La calma heroica de Alberto Abarza: “Lo que está viviendo el mundo es lo que vivo yo todos los días”
El nadador, gran campeón paralímpico, a quien el síndrome Charcot-Marie-Tooth le roba la vida cada minuto, se ha confinado en su casa ante la amenaza latente del Covid-19. Un virus que para los deportistas más vulnerables se torna doblemente peligroso.
Sobre todas las personas pende un reloj invisible que marca el ritmo de sus vidas. Cuánto tiempo se tuvo, cuánto tiempo se tiene, siempre en cuenta regresiva hacia el inevitable final. Y si bien la arena de la muerte cae indefectiblemente para todos, en el caso del nadador paralímpico Alberto Abarza (35) ocurre con una premura ominosa, como si el Charcot-Marie-Tooth que se come su sistema nervioso le hubiese obligado a bracear en una carrera por sobrevivir. Es por este incesante contrarreloj que el triple medallista de oro en los Parapanamericanos de Lima 2019 no se desespera por el coronavirus, pese a pertenecer al grupo de más riesgo y haber llegado desde España el 6 de marzo. “Un contagio podría ser muy peligroso para mí”, asegura a La Tercera en una entrevista telefónica que escapa de la piscina y que aborda la Teletón, la valoración de la vida y el temor a la muerte.
¿Qué le parecieron los protocolos en el aeropuerto?
Malos. Había estado en Italia y España. Llegué, solo me tomaron la temperatura y me hicieron firmar un papel que decía que no tenía fiebre. Pero claramente en ese momento uno no tiene, si los síntomas se presentan 15 días después. Los protocolos deberían haber sido mucho más rigurosos en ese sentido. Por ejemplo, el mismo Estadio Nacional recién cerró este jueves, cuando debería haber cerrado mucho antes.
¿Comenzó a hacer cuarentena voluntaria?
Obvio, porque tengo una hija. Una novia. Además vivo con un sobrino que tiene un año y medio. Mi doctor de la Teletón me dijo que me quedara en casa. Uno no quiere exponer a toda la gente. La cuarentena debería ser una obligación, esto podría haberse parado mucho antes. Permitieron que ingresaran muchos vuelos directos desde España o Italia.
¿Cuál era su presente deportivo antes del Covid-19?
Estaba entrenando en España, Austria e Italia. Todos los días, practicando bien. La verdad es que nosotros pasamos por una situación muy complicada. Nos costó negociar el concentrado en estos países. Mi mamá tuvo que vender la casa para que yo pudiera entrenar. Entonces ahora todo eso como que se va al hoyo.
Pese a todas sus medallas en Lima ¿no le dieron financiamiento para entrenar para los Juegos Olímpicos?
No. Es que tuve una suerte de encontrón con el Comité Paralímpico, que es el que administra los recursos, porque ellos no creyeron necesario que saliera del país para entrenar. Les dije que sí lo era, ya que la piscina del Nacional estaba en ese tiempo a 19°C, pero por mi discapacidad no puedo entrenar en una piscina con esa temperatura, sobre todo cuando la FINA dice que debe estar sobre los 24°C. Les dije que no podía entrenar en Chile bajo esas condiciones, que al menos me pagaran los pasajes, pero me dijeron que no. Así que tuve que correr con todo. Nunca he sido mucho de pelear con el comité.
¿Qué le produce todo lo que está sucediendo con el coronavirus?
Una pena tremenda. Es triste ver gente que ni siquiera tendrá una sepultura, porque los están cremando. Espero que no lleguemos a eso. El solo hecho de imaginármelo me da una pena inmensa. Me pongo en el lugar de los amigos que tengo en Italia y España y que lo están pasando pésimo. Tengo una hija y, si le llega a pasar algo, me muero.
Como padre y ciudadano, ¿siente que su hija está segura?
No. Estamos muy débiles. Yo estoy separado de la madre de mi hija, por lo que no he podido ir a verla. Llegamos a Chile, nos separamos y la he visto una vez. Obviamente me cuesta, pero es por su cuidado. Tenemos que poner de nuestra parte. Han sido días muy tristes
Por su enfermedad, usted forma parte del grupo de más riesgo. ¿Qué medidas está tomando?
