Guillermo Teillier: el hombre que autorizó el asesinato de Pinochet

FISCAL MILITAR FERNANDO TORRES SILVA - RECONSTITUCION DE ESCENA DEL ATENTADO CONTRA AUGUSTO PINOCHET UGARTE - OPERACION SIGLO XX - FPMR - REGIMEN MILITAR - CUESTA LAS ACHUPALLAS - CAMINO AL CAJON DEL MAIPO - FRENTE PATRIOTICO MANUEL RODRIGUEZ. 07.09.1986 / FONDO HISTORICO - CDI COPESA
Reconstitución de escena del atentado a Augusto Pinochet Ugarte. Foto: Archivo Copesa.

El recién fallecido timonel del Partido Comunista y exdiputado Guillermo Teillier fue, entre 1982 y 1987, jefe de la Comisión Militar del PC y responsable de la coordinación política entre el partido y su brazo armado, el FPMR. Durante sus años a cargo, llevó adelante algunas de las acciones más audaces de esta organización. Bajo el nombre falso de Sebastián Larraín, vivió en la clandestinidad, alejado de sus hijos y cambiándose de casa periódicamente.


La noche del 31 de diciembre de 1985, los miembros de Equipo de Dirección Interior (EDI) del Partido Comunista, encabezados por Gladys Marín, se reunieron en una casa en los cerros de Valparaíso para celebrar lo que creían sería la llegada del “año decisivo” para la derrota de la dictadura cívico-militar que 13 años antes había derrocado al gobierno del Presidente Salvador Allende.

Mientras la mayoría festejaba, en un rincón de la casa, Guillermo Teillier hacía caso omiso a la algarabía y seguía absorto la señal en onda corta de Radio Nederland a través de una vieja radio a batería, con la esperanza de escuchar los acordes de Gracias a la vida, una de las canciones más famosas de Violeta Parra.

Salvo Teillier, ninguno de los otros dirigentes comunistas presentes en esa fiesta de Año Nuevo sabía el significado que tenía el que esa noche, desde Holanda, tocaran esa canción. Se trataba de un mensaje en clave, convenido sólo unos días antes por unos pocos miembros del aparato militar del Partido Comunista, para señalar el éxito del primer desembarco masivo de armas destinadas al Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), una suerte de ejército irregular creado por el PC para enfrentar a la dictadura del general Pinochet.

Pero el inicio de 1986, el “Año Decisivo”, no resultó como esperaba. Teillier debió conformarse con apagar la radio de onda corta sin haber escuchado Gracias a la vida. Sin decir nada a sus compañeros, se concentró en disimular su preocupación y temor. Algo malo había pasado, de eso estaba seguro.

A esa misma hora, en alta mar, fuera de las 200 millas del territorio marítimo patrullado por la Armada, frente a la costa de la Región de Atacama, el mal tiempo y un oleaje de más de dos metros de altura había impedido a la goleta pesquera “Chompalhue”, en manos del FPMR, reunirse con la nave “Altavista” y proceder al desembarco de varias toneladas de armas. En su mayoría eran fusiles M-16, lanza cohetes M72 Low, explosivos C-4, abandonados por el ejército estadounidense en 1969 en Vietnam, y que el régimen cubano de Fidel Castro había reunido para entregárselos a los chilenos.

Debieron pasar varios meses antes de que volvieran a intentarlo, esta vez con una mayor preparación logística. De cada uno de esos pasos, Teillier fue uno de los pocos dirigentes comunistas chilenos que estuvo al tanto. Era su tarea como jefe de la Comisión Militar del PC y responsable de la relación entre el partido y el FPMR en el periodo en que se llevaron a cabo algunas de las acciones más audaces del aparato armado del partido, entre ellos el desembarco de armas en Carrizal Bajo, en la Región de Atacama, y el fallido atentado a Pinochet.

Entre 1982 y 1987, Guillermo Teillier no sería Guillermo Tellier, sino que Sebastián Larrraín. Nombre falso que le permitió cubrir sus actividades clandestinas como jefe de la Comisión Militar durante el periodo en el que se creó y consolidó el Frente Patriótico Manuel Rodríguez para llevar adelante la estrategia de sublevación nacional de masas propuesta por la directiva comunista para combatir a la dictadura de Pinochet.

No fue sino hasta marzo de 2013 que el propio Teillier admitió en una entrevista en La Tercera lo que desde muchos años antes era un secreto a voces.

-¿Autorizó usted el atentado a Pinochet? –le preguntó el periodista Juan Cristóbal Peña.

