Los superpronosticadores

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Uno de los grandes problemas en los que parecemos estar inmersos es que nuestras decisiones suelen enmarcarse en la lógica del mal menor, del miedo o la indignación y ninguna de las tres permite mirar el futuro y las decisiones como un superpronosticador.



Pronosticar es intentar conocer a través de indicios lo futuro. En este sentido es distinto de predecir, pues no se puede pronosticar lo que solo depende del azar.

Electoralmente nuestro I Ching son las encuestas, pero estas tienen muchos problemas recogiendo tendencias inestables o coyunturas y en un país donde la manida frase de que la “realidad supera la ficción” parece haber tomado una relevancia inusitada, el asunto se vuelve crítico. A toda la incertidumbre circundante, hoy sumamos candidatos con Covid y en cuarentena. En este contexto, pronosticar quién realmente irá a las urnas a votar y por quién lo hará, es todo un desafío.

Muchas son las incógnitas y muy pocas las certezas. Quizás las únicas, al igual que en varias elecciones alrededor del mundo, es que Chile hoy es un país altamente polarizado, dividido políticamente y sin mayorías permanentes.

En este contexto de inestabilidad los vuelcos son posibles. La fatiga de campaña, la contingencia, el desempeño en el debate y las reacciones a los movimientos del rival pueden, entre otros, hacer que una popularidad frágil se tope con vientos en contra.

Frente a esta dificultad surge la necesidad imperiosa de buenos pronosticadores. El concepto ha sido consolidado por el sicólogo Philip Tetlock quien con su proyecto de Good Judgement Proyect (GJP) se alojó como ganador en una competencia masiva organizada en 2011 por la IARPA, para desarrollar métodos vanguardistas en orden a pronosticar eventos geopolíticos futuros.

¿Quiénes son los superpronosticadores? Tetlock parte de la premisa de que los expertos en un determinado campo difícilmente superan los resultados azarosos cuando pronostican acontecimientos futuros. Para confirmar su punto de partida organizó competencias en orden a determinar si existían personas capaces de mejorar estas predicciones, a pesar de no tener conocimientos académicos previos en un área, y determinó que en torno al 2% de las personas cuentan con una habilidad especial para vaticinar el porvenir.

¿Qué características tienen los superpronosticadores? Son personas interesadas en adquirir más modelos mentales y tener conocimientos de distintas disciplinas. Diseccionan los problemas y consideran lo general antes que los detalles. Están a la caza de nuevos datos, y contemplan visiones opuestas. Rechazan la ilusión de certidumbre y tratan de ser sanamente escépticos siendo conscientes de sus sesgos. Aprenden de la experiencia, sea exitosa o no y ponen su fuerza en las preguntas intentando que estas sean lo más precisas posibles.

Quizá nos sirva a ciudadanos y candidatos reparar en estas características, porque uno de los grandes problemas en los que parecemos estar inmersos es que nuestras decisiones suelen enmarcarse en la lógica del mal menor, del miedo o la indignación y ninguna de las tres permite mirar el futuro y las decisiones como un superpronosticador.

El problema es que esta actitud, olvida que la polarización se alimenta de polarización. Los extremos son parte de un mismo universo donde el movimiento de uno compromete al otro. A mayor grado de polarización más complejo resulta alcanzar consensos y reformas, únicas herramientas para que una sociedad avance.

Un país que pierde el centro es un país que pierde plasticidad y se anquilosa. Es un error pretender salir de una crisis imponiendo barreras propias del siglo pasado, pero también lo es apostar por la refundación. A dos semanas de las elecciones no olvidemos que es posible un proyecto de reformas ambiciosas que apueste por justicia, libertad, crecimiento y paz social sin poner en juego el futuro.

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