Fujimorismo sin Fujimori: ¿Qué le depara al movimiento político tras la muerte del exmandatario peruano?
Ni los 25 años a los que la justicia lo condenó por violaciones a los derechos humanos, ni la red de corrupción a su alrededor lograron que el apoyo al fujimorismo decayera. Al contrario, su hija llegó a segunda vuelta en las tres últimas elecciones presidenciales. Pero sin Alberto Fujimori, la situación podría cambiar.
Decir que Alberto Fujimori marcó a fuego la política peruana de los últimos 34 años, difícilmente se trata de una aseveración arriesgada. Ya sea mediante sus políticas económicas liberales, con el llamado “fujishock”, el puño de hierro con el que enfrentó a Sendero Luminoso, o la otra cara, con probadas violaciones a los derechos humanos bajo su mandato; o el desfalco del Estado en gran parte de su círculo político, la historia de “el Chino”, como le decían por su origen oriental, su mano se rastrea tanto en el pasado como en el presente peruano. Pero ¿qué pasa con el futuro?
La muerte a los 86 años de la polarizante figura política peruana la noche del miércoles abrió una gran interrogante. ¿Podrá su movimiento, el fujimorismo, sostenerse en el tiempo? Y, más allá de eso, ¿seguirá siendo tan relevante como lo ha sido hasta ahora?
Para entender el peso del movimiento político que inició el otrora profesor de matemáticas de origen japonés, basta con mirar las últimas tres elecciones presidenciales en el país vecino. Tanto en 2011, 2016 y 2021, una constante se repitió: la de su hija y heredera política, Keiko Fujimori, llegando a la segunda vuelta. Y, en las tres ocasiones, una escasa diferencia de votos le impidió quedarse con la presidencia.
Al otro lado de la vereda, políticos tan disímiles como Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y Pedro Castillo se paraban en su contra, y ganaban. En opinión de Luis Benavente, analista político peruano y director ejecutivo de la encuestadora Vox Populi, esto se debe principalmente a que el movimiento impulsado por “el Chino”, como llamaban al expresidente que derivó en autócrata, “marca los últimos 34 años de la política electoral en el Perú. En todos los procesos es el fujimorismo versus el anti fujimorismo, y en segunda vuelta es más o menos mitad y mitad, 50 y 50 por ciento”, dijo a La Tercera.
Eso sí, delimita esta discusión al ámbito electoral, mas no a toda la discusión política. Para Benavente, “en la política regular, institucional, fuera de procesos electorales, obviamente hay otros matices hoy día en el Perú. El mundo está marcado por una guerra política entre progresistas y conservadores que cada vez es más fuerte. Y los ciudadanos, al ver que no se resuelven sus problemas, están aumentando la demanda de radicalismo. Buscan opciones extremas. No les importa que sea de izquierda o derecha, pero que tengan un tono muy fuerte, y eso no es fujimorismo versus antifujimorismo”, añadió.
La última elección en la que compitió fue en la del 2000, donde se le acusó de protagonizar un comicio fraudulento, además de competir pese a que la propia Carta Magna que él levantó lo prohibía expresamente: solo se podía aspirar a dos mandatos consecutivos, y él gobernaba desde 1990.
Tras ser condenado en 2009 a 25 años de prisión por delitos de homicidio calificado con alevosía por las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, entre otros más, su hija Keiko tomó la posta en 2011, y de ahí no salió más del balotaje. Entre medio, tras entrar y salir de la prisión de Barbadillo, finalmente el Tribunal Constitucional declara válido, en diciembre de 2023, un indulto de PPK entregado en 2017, y Alberto Fujimori se va a su hogar. Pero su capital político/electoral se ha mantenido por varios años.
No pasaría mucho tiempo para que, en junio de 2024, anunciara a sus 85 años que postularía a la presidencia, lo que fue respaldado por su heredera. Pero lejos de ser una intención real, cree Benavente, fue una jugada para posicionar a Keiko, según planteó el analista a este periódico. “Nadie lo creyó. Todo el mundo pensaba que era una jugada para trasladar respaldo a la hija. Sabíamos que la salud no le iba a favorecer”.
Sin embargo, añade que la jugada no carecía de lógica, considerando que la líder de Fuerza Popular perdió las presidenciales en las tres ocasiones “por menos del 1% de los votos”. “La presencia de Alberto Fujimori podía haber asegurado ese punto porcentual o algo más, por lo que era un buen cálculo de la matemática electoral”, argumentó.
Sobre el futuro del fujimorismo, añadió, no parece haber nada sellado. “En una tónica de humor negro, murió antes de tiempo. Porque ahora el efecto inmediato va a ser que Keiko subirá en la intención de voto, pero falta un año y medio para las elecciones presidenciales. Lo que va a subir, luego en dos a tres meses lo va a perder”, asegura.
Juan de la Puente, abogado y politólogo peruano, planteó al periódico limeño La República, que la “desaparición (de Fujimori) es un alivio para la ultraderecha, que se veía forzada a rendirle honores (…). Fuera de la escena, será más difícil para el fujimorismo rentabilizar su figura. Pasó con otros dictadores”.
Sumado a esto, está la creciente demanda en Perú por ocupar el puesto del abanderado presidencial de la derecha ultraconservadora, sitial que antes tenía indiscutidamente tanto Alberto como Keiko Fujimori.
“Ahora en ese espacio hay otros jugadores, como Rafael López Aliaga, alcalde de Lima; Phillip Butters, un periodista que, se sospecha, quiere ser candidato presidencial, y posiblemente en ese esquema también entre la eventual candidata del partido aprista Carla García, hija de Alan García. Donde Keiko jugaba sola, ahora hay cuatro contendientes, por lo que el panorama electoral para ella no es favorable, definitivamente”, cerró Benavente.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.