-Sí, por supuesto. Fue una decisión del partido -admitió Teillier.

Para el golpe de Estado de 1973, Teiller era un dirigente intermedio del PC en la ciudad de Valdivia, prácticamente un desconocido, condición que terminaría salvándole la vida a mediados de 1974, cuando, tras asistir a una reunión clandestina del partido, fue detenido por agentes del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA).

Permaneció seis meses detenido en los sótanos de la Academia de Guerra (AGA) de la FACh. En un libro testimonial, escrito en tercera persona, Teillier relató los horrores que vivió en ese periodo, en los que estuvo esposado, vendado y sometido a violentos interrogatorios y torturas.

Del AGA fue trasladado a diferentes campos de prisioneros, en los que estuvo recluido por dos años. A fines de 1977 recuperó su libertad y en vez de irse al exilio, como muchos otros, decidió quedarse en Chile. Lentamente, buscó rehacer su vida. Trabajó como obrero de la construcción y restableció nexos con el PC en un momento especialmente duro para los comunistas.

Ese mismo año, los organismos de seguridad de la dictadura habían concentrado la represión en el PC. En cosa de meses lograron descabezar por completo a dos directivas clandestinas en Chile del Partido Comunista. Más del 80% de los dirigentes de primera línea y sus figuras más relevantes que se habían quedado en Chile habían sido detenidos y sus cuerpos hechos desaparecer.

Con sus principales jerarcas en el exilio (Luis Corvalán se encontraba en Moscú, tras ser liberado a fines del 76 del campo de prisioneros en Isla Dawson e intercambiado por el disidente y escritor ruso Vladimir Bukovsky; Volodia Teiltemboim, Manuel Cantero y Rodrigo Rojas, también se encontraban en el extranjero), y otros estaban detenidos o muertos, el PC llamó a algunos dirigentes regionales para asumir la conducción del partido dentro de Chile. Se le llamó el Equipo de Dirección Interior (EDI), precisamente para dejar en claro que no tenía total autonomía, sino que formaba parte y se supeditaba a las decisiones que tomaban desde el exilio los miembros de la dirección exterior.

Cuando le pidieron integrarse a la EDI, Teillier se resistió un poco. Temía estar “quemado” debido a su anterior detención, por lo que pidió que buscaran a otro. Pero, la decisión ya estaba tomada. En la primavera de 1977, con la chapa de “José” y con sólo 33 años de edad, Teillier pasó a formar parte de la dirección interior del Partido Comunista junto a Nicasio Farías (“Héctor”) y Cifré Cid (“Mariana”), a la que poco después se sumaron Gladys Marín y Manuel Cantero. Entre las prioridades estaba rearticular al partido y fortalecer las áreas de seguridad e inteligencia.

gladys marin
Gladys Marín regresó clandestinamente a Chile en 1978 para incorporarse al Equipo de Dirección Interior del PC.

El costo sería enorme para él. Desde entonces y por más de una década, por seguridad debió alejarse de sus hijos, a los que casi no vio, pese a que los dos mayores, frutos de su primer matrimonio, quedaron bajo el cuidado de la madre de Teillier. Vivía solo, por lo general en departamentos en el barrio alto, los que iba cambiando periódicamente al igual que las “leyendas” que tenía que crear para dar una apariencia real a las identidades falsas que usaba. A veces fue médico, a veces empresario, por momentos profesor o académico. Primero fue “José”, luego se llamaría “Roberto”, “Fernando”, “Carlos” hasta convertirse en Sebastián Larraín, el hombre que autorizó el asesinato de Pinochet.

Separarse de la familia, de los hijos, es complejo, más complejo que cualquier otra cosa. Pero si usted es un dirigente responsable, si le piden hacer un sacrificio de esa naturaleza, claro que lo va a hacer, porque sabe que está retribuyendo a otros que perdieron la vida”, dijo Teillier en la mencionada entrevista a La Tercera.

Desde el mismo día del golpe, los comunistas chilenos habían enfrentado no sólo la represión de manos de la dictadura, sino también la humillación de parte de sus llamados “hermanos mayores”. Los líderes en la Unión Soviética, la RDA y Cuba les enrostraban no haber defendido al gobierno de Allende. Por el contrario, los viejos jerarcas comunistas chilenos habían ordenado el repliegue de sus militantes para evitar el exterminio. Para entonces, el PC contaba con menos de mil militantes con alguna formación en autodefensa, uso de armas ligeras y técnicas básicas de seguridad. La “vieja guardia” de dirigentes comunistas liderados por Corvalán y Teitelboim, pese a haber sufrido en carne propia la persecución durante el gobierno de González Videla y la “Ley Maldita”, siempre habían privilegiado la vía institucional, descuidando casi por completo el aspecto militar en un partido que se autodefinía como revolucionario.

