Mireya Dávila, cientista política: “Chile puede tener una mayoría social de centroizquierda, pero también le gusta el orden”
La académica de la U. de Chile aborda las implicancias de las recientes elecciones presidenciales y parlamentarias, al tiempo que piensa el país que viene. Pese a las complejidades del último tiempo, le parece que "hasta el momento la democracia chilena ha gozado de buena salud".
Exdirectora del Programa de Gobernabilidad de Flacso Chile y doctora en ciencias políticas por la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, Mireya Dávila imparte, entre otros, un curso en la U. de Chile sobre instituciones políticas en el país, que no puede sino emparentarse con un libro suyo aparecido este año: Presidencialismo a la chilena. Coaliciones y cooperación política, 1990-2018.
En mayo pasado, la académica declaraba a La Tercera que Chile atraviesa “un periodo especialmente crítico de los políticos y los partidos”. También, que hay “un cuestionamiento global a la actividad política”, pero que eso “no significa que se vaya a acabar”, pues “la política es consustancial al poder, a las sociedades. Va a existir siempre. El problema es cómo vuelve a legitimarse y ganar la confianza de la ciudadanía para que siga siendo el espacio en que se discuten los temas públicos y se solucionan los inevitables conflictos que surgen de la convivencia”. ¿Y cómo ve el escenario que se abre con las elecciones del último domingo? Algunas de sus reflexiones constan en esta entrevista.
Puede ser tentador para politólogos, sociólogos y otros plantearse fines de ciclos o de etapas políticas después de que se genera algún quiebre. ¿Cómo ve este punto después de la última elección? ¿En qué pie quedan los “nuevos Chiles”, voceados desde harto antes del 18-O, así como el “despertar” posestallido?
Históricamente, las sociedades pasan por periodos de cambio más intensos que otros. Lo que tratamos de hacer, desde la academia, es identificar y estudiar el desarrollo de estos ciclos políticos: cuándo se inician, cómo cambian y cómo terminan.
Desde octubre de 2019 podríamos pensar que estamos en tiempos de cambios de ciclo. Podemos ponerle fecha de inicio en ese octubre, pero no sabemos cuándo va a terminar. Las elecciones del domingo son un hito más, muy importante, de este proceso. Acá se evidencian algunos elementos de cambio respecto del ciclo anterior: nuevos partidos, como el de la Gente, y el crecimiento del Partido Republicano; la llegada del PC al Senado y el aumento de sus diputados; un liderazgo, como el de Boric, que está fuera de las coaliciones históricas creadas a fines de los 80, entre otros.
Para el estallido reasomó con fuerza un sentimiento antiélite. Llegadas las presidenciales, eso sí, el candidato que más punta pareció sacarle a esto fue Franco Parisi. ¿Cómo podrían ser encauzables estas posiciones?
No solo Parisi encauza este malestar. También lo hace Boric, pero de manera diferente. Parisi es un fenómeno, aún en estudio, que se vincula más con la forma de hacer política (redes, candidato ausente) que con otra cosa. Hay que ver cómo evoluciona la bancada del Partido de la Gente para saber si no es otro fenómeno como el de la Lista del Pueblo.
A diferencia de la Lista del Pueblo, el Partido de la Gente tendrá representación en el Congreso, además de un líder, a propósito de lo cual hay quien está comparando a Parisi con “Fra-Fra” Errázuriz…
Parisi es un fenómeno más externo que “Fra-Fra”, pero también ha entrado en la política. No es que postule por primera vez y tenga un éxito total. Lo raro -y en ese sentido pienso en la Lista del Pueblo, que no tenía un liderazgo conocido- es que Parisi no está. Es como una entelequia, un liderazgo muy distinto de los más recientes. No sabemos si ese liderazgo logrará plasmarse en ciertas lógicas de acuerdo con la bancada que tiene ahora. Porque una cosa es organizar una campaña vía telemática y otra es el día a día del Congreso. Ahí deberían tener una forma distinta de organizarse respecto de su liderazgo. Lo novedoso y lo brutal es la ausencia Parisi, además de su aspecto misterioso, sus deudas con la familia, su votación en el norte y que lo hayan votado muchos más hombres que mujeres. Es muy raro lo que pasa ahí, y hay que ver cómo decanta.
¿Es lo que más le sorprende de estas elecciones?
No. Lo que más me sorprende es Kast. Parisi es lo novedoso y lo pintoresco, pero lo de Kast es muy complejo. Es una persona muy de derecha, con rasgos autoritarios, que ha defendido a [Miguel] Krasnoff, y me sorprende que mueva su discurso de tal forma que eso no importe. Esto responde muy bien hoy, tal vez, a un espacio de liderazgo que tiene ver con la sensación de seguridad, de orden.
¿Le ve sentido, para explicar el éxito de Kast, a la idea de un “contraestallido”?
Sí. En la historia tienden a darse lógicas en ese sentido. Recordemos que Chile tuvo una dictadura de 17 años, que se construyó sobre un orden conservador en el siglo XIX. Es un país que, si bien puede tener una mayoría social de centroizquierda, que le gustan las transformaciones o que las acepta, también le gusta el orden, y me parece que Kast responde más a esto último. Ahora, Kast es muchas más cosas: es un UDI reformulado. Creo que es muy peligroso en su discurso un poco aséptico desde el punto de vista valórico, pero que lo es menos en la práctica.
