La nueva pizarra del fútbol chileno para la temporada 2022
Los arribos de Santiago Escobar, Gustavo Costas, Mariano Soso y Juan Domingo Tolisano a las bancas de Universidad de Chile, Palestino, O'Higgins y Antofagasta, respectivamente, suponen la introducción de nuevas propuestas o, al menos, un refresco de ideas conocidas que cautivaron a los fanáticos nacionales. En esos antecedentes confiaron las respectivas dirigencias cuando les pusieron en las manos sus proyectos deportivos.
La temporada 2022 del fútbol chileno comienza a tomar forma. Si bien los planteles están de vacaciones y los futbolistas recargan energías después de un calendario extenuante, las direcciones o gerencias deportivas, además de los respectivos cuerpos técnicos trabajan de lleno en la planificación de un nuevo calendario. Buscan nuevas cartas para sus respectivas escuadras y, en algunos casos, confían sus proyectos deportivos en nuevas manos técnicas. Universidad de Chile, Palestino, O’Higgins y Antofagasta sorprenden al mercado con el arribo de entrenadores que nunca habían dirigido en el país y que, seguramente, intentarán sorprender desde sus respectivas propuestas.
Los azules apostaron por el colombiano Santiago Escobar, los árabes lo hicieron por el uruguayo Gustavo Costas, los celestes pusieron sus fichas en el argentino Mariano Soso y Antofagasta, por un estratego de origen exótico, si se considera su país natal: el venezolano Juan Domingo Tolisano. Cada uno luce currículo y méritos a lo largo de sus respectivas trayectorias. Sin embargo, como debe pasar con los profesionales que provienen desde el exterior, tendrán que revalidarlos en las canchas nacionales.
El heredero de Pacho
Escobar sabe a lo que llega. El técnico cafetalero tiene la misión de devolver a Universidad de Chile a los lugares de privilegio después de una temporada traumática, que tuvo a los azules a minutos de perder la categoría. Avalado por una extensa trayectoria en clubes de su país, Venezuela y Ecuador, aunque con un ya lejano recuerdo de título en Atlético Nacional de Medellín en 2011, el entrenador arriba al CDA con el anhelo de traspasar a los estudiantiles una filosofía que para los cafetaleros es una escuela: la antioqueña, que tiene como principal referente a Francisco Maturana.
Versátil en su planteamiento, que puede variar de acuerdo a las necesidades que demande el rival desde un 4-3-3 a un 4-2-3-1 o a un 4-5-1, hay dos principios en los que no transa: la predilección por el buen trato del balón y la presencia de un conductor. Es decir, un 10 de referencia que en caso de los laicos tiene a la mano: Marcelo Cañete. “Es un técnico proactivo, que quiere que sus equipos sean protagonistas a través de la tenencia y de la movilidad. Tiene preferencias en cuanto a su estilo, pero conversa mucho con sus jugadores, no se cierra a una idea”, destacó hace unos días a El Deportivo el volante Facundo Martínez, a quien Escobar dirigió en la UC ecuatoriana.
Maturana, en tanto, avaló la elección. “Más allá del entrenador, desde el ser humano fantástico. Desde que tuve la oportunidad de estar cerca y poderlo conocer, no he podido dejar de respetarlo y admirarlo. Acá en Nacional, donde jugó y dirigió, siempre tiene las puertas abiertas. Para mí, la llegada a Universidad de Chile es una linda posibilidad desde lo humano y lo profesional”, sostuvo. Y garantizó que se trata de un técnico protagonista.
El sueño árabe
Para Palestino, la llegada de Gustavo Costas es un sueño. La descripción la realiza el propio presidente del club árabe, Jorge Uauy. “Veníamos viendo a Costas hace tiempo. Siempre lo miramos como un objetivo inalcanzable. Cualquier proceso de selección de técnico partía con el nombre de Gustavo, pero sabíamos que era muy difícil”, explica el timonel, dando cuenta de la dimensión que le asignan a la elección del charrúa. El uruguayo es un técnico connotado. En su paso por distintos países de Sudamérica, ha conseguido ocho títulos. Los ha celebrado en distintas latitudes. Es responsable de parte del palmarés de Alianza Lima, en Perú, Barcelona, en Ecuador, Cerro Porteño, en Paraguay e Independiente Santa Fe, en Colombia. En todos, naturalmente, se le recuerda con afecto.