Por lo mismo, en las reflexiones y mea culpa posteriores al golpe, los comunistas se referirían a ese hecho como el “vacío histórico”. Pasarían varios años antes de que buscaran la forma de “enmendarlo”.

Con el apoyo del entonces líder de la RDA, Erich Honecker, el PC chileno estableció en 1975 en la Universidad Karl Marx, en Leipzing, un pequeño grupo de estudio académico dedicado a analizar la derrota de la Unidad Popular y las formas de enfrentar a Pinochet. Al alero de este grupo, que los alemanes orientales bautizaron como Latinoamerikanseminar de la Sektion Geshite, o simplemente el “Grupo de Leipzig”, surgirían los primeros debates orientados a fortalecer el trabajo militar del partido.

Erich-Honecker
Los líderes de la desaparecida RDA: Erich y Margot Honecker.

En el exilio, los jerarcas de la vieja guardia comunista rechazaban estos argumentos y acusaban a quienes las alentaban de promover “desviaciones militaristas” y de “ultraizquierda”. Por entonces, la línea que la dirección exterior del PC chileno imponía desde el exilio era otra: la articulación de un “Frente Antifascista” con todos los actores políticos opositores a Pinochet, incluida la DC.

Poco antes, en febrero de 1975, se había producido otro hecho que tendría importantes consecuencias. Casi al término de una reunión realizada en La Habana, que se extendió por dos días y a la que asistieron Volodia Teitelboim, Manuel Cantero y Rodrigo Rojas en representación de los comunistas chilenos, los líderes cubanos Fidel y Raúl Castro –acompañados por Manuel “Barbaroja” Piñeiro, jefe de la inteligencia cubana y del poderoso Departamento América-, les ofrecieron formar a un pequeño grupo de jóvenes comunistas chilenos como oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Cubanas.

“Para que no les vuelva a pasar lo del 73″, les dijo Fidel Castro.

FILE PHOTO: Fidel Castro and his brother Raul Castro preside over a ceremony in Havana, Cuba
Raúl y Fidel Castro. REUTERS/Rafael Perez/File Photo

Entre el 15 y el 16 de abril de 1975 se iniciaría en el más estricto sigilo el reclutamiento de los primeros cadetes que ingresarían a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos entre el contingente de jóvenes militantes comunistas que había llegado a La Habana durante la Unidad Popular a estudiar Medicina. Un año después, un grupo más numerosos de comunistas chilenos vestiría el uniforme verde oliva del Ejército cubano para formarse en el Instituto Técnico Militar de Cuba.

Otros 30 comunistas chilenos que estaban en el exilio en países europeos de la órbita socialista iniciarían en 1978 su proceso de formación militar como oficiales regulares en el ejército búlgaro.

Desde Chile, los miembros del equipo de dirección interior, encabezados por Gladys Marín y Teillier, presionaban por un giro en la estrategia del partido y criticaban la “pasividad” de la conducción de los líderes comunistas en el exilio para enfrentar a una dictadura que estaba persiguiendo y asesinando a sus compañeros. Los dirigentes comunistas que vivían en la clandestinidad en Chile abrazaron mucho antes que las cúpulas en el exilio la estrategia de la “Rebelión Popular de Masas”, que planteaba todas las formas de lucha, incluida la vía armada.

“La verdad es que no se vislumbraba una salida para la situación chilena”, diría Teillier, a inicios del 2000, sobre el debate que ocurría en esos años. “Existía la enorme preocupación de que aquí en Chile nos daban golpe tras golpe. Empezamos a discutir acá en el interior, ya estando Gladys a partir del 78, qué hacer al respecto. La conclusión a la que llegamos fue que no valía la pena seguir tan a la defensiva, por así decirlo, y que eso iba a provocar que nos fueran descabezando, matando y desapareciendo gente, y que a la dictadura no le pasaba nada. Es decir, actuaba con la máxima impunidad. Así se empezó a estudiar la posibilidad de adoptar una vía insurreccional”, explicó Teillier años más tarde.

La pugna dentro del PC estaba desatada. Debieron pasar dos años más hasta que el 3 de septiembre de 1981, luego de que el régimen militar instaurara una nueva Constitución y dejara en claro que se mantendría en el poder por varios años más, que Luis Corvalán, en un discurso en Moscú, avaló por primera vez el empleo de todas las formas de lucha como línea de acción política del PC chileno.

