“Fuimos sometidas a un ambiente en el que el abuso de poder y conciencia eran lo común”: 32 exconsagradas firman carta abierta contra los Legionarios
En la misiva a la que tuvo acceso La Tercera, las mujeres que fueron parte del movimiento del Regnum Christi, que luego dio paso a los Legionarios, respaldan la demanda conocida hace poco en contra de la agrupación católica. "En nuestra experiencia dentro de esas comunidades, el relato no sólo es verosímil, sino además, propicio a generar las condiciones para un entorno en donde pudiesen suceder actos atentatorios, incluso aquellos de la más alta gravedad, en contra de las personas", aseguran.
“El contexto relatado en la denuncia nos parece verosímil”. Esa es la consigna que un grupo de 32 exconsagradas del Regnum Christi busca instalar con una carta conjunta en la que abordan algunos detalles de sus propias experiencias mientras fueron consagradas o integrantes del centro estudiantil donde se formaban como tales. Es a través de este texto de dos planas, al que tuvo acceso La Tercera, con el que quieren respaldar la demanda en contra de los Legionarios de Cristo -surgidos del Regnum Christi- por abusos sexuales, de poder y conciencia interpuesta a fines de junio por una mujer que inició -pero no terminó- el camino para ser consagrada como ellas. En el fondo, lo que buscan decir es que no es sólo un caso local ni aislado.
“A raíz de la demanda filtrada en agosto en contra de los Legionarios de Cristo y consagradas del movimiento Regnum Christi, queremos levantar la voz y aportar información que contribuya a comprender dicha demanda a la luz del conocimiento, circunstancias y situaciones vividas por nosotras mientras fuimos consagradas o integrantes del centro estudiantil”, comienza el escrito, el que prosigue así: “En nuestra experiencia dentro de esas comunidades, el relato sobre el contexto de la congregación Legionarios de Cristo y las consagradas del Regnum Christi’, no sólo es verosímil, sino además, propicio a generar las condiciones para un entorno en donde pudiesen suceder actos atentatorios, incluso aquellos de la más alta gravedad, en contra de las personas. Fuimos sometidas a un ambiente en el que el abuso de poder y conciencia eran lo común, y en donde las agresiones sexuales, que se describen en la demanda, sí se pudieron haber dado”.
En tal sentido, en su texto las 32 exconsagradas pretenden hacer ver que las actitudes descritas serían algo sistémico del Regnum Christi, incluso trascendiendo las fronteras chilenas, con firmantes de otras nacionalidades. “Entendemos que es difícil, para quienes no han vivido una realidad como ésta, dimensionar el efecto que este modo de vida tiene en el pensamiento, el sentir y en la conducta de una persona. Para nosotras, que lo vivimos desde dentro, aún hay aspectos difíciles de interpretar de nuestra propia historia”, aseguran. Y agregan: “Todas las normas, que hoy cualquiera es capaz de entender como inhumanas y dañinas, las cumplimos en la creencia y confianza de que buscábamos vivir en lealtad y amor a Dios, sin cuestionarlas, convencidas por nuestros superiores, de que procedían del mismísimo Dios”.
Así, el texto prosigue con algunos antecedentes “que aportarán claridad sobre el contexto que se relata en la demanda”. Antecedentes que, añaden, “han sido parte de los cimientos de la vida en comunidad de las consagradas del Regnum Christi, tanto en Chile como en otros países”.
“El fundador (Marcial Maciel) fue un líder venerado e incuestionable. Cualidades que se les atribuían a todos los superiores y directoras”, dice uno de los puntos, justo antes de otro que señala que “las consagradas debían ceder ‘el propio juicio en favor de ellos (autoridades y superiores), como holocausto agradable a Dios’, es decir, como un acto de abnegación total llevado a cabo por amor, según señalaban los estatutos”.
Pero, además, relatan que sobre ellas recaía un “control exigente del uso del tiempo, monitoreado al detalle y de forma rigurosa por parte de los superiores, lo que le daba al director el dominio absoluto de la ubicación y actividad de cada miembro de su comunidad”, además de prohibiciones “de cuestionar cualquier mandato o requerimiento de los superiores”, así como de “develar pensamientos, emociones y vivencias personales, ya sea al interior de las comunidades como hacia afuera de ellas”. Esto quería decir, según explican en su carta, “que no podíamos compartir nuestro fuero interno con nadie -ni con compañeras, ni con familiares, ni amigos previos al ingreso-, salvo con nuestros directores. El tener amistades era considerado ‘ser infiel a Dios’. De esta manera nos mantenían aisladas unas de otras, y en muchos casos, muy dependientes afectivamente de los directores”.
Asimismo, reseñan que mientras estaban bajo el techo de las casas formativas había “falta de acceso a prensa, medios de comunicación y publicaciones, salvo noticias previamente seleccionadas”, así como que les retenían sus documentos personales. “Y podríamos seguir enumerando”, aseguran.
“Entregamos muchos años de nuestras vidas para servir en un movimiento fundado por un sacerdote que, bajo apariencia de líder carismático, fue un reconocido pederasta y drogadicto, que hacía uso de múltiples identidades mediante documentos falsos; con varias mujeres e hijos, contrario a toda norma civil de cualquier país, y peor aún, contrario a la figura sacerdotal profesada por la Iglesia Católica”, prosigue el texto, el que añade que ese modo de vivir “es conocido sólo por quienes han pertenecido a comunidades de consagradas de este movimiento. Nadie fuera de las mismas tendría cómo saberlos y son cruciales para entender por qué el contexto relatado en la denuncia nos parece verosímil”.
Como exconsagradas e integrantes del mentado centro estudiantil, cierran las firmantes, esperan “que se haga justicia, respetando la presunción de inocencia y los debidos procesos. Pero también esperamos que el poder no corrompa la justicia, y que la verdad -y sólo la verdad- salga a la luz”.
Como se ha dicho, el texto es firmado por 32 exconsagradas: María Eliana Espinosa, Susana Barroilhet, Macarena Vargas, Francisca Ruiz-Moreno, Daniela Muñoz, Rosario Correa, Lucía Ruiz-Moreno, María José Portales, Aura Escudero, María José Peña, Delfina Trossero, Lucía Huvelle, Guadalupe Poitevin, Alison Benson, Marta Halvová, Fernanda Sarmet da Silva, Cris Rosá, Marcia Elisa Ameriot, Mariana Lamberti, Cristina Gaber, Adriana Lozano, Marcela Rodríguez, Elena Sada, Lorena Sada, Verónica Menéndez, María José Martínez, Paulina Maria Mitrani, Susana Flores, María Monroy, Brenda Elizalde, Daniela Orozco y Luisa Estrada.
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