Sí, porque mi enfermedad va avanzando día a día y afecta a la parte respiratoria. Me estoy quedando en la casa, trabajando desde allí. Mi novia se hace cargo de las compras.
¿Confía en las medidas que está tomando el Gobierno?
Todavía no. Nos falta mucho. Esto debería ser como está ahora Italia o España, donde nadie puede salir.
Por tener que lidiar con esta enfermedad degenerativa toda su vida, ¿ve desde otra perspectiva esta crisis?
¿Sabes lo que pasa? Creo que ahora la gente va a tomarle el peso a la vida, gente que antes no se la tomaba. Que es bueno vivir con humor y disfrutar. Siempre le he tomado el peso desde el punto de vista de mi discapacidad, en el sentido de que en cualquier momento me puedo ir. Con esto la gente se está cuidando y va a poder aprovechar la vida como si algo le fuera a pasar.
Pareciera que la sociedad necesitara ejemplos dramáticos para tomar conciencia.
Exacto. Mira, a mi hija siempre le digo que como papá quiero entregarle amor y las herramientas para que ella pueda salir adelante y ser buena persona. Y cuando me preguntan cuál es mi miedo más grande, digo que es no poder entregarle esas herramientas. Ese es el principal esfuerzo mío: no dejarle cosas, simplemente que sea buena persona. Y aprovechar esta vida, disfrutarla. Y como dice un mensaje: que tengamos más cosas que contar que cosas que mostrar. Nunca sabes cuándo te puedes ir. Y esto que está viviendo el mundo es como lo que yo vivo todos los días.
¿Le teme a poder morir en cualquier momento?
He pasado por eso tres veces en mi vida. Si me lo preguntabas antes de los 20 años, te hubiese dicho que no. Hasta cuando tenía 25 y nació mi hija. Yo estuve a punto de irme cuando nació, estuve en el hospital grave. Y fue la única vez que le pedí a Dios que me ayudara para alcanzar a verla. Ahí le tomé el sentido a la vida. Tienes un porqué, un miedo a irte por no alcanzar a entregarle esas herramientas a alguien que te necesita. Siempre le digo que el día en que me vaya, quiero haber alcanzado a entregarle el máximo de herramientas para que pueda soportar esta vida. No es un miedo a irme, es a no poder entregar esas herramientas.
¿Existe un miedo extra por el hecho de que haya un virus acechando y que para usted es doblemente peligroso?
Hasta el jueves, no. Decía “va a pasar”. Pero empiezas a ver las noticias, el mundo, a conversar con amigos en Italia, y ves que le puede pasar a cualquiera. Pero el miedo no es por mí, es por si le llegase a pasar a alguien que amo. Ese es el miedo.
En un contexto normal, ¿cuáles eran los pasos a seguir de cara a los JJ.OO?
Hubiese seguido afuera entrenando, preparándome allá. Tenía todas las condiciones: me pasaban piscina, estaba a diez minutos del lugar, hay condiciones para entrenar que acá no se dan. Hacer deporte en este país cuesta mucho. No es fácil para un niño hacer deporte. Te piden asociarte a una federación, y que esté inscrita en el comité, y recién ahí puedes hacer uso. Hay muchos pasos para hacer deporte. En España, no. Alguien te ve y te dice: “ya, venga a tal hora”. Y listo, tienes todo el apoyo. Aquí, para que te apoyen... Primero tienes que tener el logro, y recién ahí te apoyan.
Pero para obtener el logro…
¡Claro! Si nos vamos a lo concreto, el 90% de los deportistas de alto rendimiento en Chile, o incluso más, son de altos recursos. No creo que haya deportistas olímpicos de bajos recursos. No veo deportistas que hayan salido de La Pintana, Maipú o Cerrillos. Si ves a las hermanas Abraham, los hermanos que tienen la laguna, Tomás González, Kristel Köbrich; todos tienen recursos. Y es porque hay que tener recursos en este país para hacer deporte. ¿Cuándo un niño de La Pintana va a ir a arrendar una cancha de tenis?
¿Qué opina sobre el destino de los Juegos Olímpicos? El COI se abrió a posponerlos.
