Medios, incomodidad y poder

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Se suele decir que el periodismo siempre tiene que ser incómodo al poder. La pregunta es cuándo van a ser conscientes del poder que ellos mismos ostentan, y si están dispuestos a ponerse incómodos al respecto.



Un medio online publicó, hace algunos días, información falsa sobre la situación de salud de Gabriel Boric. Primero dijeron que habían accedido a la ficha médica de un hospital y, cuando ese hospital lo negó, corrigieron a medias diciendo que se trataba del sistema Epivigila. Aún así, no se dieron el tiempo de chequear con el candidato ni con el médico tratante, simplemente insistieron en su error, incorporando críticas moralistas. El mismo medio, al inicio de la pandemia, publicó las direcciones de los primeros infectados con Covid-19.

Este fin de semana, un programa de TV decide entrevistar a una pariente lejana de Sebastián Sichel, con la excusa de darle espacio a la familia adoptiva de Sichel de “dar su versión” sobre el historial de abusos que acusa el candidato. En ningún momento de la entrevista hubo un cuestionamiento a la versión que protegía las acciones de un abusador, ni tampoco una posición crítica respecto a las opiniones éticas y políticas que emitía alguien que lleva más de 20 años sin contactarse con Sichel. En una historia sobre abuso y abandono, no hubo ningún interés en darles voz a las otras víctimas que no están en política. Al final, lo importante era exponer la vida pública del candidato.

¿Es relevante conocer el estado de salud de quienes buscan convertirse en Presidente de la República? Por cierto, es un dato relevante y que debiera ser conocido para quienes pueden votar por ellos. ¿Es necesario saber los detalles de la vida familiar de un candidato? Sí, en particular en aquellos casos, como el de Sichel, en que esa misma historia ha sido el centro de su propia campaña. Sin embargo, ninguna de estas necesidades de información da carta blanca a un medio para hacer lo que hemos visto en esta última semana.

La pregunta de cómo fijar límites sobre lo que es aceptable o no reportear y publicar es extremadamente compleja. Ya lo vimos en el programa de Daniel Jadue, que proponía la creación de órganos estatales que controlaran a los medios. Ese tipo de medidas puede servir para proteger la privacidad de nuestras figuras públicas, pero también pueden convertirse en una amenaza a la libertad de expresión o en una forma de esconder información relevante. Pero lo opuesto también es complejo, pues los medios no son observadores neutrales de la realidad y tienen agendas, no siempre explícitas, que guían sus decisiones editoriales.

Urge, en Chile, tener una discusión en serio sobre el rol, límites y funciones de los medios de comunicación. Esto no quiere decir coartar la posibilidad de hacer su trabajo, sino que de acordar cuáles son sus responsabilidades ante los conflictos del país. Hemos escuchado poco sobre el rol de los medios en las condiciones que dieron curso a la revuelta de 2019, hemos escuchado aún menos sobre el rol que tienen los medios en normalizar discursos de ultraderecha y riesgosos para la democracia, como el de José Antonio Kast. Los medios son capaces de poner y sacar temas en la agenda, además de imponer el marco con que miramos esos temas.

Se suele decir que el periodismo siempre tiene que ser incómodo al poder. La pregunta es cuándo van a ser conscientes del poder que ellos mismos ostentan, y si están dispuestos a ponerse incómodos al respecto.