Su pizarra, que tiene a Guaraní como el último club que la vio desplegarse, es también adaptable. Costas tiene como base un tradicional 4-3-1-2, pero en ocasiones sus escuadras han defendido con tres hombres. Y también le agrada la opción de desplegar un 4-4-2, prescindiendo del volante de referencia para la elaboración del juego ofensivo, que en el caso del equipo de La Cisterna estaba encarnado en Carlos Villanueva.
Lo que no está dispuesto a resignar es el esfuerzo que cada uno de sus futbolistas debe poner dentro del campo de juego. En ese sentido, al margen de la distribución en los distintos sectores del campo, el principal encargo será siempre una presión asfixiante sobre las acciones que intente el rival, en base a un equipo corto y compacto. Y con el balón en los pies, posesión, circulación y salidas punzantes y veloces.
Una dosis de bielsismo
Mariano Soso tiene 40 años y un currículo respetable. Antes de llegar a O’Higgins, pasó por Real Garcilaso y Sporting Cristal, en Perú; Emelec, en Ecuador y Gimnasia y Esgrima de La Plata, Defensa y Justicia y San Lorenzo en su país. Rosarino, resulta casi natural que sus principales influencias provengan de dos de los principales referentes que ha producido esa ciudad en materia técnica: Marcelo Bielsa y Gerardo Martino. Si bien el Tata es parte de los herederos del Loco, es perfectamente factible presentarlos por separado, considerando el valor de cada una de sus carreras y los matices que hay entre cada propuesta. Soso aspira a tomar lo mejor de cada una.
Para O’Higgins, el modelo tampoco resulta desconocido. Los rancagüinos han tenido dos insignes técnicos que hicieron suyas las mismas influencias: Jorge Sampaoli y Eduardo Berizzo. La lista es más amplia, incluso, por el paso del también casildense Cristián Arán. A todos, como a Soso, los unen los mismos principios futbolísticos: protagonismo, sometimiento al rival, ataque constante y ubicación lo más cerca posible en el campo rival y, si es posible, dentro de él. Y sin balón, un concepto que los rancagüinos ya tienen lo suficientemente bien internalizado: presión alta. Ha sido ayudante de Claudio Vivas y Javier Torrente, dos bielsistas que trabajaron en el fútbol chileno. Y cuando dirigía a Gimnasia y Esgrima de La Plata fue descrito por un jugador que forma parte del campeonato local: el actual arquero de La Calera, Alexis Martín Arias. “Quiere un equipo amplio y alto. Que seamos protagonistas a través de la posesión y que hagamos una presión inmediata cuando la tiene el rival. Tiene un estilo marcado de Bielsa y el Tata Martino”, sostuvo el meta.
El tan manoseado rótulo de bielsista le calza casi a la perfección. Por sus orígenes y por su modo de trabajar. Graba los entrenamientos y está encima de cada detalle. Hasta de la fruta para sus jugadores se preocupa.
Presión y riesgo
Tolisano es, también, un técnico joven. Sin embargo, a sus 37 años, ya luce una extensa carrera, que en 2015 lo puso al mando del Zulia, su primera escuadra como entrenador principal. De ahí en más, su progreso fue constante. En Carabobo terminó por consolidar su formación y sus siguientes pasos ya obtuvo réditos considerables: en Mineros se quedó con la Copa Venezuela, en 2017, y este año se consagró como campeón de la liga venezolana en la banca del Deportivo Táchira. “Un campeón se transformó en el nuevo técnico de la Albiceleste”, anunció, eufórica, la cuenta oficial de Deportes Antofagasta cuando comunicó su arribo al club.
Tolisano es un técnico arriesgado. La referencia que entrega el Táchira, el equipo que lo consagró, es de un equipo que se sentía cómodo desempeñándose en el campo rival, que presionaba al rival desde que este intentaba elaborar la salida, aunque por lo mismo, si el plan fallaba, quedaba desequilibrado y expuesto a algún contraataque.
Su sistema base es el 4-4-2 y los ataques son propuestos, principalmente, desde las bandas, donde cobra un rol fundamental el trabajo de los volantes externos y el permanente apoyo del lateral del sector por el que transita el balón. Los delanteros, normalmente, juegan de espaldas a la defensa rival y retroceden para generar espacios que puedan ser aprovechados por los jugadores que ocupan las orillas. En el Táchira, por ejemplo, uno de los argumentos ofensivos preferidos eran los centros desde las puntas.
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