De todas formas, la presión de los viejos jerarcas en el exilio sobre los dirigentes comunistas chilenos a cargo de la EDI para detener sus esfuerzos por levantar una política con “perspectiva insurreccional” proseguían.

“No recuerdo exactamente si el 81 o el 82, que viajó una delegación del interior a Moscú. Era una delegación encabezada por Gladys (Marín), y también íbamos Manuel Cantero y yo (…) Después llegaron (Luis) Corvalán, (Orlando) Millas y (Jorge) Montes a plantearme que cambiara de opinión, que tenía que apoyar exactamente la resolución que había salido”, recordaría Teillier muchos años después.

Para entonces, el PC había creado la Comisión Militar, la que quedó en manos inicialmente de Manuel Fernando Contreras, “Ernesto”, un viejo cuadro comunista al que Corvalán autorizó a volver clandestinamente a Chile recién en febrero de 1980 para reorganizar lo que quedaba del Comité de Autodefensa y que pasarían a conformar el Frente 17 del PC -el que más tarde se convertiría en el Frente Cero-, el que hizo su debut durante el Festival de Viña del Mar de 1981, con atentados a las líneas eléctricas de Valparaíso que cortó las transmisiones del evento musical más grande de Latinoamérica. Ese año, además, el PC comienza a enviar a grupos de 30 jóvenes militantes comunistas a Cuba para seguir cursos de 6 meses en la base Punto Cero, la famosa escuela de guerrillas en la que se adiestraron jóvenes combatientes de todo el mundo en tácticas de insurgencia urbana y rural. Cursos que se mantuvieron hasta inicios de los 90.

Para mayo del 82, el éxito de las primeras protestas en contra de la dictadura y la crisis económica que enfrentaba el país alentaron al PC a masificar las acciones de resistencia y propaganda armada. La decisión vino acompañada de algunos cambios en la conducción del incipiente aparato militar del partido. Manuel Fernando Contreras dejaba la jefatura de la Comisión Militar. En su remplazo llega Guillermo Teillier, con la misión de coordinar el ingreso a Chile de los cuadros que se había formado en las fuerzas armadas cubanas y búlgaras y que se habían fogueado en el combate en Nicaragua. Comenzaba así a forjarse el camino para la creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Teillier una vez más adoptaría una nueva identidad y una nueva leyenda para ocultar el trabajo que ahora realizaba en el PC. Nacía así Sebastián Larraín.

“En el partido siempre se hacen consultas, nunca se impone una cosa. Los dirigentes tratan de encontrar un acuerdo y resulté elegido por la mayoría. Me dijeron: ‘Tienes que hacerte cargo’, y bueno me hice cargo”, diría muchos años después Teillier para explicar por qué asumió esa tarea.

Aunque tenía relación directa con quien sería el máximo jefe del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en Chile, Raúl Pellegrin, con quien se reunía periódicamente, Teillier no andaba armado. Tampoco tuvo preparación militar, apenas unas charlas informales en la Unión Soviética sobre técnicas para detectar si era sujeto de seguimiento o para saber si sus teléfonos habían sido intervenidos. “La dirección que yo hacía era política, no operativa”, diría Teillier en 2013.

FPMR

Una vez al mes, Pellegrin (asesinado tras el asalto a la localidad de Los Queñes, en octubre de 1988) asistía a la Comisión Militar encabezada por Teillier e integrada además por otro miembro del Equipo de Dirección Interior del PC. Allí Teillier bajaba la línea del partido y acordaban cursos de acción.

No siempre, aseguraría después Teillier, la Comisión Militar aprobaba el detalle de las acciones armadas que emprendía su brazo armado. “El problema que ahí teníamos era de seguridad. Ellos (el FPMR) hacían una planificación general, pero no podían dar a conocer las acciones. En ese sentido, era bien difícil y compleja esa relación. No es que ellos anduvieran por la libre, pero tenían cierta autonomía dentro de un marco general”, señaló en 2013.

En algunas ocasiones, incluso, afirmó Teillier en 2013 en entrevista a la Tercera, el FPMR realizó acciones que no habían sido aprobadas previamente por él. “De repente hubo situaciones que nos pillaron por sorpresa”, aseguró.

