Iván Poduje, arquitecto: “Santiago retrocedió 15 años en su patrimonio y comercio”
El urbanista detalla cómo se han visto golpeadas la ciudad y su sociedad tras la destrucción que ha arrastrado desde octubre de 2019. Mayor segregación, barrios controlados por bandas delictuales y una ausencia del Estado para miles de ciudadanos son parte de su drástico diagnóstico. "Estamos frente a un fenómeno estructural de violencia instalada en la ciudad, que lamentablemente tiene una idealización, una simplificación y un uso de la clase política con fines electorales", dice.
El 19 de octubre de 2019, intentando comprender y cuantificar el efecto que el estallido social desató en Santiago, el arquitecto y urbanista Iván Poduje salió a recorrer a pie los principales focos de destrucción.
Estuvo cuatro meses trabajando en ello, período del que resultó Siete Kabezas, una extensa crónica en la que narra con relatos y mapas los golpes y cicatrices que por entonces sufrió la capital de Chile. “Lo hice hasta la pandemia, que apagó casi inmediatamente el estallido”, relata el también miembro del equipo programático del presidenciable Sebastián Sichel. Se quedó corto, pues cree que los efectos de la violencia en las calles aún están desarrollándose.
Han pasado dos años de ese recorrido, ¿cómo observa ahora a Santiago?
Recorrí 25 puntos críticos en Santiago y hay 12 que tienen daños que aún no se reparan, donde los servicios y comercios nunca más volvieron. Lo que vivimos el lunes fue la activación de estos mismos focos, donde seis se volvieron a prender. Estamos frente a un fenómeno estructural de violencia instalada en la ciudad, que lamentablemente tiene una idealización, una simplificación y un uso de la clase política con fines electorales.
¿A quién se refiere?
(Fernando) Atria, por ejemplo, lo reconoce. La distingue de la violencia del lunes pasado, pese a que fue lo mismo. Él es un tipo importante en la Convención Constituyente, por lo que es muy preocupante. Jaime Bassa, el vicepresidente, mostró una actitud distinta, lo que es muy importante.
¿No cree que Atria lo evalúa desde el punto de vista teórico?
Podría hacerlo desde ese punto de vista, pero tampoco se justifica, porque Chile está peor que hace dos años. Tenemos ciudades más segregadas, más campamentos, más inseguridad… No hay ningún avance, salvo el que la gente se gastó el dinero de sus pensiones y ahorros, creando una sensación de bienestar artificial, pasajera.
Antes, los extranjeros comparaban sectores de Santiago con ciudades de países desarrollados. ¿Cuánto retrocedió la ciudad ahora?
Depende de la comuna. La Pintana o Pudahuel, fácilmente retrocedieron 10 años. Baquedano, Lastarria, la zona del Parque Forestal o Bustamante, fácilmente retrocedieron 15 años… Desde el punto de vista de la arquitectura y el urbanismo, lo que se ha perdido en patrimonio y comercio es de unos 15 años. Y lo peor es que son las comunas más modestas las que se han visto afectadas, porque Las Condes, Vitacura o incluso Ñuñoa están igual.
O sea, ahora vivimos en una ciudad aún más desigual.
Para empezar, se retrasó en un año y medio el inicio de las construcciones de las líneas del Metro para La Pintana y Bajos de Mena, lo que implica un retroceso muy importante. Los supermercados también representan en las comunas populares un sistema de economía completo, porque albergan otros servicios, otros comercios, áreas para tomar un colectivo, y ahora sin ellos hay hoyos negros dramáticos en muchísimos puntos de la capital. Esos supermercados pasaron a ser vertederos, sin mencionar que para ir al supermercado ahora esos vecinos deben trasladarse mucho más.
¿Se puede asumir la destrucción en el centro o en barrios de la periferia como un costo adicional por vivir ahí?
En ningún caso, pero pasa. Se asume que por vivir en ciertos barrios la posibilidad de morir por una bala loca es mayor, la de introducirse a una banda delictual es mayor, la de no recibir una buena educación es mayor. Lo que sufren los vecinos de Baquedano y el centro ahora es lo mismo, pero no es justo en ningún caso y pasa porque a los políticos e intelectuales que deben entregar las soluciones para este problema, básicamente, les importa un carajo el problema e incluso lo justifican. Eso es impresentable.
¿Y qué tan dramático ha sido el fenómeno en regiones?
El más dramático es el caso de Valparaíso. La ciudad ya venía con un declive muy grande de empleo y mucha pobreza, pero el estallido lo vino a acentuar mucho más, con casi un tercio de todo su comercio saqueado. Es muy difícil que Valparaíso se vuelva a recuperar, porque a su alcalde tampoco le importa mucho este tema. San Antonio también ha sufrido mucho a causa del crecimiento de campamentos. En Antofagasta el estallido fue sumamente violento, con poblaciones controladas por el narcotráfico y destruyendo plazas y servicios básicos, y así en casi todas las capitales regionales del país.
Resulta paradójico que los propios vecinos destruyan sus ciudades.
Es algo que no se previó. Pero algo que vi mucho es que la gente lo justificó en la desigualdad del sistema judicial, porque muchos vecinos consideraban que esto era una especie de advertencia para el sistema, que fue incapaz de encarcelar a políticos y empresarios corruptos. Las clases de ética fueron fatales, hicieron mucho daño en la sociedad. La sensación de que la justicia te trata distinto dependiendo del estrato social al que perteneces está muy arraigada en el país.
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