Los errores de Lasarte que condenan a la Roja en su aspiración de llegar a Qatar
La derrota frente a Argentina dejó en evidencia errores en la planificación y de decisiones en el propio encuentro. Machete fue incapaz de leer los momentos de un partido en el que la Selección estaba obligada a sumar para aferrarse al sueño mundialista, pero que terminó perdiendo por situaciones perfectamente evitables. Nuevamente se demoró en realizar cambios, tal como alguna vez se lo recriminó Arturo Vidal en cancha.
El segundo tiempo de la derrota de la Selección frente a Argentina está bastante avanzado. En la orilla del campo de juego, Martín Lasarte se pasea tratando de encontrarle una explicación al desarrollo de un partido al que Chile llegaba obligado a sumar para mantener viva la esperanza de clasificarse al Mundial de Qatar y para el que incluso había buscado condiciones ideales, como disputar el juego en Calama, para sacarle partido a la altitud. Machete, desde su ubicación, llama a Gary Medel, uno de los referentes de la Generación Dorada en el campo de juego para darle instrucciones y, quizás, para buscar en conjunto la solución para el dilema que planteaba el equipo transandino. Un minuto, más o menos, pasaron conversando. Poco cambió después de ese diálogo.
El técnico uruguayo, como en otras ocasiones, fue incapaz de encontrar respuestas antes y durante el compromiso. Seguramente, también tendrá que ofrecerlas en la antesala del partido frente a Bolivia, donde Chile está obligado a ganar. Sin Mauricio Isla en plenitud de condiciones, optó por Paulo Díaz, quien había entrenado poco en la antesala por una sobrecarga muscular, y la apuesta estuvo lejos de darle réditos. Sin Eugenio Mena en el sector izquierdo, se jugó la carta de Sebastián Vegas, apostando a su manejo del factor geográfico que en la Roja aspiraban a que se transformara en esencial y, otra vez, erró: el defensa del Monterrey sufrió toda la noche con Ángel Di María quien para colmo, anotó arrancando por su orilla.
Equivocaciones para regalar
Los errores se repitieron en otros sectores del campo. Charles Aránguiz y Erick Pulgar estuvieron lejos de sus niveles habituales, quizás porque solo en la última práctica previa al encuentro con la escuadra de Scaloni mostraron una condición física que les permitía jugar el partido. Lasarte no dudó en utilizarlos, pese a que un día antes, en la primera práctica de fútbol con el plantel instalado en Calama, había optado por una elección diferente. Marcelino Núñez, la carta por la que apostó para refrescar esa zona, alternó buenas y malas.
Al margen de los rendimientos individuales, una realidad que no cambió en lo absoluto con las modificaciones que introduciría durante el encuentro, la estrategia chilena tampoco estuvo a la altura de las circunstancias. Porque si la intención de trasladar el partido a Calama era, en gran parte, aprovechar la ventaja de disputar el partido a 2.260 metros sobre el nivel del mar e incomodar a los visitantes, no se entendió demasiado que la Roja no intentara imprimir intensidad desde el comienzo para acelerar el desgaste del campeón de América. Y que, en rigor, se terminara transformando en un equipo de reacción, cuando la lógica indicaba todo lo contrario. De hecho, las dos veces en que estuvo en ventaja, Argentina se mostró plenamente cómodo relegándose y negándole los espacios a Chile, como si se tratara de un equipo de menor cuantía. En esa circunstancia, Lasarte tampoco encontró las variantes adecuadas para vulnera ese cerco defensivo y los intentos se limitaron al despliegue de Alexis Sánchez y Ben Brereton, quizás los únicos que intentaron ofrecer opciones distintas, básicamente arrestos individuales. No bastaron.
Más allá de las consideraciones estrictamente técnicas, tácticas o estratégicas, hay cuestiones que también pueden atribuirse a la gestión de Lasarte durante el duelo y que terminaron resultando fatales para las opciones nacionales. Es difícil de entender, por ejemplo, cómo desde la banca no surgió la instrucción de detener el juego cuando Claudio Bravo comenzó a sentir las complicaciones musculares que terminaron sacándolo de la cancha, pero que antes explican la débil reacción que tuvo en el remate frontal y de larga distancia de Rodrigo de Paul que antecedió a la finalización de Lautaro Martínez, en los 34′, una respuesta impropia de la talla del guardameta del Betis y que solo se explica por su disminuida condición física en que se encontraba y que en la banca ya habían advertido. “El cambio se demoró lo que entendimos. Yo no tenía claro qué era lo que ocurría, hasta que alguien me comentó que había avisado de un dolor grande. Le grité y él me hizo el gesto de que lo tenía que cambiar”, explicó el entrenador después del encuentro.
Sin embargo, la tendencia se repite. Ya en el partido frente a Ecuador, en el que se lesionaron Eugenio Mena y Alexis Sánchez, Arturo Vidal miró hacia la banca exigiendo una reacción más rápida desde la banca.
Otro detalle relevante en ese sentido: al margen del ingreso de Brayan Cortés por el lesionado Bravo y de la inclusión de Gabriel Suazo en el inicio del segundo tiempo, por Vegas, el resto de los cambios se produjeron tarde. Mauricio Isla y Joaquín Montecinos ingresaron en los 60′ y Víctor Dávila, en los 85′.
Una generación inamovible
Lasarte tampoco ha sido capaz de dar un paso decisivo en favor de la renovación. Con la Generación Dorada en pleno y natural proceso de declive, el técnico uruguayo sigue aferrándose a los Viejos Rockeros como eventual carta de triunfo para salir airoso del desafío que le encomendaron cuando le tocó reemplazar a Reinaldo Rueda: clasificarse al evento planetario asiático.
Para Machete, el equipo nacional sigue partiendo por los sobrevivientes del plantel que llevó a la Roja a convertirse en el mejor equipo del continente hace ya seis años. Una prueba es que antes del encuentro ante la escuadra de Lionel Scaloni esperó hasta el último momento para con Charles Aránguiz y Erick Pulgar. El primero es un símbolo de ese plantel estelar. El antofagastino, uno de los primeros en sumarse al manoseado recambio. Ninguno, sin embargo, estaba en plenitud de condiciones. Y frente a equipos poderosos como Argentina ese factor se suele notar demasiado: Chile nunca pudo imponer supremacía en el mediocampo, una zona clave para manejar los tiempos del partido.
Otro dato: la única figura del plantel histórico que salió de la cancha por una convicción técnica de Lasarte fue Eduardo Vargas. Claudio Bravo abandonó lesionado. El resto de los referentes se mantuvo hasta el final en el campo de juego, sin éxito.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.