Isabel Allende y la epidemia en Estados Unidos: “Esto ha sido una lección brutal y supongo que estamos aprendiendo mucho”
La escritora chilena más leída en el mundo habla desde su casa en California, donde pasa la cuarentena con su marido y sus dos perras. Acaba de terminar un nuevo libro, esta vez de no ficción: una memoria sobre su historia como feminista.
Para un escritor, el encierro no es una situación excepcional. Eventualmente la naturaleza solitaria de su oficio le permite sobrellevar mejor el aislamiento. Así lo piensa la escritora Isabel Allende, quien pasa estos días en su casa en California. “En lo personal, esta cuarentena me ha afectado poco, porque estoy acostumbrada a estar más o menos aislada y en silencio, escribiendo, investigando o leyendo”, dice. La diferencia, aclara, es que ahora tiene compañía. “No estoy sola, me acompaña mi marido, Roger, y dos perras que nos mantienen entretenidos y nos dan una buena excusa para salir enmascarados y con guantes a pasearlas por los alrededores. Tratamos de pensar que esta es la luna de miel que nunca tuvimos antes, pero me imagino que si el encierro se prolonga mucho más terminaremos peleando”, dice con humor.
Radicada en Estados Unidos desde 1988, Isabel Allende puso una pausa obligada a su agenda de presentaciones, conferencias y entrevistas en torno a Largo pétalo de mar, su más reciente novela, aparecida en enero en ese país. Pero se ha mantenido en contacto con sus lectores a través de la web y las redes sociales.
Aun con más de 70 millones de libros vendidos en el mundo, Isabel Allende (1942) mantiene una gran disciplina de trabajo. De este modo, la cuarentena ha sido provechosa para ella: ya tiene una nueva obra. A un año de su novela sobre la hazaña del Winnipeg, la escritora concluyó un libro de no ficción, vinculado a su memoria y al feminismo: “Acabo de terminar un libro sobre ser mujer y feminista”, dice.
Premio Nacional de Literatura 2010, la autora de La casa de los espíritus está preocupada por la extensión de la pandemia: hace unas semanas publicó una fotografía en Instagram con guantes y mascarilla. “En esta emergencia del virus se prueban los países y las personas, sobre todo se prueban los gobiernos y los sistemas políticos y económicos”, anotó. Si bien la emergencia ha golpeado a California, donde se registran 24 mil contagios y 736 muertes, está a distancia de Nueva York, ciudad que ostenta el récord de infecciones y pérdidas humanas (cerca de 200 mil contagios y más de 10 mil muertes).
“Estoy muy agradecida por pasar esta crisis con salud y comodidad, pero pienso todo el tiempo en la gente que lo está pasando pésimo, como el personal médico y de salud que está en primera línea dando esta guerra, quienes se han enfermado o perdido seres queridos, las familias atrapadas en ambientes minúsculos y los millones de personas que están sufriendo el impacto económico del virus”, dice a La Tercera PM.
Usted ambientó Más allá del invierno en Nueva York, la ciudad donde conoció a su actual pareja. ¿Imaginó que la epidemia golpearía tan fuerte a la ciudad? En la Costa Oeste la situación es menos dramática.
Nueva York ha sufrido un verdadero cataclismo. El gobernador (Andrew) Cuomo habla a diario en televisión para informar y dar ánimo a la población. La recuperación va a ser muy lenta. Tengo familiares, amigos, editores y agentes en esa ciudad y me cuentan que la situación es peor de lo que se publica. En realidad nadie sabe cuánta gente tiene el virus ni cuántos realmente han muerto por eso. En California también la crisis ha pegado muy duro, pero hay menos concentración de gente que en Nueva York y es un poco más fácil mantener la distancia física necesaria.
Se ha dicho que esta pandemia global nos iguala, que afecta a todos por igual. ¿Qué piensa Ud.?
La pandemia nos pone en riesgo a todos y nos hace comprender que somos una sola humanidad en este único planeta, pero no la sufren todos por igual. Cómo vamos a comparar la situación de la gente que tiene medios, que puede estar en cuarentena con bienestar y que no tiene que preocuparse por el cheque del arriendo o la comida de los hijos, con aquellos que viven al día, están hacinados en viviendas insalubres, no tienen seguro médico, se están endeudando, etc. Y para qué decir cómo están los presos, los refugiados, las víctimas de violencia doméstica, los millones que viven en callampas o en la calle. Cuando se pueda estudiar los efectos de la pandemia, veremos que como siempre ocurre, la mayoría de las víctimas son pobres.
En algunos lugares han brotado reacciones nacionalistas y xenofóbicas, ¿la epidemia podría afectar la tolerancia y la vida democrática?
Esta crisis global es una gran oportunidad para los gobiernos autoritarios y los líderes populistas y nacionalistas de aumentar su poder. La gente asustada se pone paranoica y vuelve a los instintos tribales. (En los Estados Unidos se vendieron dos millones de armas en un par de semanas, como si el virus pudiera combatirse a balazos). Con miedo y una buena excusa es más fácil imponer control. En esta situación lo mejor y lo peor de la humanidad se manifiestan, es el tiempo de los héroes y los villanos.
No son pocos los autores que pronostican un cambio tras la epidemia, desde el fin del capitalismo hasta el surgimiento de una sociedad más fraterna. ¿Comparte esas esperanzas? ¿Cree que la vida cambiará tras la epidemia?
Pertenezco al grupo de los locos optimistas. La definición de crisis es peligro más oportunidad. Hay peligro de la pesadilla que mencioné en la pregunta anterior, pero también existe la oportunidad de hacer cambios profundos en la forma en que vivimos y tratamos al planeta. Esto ha sido una lección brutal y supongo que estamos aprendiendo mucho. Por ejemplo, sabemos que categorías de raza, género, clase, etc. (o los muros y barreras) que separan a la gente son ficticios. Si el dinero, las drogas, las armas, la tecnología, el virus y tanto más son globales ¿por qué no lo es la humanidad? Podemos plantearnos una civilización sostenible, más justa, pacífica, igualitaria y compasiva en la que el objetivo no sea el lucro, sino el bienestar de todos. Yo me atrevo a soñar que este puede ser el comienzo del fin del patriarcado.
¿Qué lecciones saca de esta crisis?
Esta crisis me refuerza lo que aprendí con la enfermedad y muerte de mi hija Paula: nadie conoce su propia fortaleza hasta que no se pone a prueba. Esto va a pasar - todo es temporal - y cuando eso ocurra cada uno de nosotros como individuos y como nación vamos a juzgar nuestro comportamiento. Espero que podamos estar orgullosos de la forma en que enfrentamos la prueba. Durante los brutales bombardeos de los alemanes en Londres, en la Segunda Guerra Mundial, la consigna era mantenerse en calma y seguir adelante con coraje y hasta con buen humor. Los londinenses no se quejaban, se levantaban entre los escombros, se sacudían el polvo y la ceniza y ayudaban a los demás. Hoy pueden echar mano de ese orgullo bien ganado para enfrentar la pandemia. ¿No es así con nosotros, los chilenos? ¿No es cierto que nunca somos mejores que cuando hay una catástrofe? Nuestro valor y generosidad se prueban en cada terremoto.
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