Futuro de Barros en cuenta regresiva: Inminente salida de obispo del Episcopado

Barros
El obispo de Osorno, Juan Barros Madrid, durante la visita del Papa Francisco. Foto. Aton

Se espera que durante las próximas horas, antes de que llegue a Chile la nueva Misión Scicluna, el Vaticano comunique que el Papa Francisco le acepta la renuncia al prelado de Osorno, cuestionado por su cercanía con Karadima.


Medidas de corto, mediano y largo plazo. Eso fue lo que anunció el Papa Francisco, el pasado 11 de abril, cuando le envió una carta a los obispos de Chile, diciendo que sentía "dolor y vergüenza" por el deficiente tratamiento que la Iglesia le había dado a las víctimas de abusos y, en general, a las denuncias de este tipo.

Entre los objetivos de esas medidas el Pontífice destacó "restablecer la comunión eclesial en Chile, para reparar, en lo posible, el escándalo y restablecer la justicia".

Y ahora, según informaron diferentes fuentes de Iglesia a La Tercera PM, se está en la antesala de la primera de estas decisiones concretas: la inminente aceptación de la renuncia del obispo Juan Barros Madrid, actual prelado de Osorno, que ocurría en las próximas horas. De todos modos, el alejamiento de Barros del Episcopado se oficializará  antes de que llegue a Chile la nueva misión Scicluna, programada entre el martes 12 y miércoles 19 de junio.

"Esta decisión tiene que ver con la mala evaluación que habría en el Vaticano respecto de cómo se han manejado los obispos en todo este episodio", se comentó, fundamentalmente después de su encuentro con el Papa en el Vaticano, ocurrido a mediados de mayo.

Junto con el retiro de Barros del Episcopado, la siguiente medida que se maneja en el Vaticano sería la aceptación de la renuncia de los prelados de Talca, Horacio Valenzuela, y Linares, Tomislav Koljatic, ambos apuntados como cercanos al ex párroco de El Bosque, Fernando Karadima (condenado canónicamente por abusos), tal como el propio Barros y el obispo auxiliar de Santiago, Andrés Arteaga.

Apariciones y desencuentros

Desde aquella carta del Papa a los obispos, en abril, en la que por primera vez se le puso nombre y apellido a la crisis que vive la jerarquía de la Iglesia Católica chilena, se sucedieron diferentes instancias de encuentro y diálogo.

La primera fue la invitación al Vaticano a tres víctimas de Karadima: Juan Carlos Cruz, José Andrés Murillo y James Hamilton. Todo ellos le entregaron su testimonio personalmente al Papa Francisco, en la casa de Santa Marta, que es la residencia del Pontífice.

Luego vino la visita de los 31 obispos activos de la Conferencia Episcopal a Roma, más tres eméritos, a quienes en su gran mayoría no se les permitió alojar en Santa Marta. Fue en esta instancia, en el último día del encuentro, donde todos presentaron su renuncia.

Y recientemente ocurrió la visita al Vaticano, también tras una invitación personal del Pontífice, de seis sacerdotes y dos laicos, quienes fueron víctimas de abusos de Karadima o acompañaron a personas que sufrieron distintas formas de apremio en ese entorno.

En todo este escenario, en el cual el Pontífice ha mostrado de diferentes maneras su evaluación negativa de la forma como la jerarquía de la Iglesia chilena ha manejado los casos de abusos y su relación con los feligreses, se anunció la semana pasada una segunda misión a Chile del arzobispo de Malta, Charles Scicluna, y del notario eclesiástico, el sacerdote español Jordi Bertomeu.

Sin embargo, esta nueva misión pastoral, a diferencia de la que ambos religiosos efectuaron en febrero pasado, cuando llegaron al país para recabar testimonios respecto del supuesto encubrimiento del obispo Juan Barros, tiene dos lugares claros de asentamiento: las diócesis de Santiago y Osorno, donde justamente se han concentrado las denuncias, con cuatro días para cada una.

Se espera que en esta visita también se anuncien medidas de corto plazo. Porque, efectivamente, pareciera que los plazos van acortándose.

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