La columna de Guarello: Todo mal
"Lasarte no pudo con el miedo a perder ni cuando tuvo las cosas a favor. Jamás arriesgó. Nunca (...) No se puede jugar pensando en qué van a decir en la prensa o caer dignamente. Se suponía que era un discurso superado en el fútbol chileno".
Antes de entrar en el tema de fondo me extraña que Francis Cagigao no haya entregado su renuncia en Quilín 535, sede de la ANFP. El español tenía dos tareas: conseguir a Robbie Robinson y Ben Brereton para la triple fecha eliminatoria. Fracasó en ambas y con agravantes. Primero, Dijo que Robinson había firmado la renuncia a la selección de Estados Unidos, cosa que no fue cierta; segundo, se suponía que tenía un conocimiento profundo y grandes contactos en el fútbol inglés y que, con esas herramientas, iba a lograr que Brereton fuera prestado por un equipo de segunda división de ese país. Rebotó mal. Mientras, Argentina y Colombia, negociando como se debe, lograron traer cuatro y dos jugadores de la Premier a defender sus selecciones ¿A qué vino a Chile Cagigao entonces?
Ahora, al grano. Pero desmenucemos lo obvio: Chile no tiene gol ni recambio al nivel de la generación dorada. Eso, desde hace cuatro años. Los datos, números contundentes en la mano, ya han sido latamente explicados en columnas anteriores. También, y esto es importante, la salida de Reinaldo Rueda no trajo ningún beneficio para la selección. Y esto no está dicho ex post o con el diario del lunes, en la columna publicada el 3 de enero de este año en La Tercera (“¿Dos años perdidos?”), escribo lo siguiente: “es necesario aclarar que su salida fue forzada desde la ANFP, donde se hicieron todas las gestiones, informales, para sacar al colombiano de Juan Pinto Durán. Varios clubes presionaron a Pablo Milad para que lo echara, lo encontraban “caro”. Acto seguido, Milad se lo ofreció a los dirigentes colombianos para que agarrara su selección. Nunca Rueda pidió permiso para negociar con su país”. Más adelante detallo como Rueda hizo jugar a 60 jugadores en su gestión, 25 de ellos debutantes.
En la del 6 de febrero (“Destrabando”), cuento cómo la ANFP venía negociando con Matías Almeyda a espaldas de Rueda desde octubre del 2020 y que, a esas alturas, el destino estaba escrito para el técnico que llegara: “Todo será improvisado, con muchos palos de ciego y la necesidad imperiosa de que alguien lo oriente sobre el rendimiento verdadero de los jugadores locales en la actualidad. Y no sólo de ellos, de los que están en el extranjero y no son figuras también”. A Brereton, por ejemplo, Rueda lo tenía listo para la malograda doble fecha de marzo.
La ANFP, en la desesperada tras la negativa de Almeyda, se enteró que Lasarte estaba en Chile por razones personales y le pasó la selección. Y no tenían idea cómo jugaba el uruguayo. Entonces advertí: “No veo el avance entre Rueda y Lasarte”. Si sacaban al colombiano era para traer uno de mayor nivel.
Cuento corto: Lasarte no pudo con el miedo a perder ni cuando tuvo las cosas a favor. Jamás arriesgó. Nunca. Contra Argentina en Santiago del Estero estaba para ganarlo en los minutos finales pero se conformó con el punto (“Argentina es Argentina”); contra Bolivia en Santiago dejó a Brereton en la banca y puso a Jiménez de centrodelantero en los últimos minutos (“Tenía que adaptarse”); contra Brasil en la Copa América hizo jugar lesionado a Alexis Sánchez y lo dejó fuera de combate cuatro meses (“Hay que poner a los titulares”); contra Ecuador en Quito no aprovechó el jugador de más y no modificó el esquema perdiendo una chance gigantesca por ganar (“Es que podíamos perder”) y el jueves salió a aguantar a Colombia y no tocó al equipo ni con el 2-0 abajo. Tuvo que ser Arturo Vidal el que le pidiera, a los gritos, que modificara un esquema que hacía agua por todos lados.
Las cosas no podían salir bien y no salieron. Pero tampoco tenían que salir tan mal. No se puede jugar pensando en qué van a decir en la prensa o caer dignamente. Se suponía que era un discurso superado en el fútbol chileno.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.