Una de esas situaciones fue el secuestro en abril de 1984 del hijo de 11 años del empresario Manuel Cruzat, destinado a conseguir financiamiento para el FPMR (30 millones de pesos de la época pagó la familia Cruzat por el rescate). “Fueron situaciones complicadas. Rápidamente las desechamos de nuestra forma de actuar”, afirmó Teillier.

Para fines de 1985, la Comisión Militar del PC, encabezada por Teillier, ya había autorizado el ingreso masivo de armas por vía marítima para llevar adelante la política de insurrección popular y prepararse para el “año decisivo” en la derrota de Pinochet. Una decisión que acrecentó el aislamiento político de los comunistas, en momentos en que las fuerzas políticas de centro y centroizquierda, agrupadas en la Asamblea de la Civilidad, ya habían iniciado negociaciones con la derecha para una salida institucional a la dictadura.

Pero las dos principales acciones planeadas para el “año decisivo” y aprobadas por la Comisión Militar del PC fracasaron estrepitosamente. El 6 de agosto de 1986, una patrulla de la CNI que andaba buscando a contrabandistas de locos en Carrizal Bajo desbarató la mayor operación que había llevado adelante el FPMR para ingresar armas.

carrizal
Parte de las miles de armas que el FPMR ingresó por vía marítima en la caleta Carrizal Bajo, Región de Atacama/ Archivo La Nación. Universidad Diego Portales.

Casi un mes después, el 7 el septiembre de 1986, un destacamento de 20 fusileros del FPMR falló en el intento de asesinar a Pinochet, cuando se desplazaba desde su casa de descanso en El Melocotón de regreso a Santiago.

El atentado contra Pinochet había sido aprobado por la Comisión Militar mucho tiempo antes. “Es una réplica de lo que ellos (el régimen militar) hicieron con nuestras direcciones. No es más que eso. Ellos atentaron con la dirección del partido. Bueno, entonces nosotros hacemos un atentado contra la persona que ordenó esos atentados”, explicaría años después Teillier sobre las razones que justificaron la decisión de ordenar matar a Pinochet.

Aunque él había autorizado el ataque contra Pinochet, por razones de compartimentaje y seguridad, no estaba al tanto de los detalles operativos, mucho menos de la fecha y hora en que se ejecutaría la llamada “Operación Siglo XX”.

atentado pinochet
Reconstrucción por parte del fiscal militar del atentado contra el general Augusto Pinochet, en la cuesta Achupallas, Cajón del Maipo./ FONDO HISTORICO - CDI COPESA

Esa tarde del 7 de septiembre de 1986, Teillier estaba en su departamento en Las Condes arrendado a nombre de Sebastián Larraín, a sólo dos cuadras de distancia de la residencia de Pinochet como comandante en jefe del Ejército, en Presidente Errázuriz.

Como diría Luis Corvalán desde el exilio, “el año decisivo había dejado de ser decisivo”. La acción militar que había llevado adelante el PC volvía a quedar fuertemente en entredicho.

En un documento interno, divulgado en octubre de 1986 bajo el título “20 resoluciones de la dirección acerca del trabajo militar”, la dirección del PC cuestionó duramente la política militar que se había desarrollado hasta entonces y la labor de su brazo armado. Incluso, planeaba detener el crecimiento del FPMR y cambiar algunos de sus comandantes.

No sólo eso, el fracaso golpearía directamente a Teillier, quien a inicios de 1987 tuvo que dejar la jefatura de la Comisión Militar. En su reemplazo asumió el cargo Jorge Insunza, uno de los principales detractores del trabajo que llevaba adelante el FPMR y de las “desviaciones militaristas” que habían guiado a la conducción del partido en los últimos años.

La decisión del PC de sacar a tres de los máximos líderes del FPMR provocaría el quiebre definitivo del grupo armado con el partido. “Cuando se produjo el rompimiento, me acuerdo que estábamos (Luis) Corvalán, Gladys (Marín) y yo, y por ellos estaba (Raúl) Pellegrin. Él leyó un documento en que planteaban que no eran enemigos del partido, que ellos seguían sintiéndose comunistas, pero consideraban que el partido estaba equivocado y habían decidido armar un Frente Autónomo. Hubo todavía varias conversaciones, algunas muy dolorosas, y concordamos en que por lo menos no nos haríamos daño mutuamente y que trataríamos de apoyarnos, y así fue como apoyamos la salida del país de muchos de ellos”, diría años más tarde Teillier.

Con el fin del FPMR y su salida de la Comisión Militar del PC desaparecía Sebastián Larraín. Teillier, con su nombre y apellido, volvía a la vida pública.

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