Lo liberal y lo social: para entender a Evópoli
En una reciente columna publicada en la revista Qué Pasa, Pablo Ortúzar se fabrica una historia sesgada sobre la trayectoria de Evópoli y sobre el sentido de su proyecto político. Señala que, en su "impulso intelectual y político originario", Evópoli era un partido liberal-conservador, incluso cercano a la tradición socialcristiana. Refiere, por ejemplo, que su Declaración de Principios daría cuenta de ello, al considerar la "prioridad por los niños y las familias más necesitadas" y "la familia como núcleo fundamental de la sociedad", entre otros. Y agrega que, con posterioridad —y por razones más bien comunicacionales—, Evópoli habría dado un giro hacia un "liberalismo individualista y progresista", en favor de los denominados "temas valóricos".
Sin embargo, Evópoli desde un comienzo se constituyó como una alternativa liberal para la derecha, lo que en sí mismo implica asumir un compromiso por los más necesitados. Recuerdo, y a riesgo de ser auto-referente (pero también soy un testigo), que, en el primer aniversario, se me invitó a dar un discurso. Dije que Evópoli debía siempre poner su acento en el derecho de todos a buscar su propio destino y que, precisamente por ello, debía preocuparse de un modo preferente por los niños, los pobres y las personas de la diversidad sexual. Recibí un aplauso cerrado del público. A la salida, se me acercaron por separado una lesbiana y un gay. Ambos me contaron que vieron en Evópoli a la derecha que soñaban y que, al fin, podían encontrar un espacio en el sector en que se los aceptara con respeto.
Por otra parte, Ortúzar presenta recortada la Declaración de Principios. Evópoli fue el primer partido en Chile en decir que toda forma de familia merece respeto y reconocimiento y en rechazar la discriminación por orientación sexual. Asimismo, en 2014 se formó una Comisión de Familia y Diversidad Sexual, que escribió un documento a favor del Acuerdo de Unión Civil (AUC), la ley de identidad de género y el matrimonio igualitario, y que fue unánimemente aprobado por la Comisión Política. Forma parte del Evópoli de "los orígenes".
Y en línea con la identidad liberal que se estaba construyendo, Evópoli siempre asumió un compromiso preferente en favor de los pobres y de los niños. Recuerdo que en algunas charlas de formación que por esos años me tocó dar, algunos militantes me preguntaban cómo conciliar el evidente sello liberal de Evópoli con su también notorio sello social. Recuerdo haberles dicho que es necesario hacer dos consideraciones.
La primera es que, a diferencia de lo que de un modo majadero sostienen los adversarios del liberalismo, no propicia esta doctrina la existencia de vidas aisladas, sino la cooperación y solidaridad voluntarias, a través del mercado y de las organizaciones sin fines de lucro. Insistí que la defensa de la sociedad civil es un campo de acción para una libertad por definición social. Y agregué que ello es consecuencia del sentido original del liberalismo, que nunca ha perdido vigencia: la limitación del poder según reglas generales e imparciales, de modo que los individuos, en cooperación con otros, puedan sacar adelante sus propios proyectos de vida.
La segunda consideración es que el sello social de Evópoli —que forma parte de su sello liberal— no supone un Estado paternalista, que sabe lo que sus "hijos" necesitan o merecen —qué fines deberían perseguir o cómo deberían ser recompensados—, sino un Estado subsidiario. Y esto por dos motivos: a) porque el Estado no busca reemplazar la libertad de las personas para perseguir fines propios, y b) porque al ayudar a los más necesitados, lo que se busca es que puedan actuar por sí mismos, para justamente sacar adelante sus proyectos vitales.
Pero, además, hay una tercera consideración, que Ortúzar deliberadamente caricaturiza: las personas LGBTI no son necesariamente ABC1 y, menos todavía, personas egoístas, que privilegiarían su "voluntad soberana" en contra de la vida social. Esto no es cierto en absoluto. Por ejemplo, las personas trans en Chile no pueden obtener un carnet de identidad sin que se les trate como enfermos mentales. ¿Por qué estas personas serían egoístas al querer obtener dicho carnet? Y ¿por qué atender a esta realidad sería alejarse de un sello social?
En esta materia concreta, lo liberal no es algo distinto (y menos todavía contradictorio) de lo social, porque de lo que se trata, en definitiva, es propiciar un orden social que genere las condiciones de posibilidad para que las personas puedan perseguir su propio destino. Adultos, adolescentes e incluso niños trans tienen ese derecho.
Pero, entonces, ¿cuál es el punto de Pablo Ortúzar en su diatriba contra Evópoli? Que, para él, un proyecto político "digno de este nombre" sólo puede ser tal si establece un horizonte moral compartido de sentido: una concepción de la vida buena que, al final, debe ser impuesta de un modo coactivo. Es decir, en contra de la autonomía personal y de la diversidad que se sigue de esa autonomía.
¿Por qué, más bien, no sería Pablo Ortúzar el intelectual ABC1 que le quiere imponer mediante la fuerza del Estado sus prejuicios y sesgos de clase a las personas LGBTI? ¿Por qué ese prurito suyo sí daría cuenta de un "sello social"?
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