Las otras crisis en que se ganó sus medallas con Piñera la tríada del Operativo Cajas de Alimentos
Andrea Balladares, Rodrigo Ubilla y Cristián Barra tienen en común años de lucha política al alero de tres cuartas partes de la ex Patrulla Juvenil de RN: Andrés Allamand, Alberto Espina y Sebastián Piñera. Bajo las órdenes del Presidente que a partir de hoy se juega varias cartas en el arriesgado plan "Alimentos para Chile", a cada uno de los tres les ha tocado encarar crisis políticas y episodios cuesta arriba antes de hacerse cargo de la producción de tamaña empresa.
Los tres han estado juntos en varias reuniones en La Moneda -la última anteayer a las 20 horas- y con el Presidente -ese mismo día a las 18:00- desde que comenzó a agotarse el cronómetro para echar a andar esta mañana el “plan piloto” para repartir las 2,5 millones de cajas de víveres prometidas por él. Un operativo derivado de una decisión política que sigue levantando controversia, incluso hasta por la cobertura que tendrá el beneficio (después de que el ministro de Desarrollo Social, Sebastián Sichel, corrigiera ésta a la baja hace algunas horas).
Si para el Mandatario Sebastián Piñera el devenir y desenlace de este gigantesco operativo logístico será una de las tantas varas para medir su cometido en esta crisis que tiene varias capas, para sus lugartenientes a cargo de su producción y gestión será una nueva prueba en la que revalidar las medallas que se han ganado bajo sus órdenes. Rodrigo Ubilla Mackenney (61, asesor presidencial), Andrea Balladares Letelier (32, asesora presidencial) y Cristián Barra Zambra (55, jefe de la Unidad de Gestión, Riesgo y Emergencia de la subsecretaría del Interior), los principales responsables de ejecutar todo esto desde La Moneda, saben de la presión y que si les va bien, más o menos o mal, eso impactará en su ilustre superior. Pero también podría decirse que de algún modo están entrenados para esto porque no es primera vez que les toca encarar episodios críticos.
Los tres militan en RN y han tenido distintos cargos en su aparato. Tienen cercanía personal con Piñera, pero sus vidas también se cruzan con las del ministro Alberto Espina y el senador Andrés Allamand. Balladares, la más joven de los tres, entró en la órbita piñerista hacia el 2006, cuando la llamaron desde la Fundación Futuro -organismo históricamente ligado al gobernante y su familia- para armar equipos de trabajo con otros de su generación. Piñera venía saliendo de su derrota presidencial en segunda vuelta con Michelle Bachelet y, habiendo dejado a Joaquín Lavín en la berma, se preparaba para el segundo asalto. Balladares se sumó al staff de Cecilia Morel, y para la campaña del 2009 se integró al comando como coordinadora del programa Cuéntame el Chile que Quieres.
Instalado Piñera por primera vez en La Moneda el 2010, la ficharon para el equipo de avanzada de la Primera Dama y en la segunda mitad del gobierno asumió como su directora de Programación. A pocos metros de su oficina, en Palacio también estaba Ubilla como subsecretario del Interior, y en la misma cartera estaba también Barra, como asesor.
Ellos dos tuvieron que enfrentar casi al llegar los coletazos del 27/F. A Ubilla le tocó desde el monitoreo de víctimas (en un momento incluso hubo confusión sobre los números) hasta la gestión de seguridad, asistencia con víveres y reconstrucción. A Barra, la labor en el entonces comité de emergencias, desde donde se compraron alimentos y mediaguas, un operativo urgente pero a escala muchísimo menor que hoy. Su llegada fue controvertida porque hubo voces que criticaron que ganara un sueldo de siete dígitos sin tener estudios superiores y solo con el Cuarto Medio acreditado; se lo siguieron enrostrando después, cuando pasó a hacerse cargo del programa “Estadio Seguro”, y él abordó el tema en una entrevista.
El ex subsecretario y hoy asesor presidencial adjunto al gabinete del mandatario -y no al Segundo Piso que comanda Cristián Larroulet, con quien ha tenido encontrones en Palacio, es bien sabido ahí- traía a cuestas años de un estrecho vínculo con Allamand, a quien se ha referido más de alguna vez como “mi hermano mayor”. Los entendidos en piñerología profunda recuerdan que no la tuvo fácil porque entonces el histórico líder de RN tenía pésimas relaciones con el Presidente y con el ministro del Interior (y jefe de Ubilla), Rodrigo Hinzpeter: el primero no lo incluyó en el primer llamado al gabinete y con el segundo había tenido un quiebre frontal durante la campaña.
