoy Chile está más pobre, inestable y endeudado que en 2018; las seguridades frente a la migración irregular, la delincuencia y el terrorismo se desvanecieron rápidamente, de la mano de un gobierno incompetente e incoherente que termina, literalmente, con estados de emergencia en territorios sin Estado de Derecho vigente. En materia institucional, las instituciones están en el suelo, sin legitimidad ni confianzas, y nuestra Carta Fundamental ha sido desechada, reemplazada por un adefesio jurídico que está siendo elaborado por una Convención radical de izquierda.
Sin duda, para mitigar el dolor y la decepción de este fracaso se aludirá a la pandemia como un ejemplo de gestión y salvación de vidas; o al encauzamiento del estallido delictual en un proceso de reconfiguración constitucional como una alternativa al derramamiento de sangre. Se dirá también que al frente se tuvo a una oposición miserable y que la coalición de gobierno careció de lealtad, coraje y compromiso para defender al gobierno políticamente. Se argüirá, finalmente, que difícilmente otro gobierno habría enfrentado de mejor manera un estallido, una pandemia y una guerra en un mismo período. Excusas legítimas y válidas, por cierto, pero absolutamente insuficientes.
Sebastián Piñera es, por lejos, el líder más importante que ha tenido la derecha en los últimos 32 años. Doctor en Economía de la Universidad de Harvard, exitoso en la política y también en los negocios, con una trayectoria pública y privada que lo habilitaba para llegar a la Presidencia y descollar con su reconocida capacidad e inteligencia. Pero luego de ocho años, en dos períodos, el balance es muy amargo. Los símbolos de ese fracaso es que le pasará la banda presidencial a un joven de 36 años, sin título profesional e inexistente trayectoria laboral fuera de la política; legará una coalición política fragmentada y sin liderazgos de futuro, y entregará un país convulsionado social y económicamente, en medio de un proceso de refundación que solo traerá más división y menos progreso para Chile.
Nunca he dudado del compromiso y las buenas intenciones del Presidente Piñera. Tampoco pongo en duda el enorme trabajo y compromiso que hicieron sus ministros, subsecretarios y funcionarios de gobierno que, honestamente, dieron lo mejor de sí para enfrentar circunstancias políticas, sociales y económicas muy adversas. Pero tengo la convicción de que la historia, respecto de este segundo período, será muy dura con Sebastián Piñera y que, ni de cerca ni de lejos, se salvará del juicio crítico que lo convierte, probablemente, en el peor gobierno de la historia reciente. Hasta ahora.
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