Creo que debieron haberse suspendido hace mucho, es irresponsable. Por la salud de los deportistas y voluntarios de Tokio. Si le llega a dar a un deportista, va a quedar la embarrada, porque es una villa entera. Se corre mucho riesgo. Yo quiero pensar que se van a posponer. Y si es que se llegan a hacer, no habrá tantos deportistas como se esperaban. Creo que los Paralímpicos sí o sí no se van a hacer, porque es una población de más riesgo.
Y cuando piensa en esa posibilidad, ¿qué siente?
Que es lo más sensato. Hay que pensar en el colectivo de la gente que estará allí. Si a mí me ponían en un escalafón mundial, claramente yo estoy bien posicionado. Pero no hay que pensar solo en uno, sino en el mundo. No me gustaría que algo le pasara a un compañero estando allá.
Si se aplazara para finales del año, ¿estará allá?
Sí. Incluso por mi discapacidad, que va avanzando día a día, no sé si iba a estar en Tokio si se hacían ahora. Yo podría desear que se hicieran ahora, porque quizás después no podría estar. Pero creo que por algo son las cosas. Si se tienen que suspender y hacerse en un año más y yo no estar, votaría por eso. La medalla no es lo importante, no basta con colgársela. El deporte se hizo para disfrutarlo, para sonreír.
En muchas entrevistas señala que la Teletón es una de las mejores cosas que le ha pasado en la vida.
Absolutamente. Sin la Teletón no sería nada, no sería papá, nadador, no iría a trabajar. El amor que te entregan, que te enseñan a dar…
¿Qué le causa que su realización este en duda?
Una pena terrible. Recuerdo que mis papás no tenían plata para comprarme unos aparatos que costaban 600 mil pesos, pero los obtuve gracias a todos los chilenos. Podemos hablar de caridad o de que el Estado debería hacerse cargo, pero siempre digo que si la Teletón fuera del Estado sería como un hospital público. Y en la Teletón a mí me atendían tres veces a la semana. En un hospital público te atienden cada mes. La Teletón rehabilita a tantos niños que el estado no lo podría hacer. No me gustaría que fuera del Estado. Por algo es la única Teletón en latinoamericana que ha funcionado. Se une todo un país. Si no se hace ahora, todos esos niños no podrán tener la rehabilitación que yo sí tuve. Mi primer carrete, ya en silla de ruedas, fue gracias a la Teletón. Hay un grupo que se llama Diviértete, en donde te enseñan que se puede carretear igual en silla de ruedas. Y ahí te llevan a una disco. Por eso te decía que gracias a la Teletón soy papá, ya que en la disco conocí a la mamá de mi hija.
Varios organismos internacionales señalan que la Teletón exhibe a las personas con discapacidad como sujetos de caridad y no de derechos. ¿Está de acuerdo con esto?
Totalmente en desacuerdo. Cuando mostraron mi caso en Teletón hablaron del deporte, de mi trabajo, no me mostraron arrastrándome. Mostraron lo que sí podía hacer y lo que había hecho. La gente confunde la realidad con el “pobrecito”. Los mismos chicos con discapacidad tenemos que hacernos cargo de mostrar la realidad y no aguantar la discriminación positiva. Que si voy a tomar la micro el chofer no me diga: “pase no más”, porque yo puedo pagar mi pasaje. Si queremos igualdad no debemos mostrar la pena, sino la igualdad de derechos y oportunidades.
Y en ese esfuerzo por disminuir la discriminación positiva, ¿cree que el deporte de alto rendimiento es fundamental?
Totalmente. De repente voy con mi hija y me dice que no quiere caminar más. “Lo que daría por poder caminar”, le respondo. O típico de estos papás que le dan el justificativo a los hijos para que no hagan educación física. Siempre tenemos que mostrar que las personas con discapacidad son capaces de hacerlo todo. Quizás con ayuda, sí, pero podemos hacerlo. Yo manejo, trabajo, hago deporte, soy papá. Pero también necesito ayuda, porque no puedo pelar una manzana. Pero si todos hacemos esto en conjunto podemos salir adelante. Nosotros también traicionamos, mentimos, nos equivocamos; somos como todo el mundo. No hay que victimizar al niño. Y la Teletón hace muchos esfuerzos en eso, en sacar todo el potencial a sus pacientes.
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