Con medio metro cuadrado para maniobrar, Ubilla sobrevivió a la prueba y espantó las dudas de quienes podían verlo como un agente de Allamand en La Moneda. Cuando Andrés Chadwick reemplazó al caído Hinzpeter, logró construir una relación con él que se mantiene hasta hoy. Y cuando fue el primer funcionario en abandonar Palacio antes de que Piñera le devolviera la banda tricolor a Bachelet el 2014, el Presidente salió a aplaudirlo.
Pero los verdaderos galones Ubilla se los ganó el 2018, cuando Piñera lo volvió a llamar para hacerse cargo de la crucial red territorial de apoderados en la segunda vuelta presidencial, en momentos en que el comando por su reelección enfrentaba dudas sobre la victoria. Al final le ganó a Alejandro Guillier por casi diez puntos de diferencia y no hay quien de los más entusiastas adherentes del gobernante no siga recordando que el sociólogo llegó a “salvar” la elección. Como el Presidente es hombre de confiar y delegar pero en la medida que le respondan, lo nombró otra vez subsecretario del Interior en tándem con Chadwick, y por lo mismo después lo reclutó como asesor. En esta vuelta gira a favor de su línea de crédito en conocimiento político del territorio.
Barra, en cambio, venía con otra historia. Con Piñera se conocen al menos desde comienzos de los ’90, cuando lo tuvo trabajando para él en Bancard. Eso motivó incluso una de las tantas disputas que el joven empresario tuvo con Evelyn Matthei y Sergio Onofre Jarpa, cuando éste denunció en un Consejo General RN de La Serena que Barra, en esos años presidente del regional Santiago, trabajaba en una de sus empresas.
El episodio lo describe Ascanio Cavallo al final del capítulo 16 de La Historia Oculta de la Transición y termina con Piñera pidiéndole infructuosamente ayuda a la hoy alcaldesa para detener el ataque del viejo caudillo, argumentando que dirigentes del partido le habían pedido contratar a Barra. “That’s your problem dear. Not mine”, fue la respuesta de Evelyn.
Barra ha sido históricamente cercano a Espina, pero su relación con Piñera tomó otro tono durante su primer gobierno. Desde Interior le tocó coordinar la evacuación del borde costero luego de una alarma de tsunami a raíz del terremoto en Japón el 2011, pero más importante -recuerdan en Palacio- fue su labor durante el rescate de los 33 mineros de la Mina San José, tácito parangón que tiene el Operativo Cajas de Alimentos. Barra viajó a la zona y coordinó diversas tareas, pero en esos días recalcaban en La Moneda que era también los ojos y oídos del Presidente y de Hinzpeter por una razón adicional: para “marcar” al entonces promisorio Laurence Golborne, cuya fugaz estrella despegó gracias al rescate. También -los nombres se repiten- estuvo allá el ministro Jaime Mañalich. La idea era que no hubiese un solo protagonista, sino que varios.
Balladares, en paralelo, tejió redes con Allamand y con Espina. Con el primero porque durante su paso por la presidencia de la Juventud de RN (2012-2014), puso muchas de sus fichas en la fallida precampaña presidencial del hoy senador. Después, entre 2014 y 2017, le tocó la intensa tarea de jefa de gabinete de Espina en el Senado. Fue en este segundo gobierno de Piñera donde obtuvo sus medallas con él. Primero, como jefa de División de Gobierno Interior -labor que pasa por coordinar a intendentes y gobernadores- llegó a tener línea directa con el gobernante, a diferencia de sus pares, que generalmente tienen que pasar antes por el teléfono de otra autoridad.
Pero la prueba de fuego le cayó cuando Piñera la reclutó apenas un mes y medio después de renunciar (como parte de la retirada de la División Chadwick, junto a María José Gómez), para ser la delegada presidencial en la IX Región cuando el coronavirus se ensañó con La Araucanía. Balladares llegó como interventora a una zona descabezada en su gobierno regional, con casi todas sus autoridades contagiadas o cuarentenadas. Tuvo a favor que uno de ellos, el intendente Víctor Manoli, ha sido por años conocido suyo y muy cercano a Espina (ex senador por la zona).
La delegada llegó a asegurar que llegaran ventiladores mecánicos e insumos, con un aparato sanitario fuera de combate luego que los cerca de 280 funcionarios de la seremi de Salud se confinaran o contagiaran luego del polémico caso de la seremi Katia Guzmán. Tuvieron que reemplazarlos con una docena de funcionarios enviados desde Santiago. Balladares tuvo que lidiar, cuentan, con algunos resquemores por parte de otras autoridades locales que se sintieron pasadas a llevar, pero con la ventaja de que podía llamar directamente a Piñera. Pasadas tres semanas y no los 90 días por los que la habían nombrado, regresó a Santiago (el personal comenzaba a reintegrarse) a ocupar una oficina en el gabinete del Presidente, hasta que le tocó el operativo que debuta hoy.
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