¿Cómo le parece que viene el escenario para la Convención Constitucional de cara a la 2ª vuelta y al 2022? ¿De qué tipo podría ser un eventual tironeo entre poderes del Estado?
Un escenario es que la Convención Constituyente se radicalice, si gana Kast en la segunda vuelta, lo que podría poner en peligro la aprobación del proyecto de nueva Constitución en el plebiscito de salida. Y si gana Boric, le va a poner mucho más ánimo estatal a la Convención: va a ser un gobierno mucho más amigable, es gente que apoyó el cambio constitucional desde siempre. Claramente, el Ejecutivo va a ponerle ánimo, energía y predisposición al trabajo de la Convención.
Si gana Kast, y por mucho que él diga que no va a pasar nada, habrá respecto de la Convención una predisposición similar a la que tiene el gobierno actual, o tal vez peor. Y respecto del plebiscito de salida, hay la posibilidad de que la mayoría de la Convención se radicalice y que eso aumente la posibilidad de que se rechace la nueva Constitución. En esa perspectiva, se ve más complejo un triunfo de Kast que uno de Boric.
El solo hecho de que una nueva Constitución deba ser aprobada en un plebiscito, ¿no podría moderar los resultados del trabajo constituyente, antes que radicalizarlos?
No necesariamente. Creo que es, más bien, al revés: dado que la derecha aumentó en el Senado y el Congreso está muy disperso, si gana Kast, la primera reacción de la Convención podría ser la radicalización. Ahí se va a depender de la fuerza moderadora de Independientes No Neutrales o del PS. Aún es incierto cómo serán esas negociaciones, dependiendo de lo que se quiera poner en la redacción final.
¿Cree que en una eventual derrota del FA-PC en la presidencial, así como los resultados parlamentarios de ayer, son un contrapeso o marcan un “punto de equilibrio” de cara a la Convención?
Son fenómenos de naturaleza distinta. La Convención Constitucional expresó un sentimiento de deprivación relativa acumulado por años (un mayor progreso material que las personas ven en otros). Los resultados de Kast expresan el retorno de la derecha a su ADN autoritario y conservador. La elección parlamentaria fue el éxito de un hábil proceso de negociación de la plantilla parlamentaria en la derecha. No hay que confundir procesos cuando se busca la explicación de un fenómeno que es multifactorial.
¿Cómo avizora la salud del régimen democrático chileno? ¿Qué tanto le podría afectar una crisis económica que parece inesquivable?
Hasta el momento la democracia chilena ha gozado de buena salud, a pesar de lo vivido y de las amenazas respecto de su debilidad. Ha procesado institucionalmente los cambios políticos y sociales. Dicho eso, en general a los gobiernos les afectan las crisis económicas. Me parece que en la coyuntura de cambio en Chile, el manejo de esa crisis sin duda será un factor decisivo, pensando en lo que ha gastado ya el Estado en Chile: un manejo que no es sólo económico, sino también político, para enfrentar un eventual descontento generalizado.
A propósito de la fragmentación de la política local, ¿en qué pie quedan el sistema de partidos y los conglomerados tradicionales?
A los partidos tradicionales no les fue mal del todo, y a algunos les fue bien. También han surgido partidos nuevos, como el Partido Republicano, que es una nueva UDI en clave personal, la de Kast: un liderazgo a lo Jaime Guzmán, con disciplina partidaria, ideología cohesiva y menos pragmática hasta el momento. Otra cosa es la dispersión partidaria en la izquierda, que no es un fenómeno nuevo en Chile.
Tras un nuevo tropiezo, ¿qué destino le augura a la derecha un eventual triunfo de Kast?
Si ganara Kast, la derecha seguiría en el gobierno, lo cual sería otro cambio histórico respecto de la derecha tradicional: una reelección. Kast tendría que probar su liderazgo configurando una coalición de apoyo parlamentario y gabinetes representativos de ella, cosa no muy fácil. La derecha liberal en lo económico seguiría profundizando su modelo. Lo que cambiaría serían las políticas referidas a temas valóricos, así como el incremento de las políticas del orden, lo que aumentaría la deslegitimidad del uso de la fuerza y las respectivas crisis institucionales.
Boric tuvo un buen desempeño electoral en las grandes ciudades, mientras Kast pareció arrasar en localidades de menos de 50 mil habitantes y Parisi tuvo gran votación en el norte. ¿Ve una reconfiguración territorial del voto?
No tengo claro que esta sea una tendencia que se vaya a imponer. Es algo que depende para la segunda vuelta, por ejemplo, de si Boric logra penetrar en los paños donde no lo hizo y de si Kast lo hace en las regiones con más población. Creo que el factor fundamental dependerá de cómo sean las campañas: si serán capaces de cambiar el lenguaje, de usar distintas plataformas, etc. Todavía es muy difícil saber si hay ahí una tendencia.
¿Detecta algún fenómeno novedoso en el eje tradición-modernidad, por ejemplo cuando Boric dice que quiere acabar con el rodeo? ¿O es algo más circunstancial?
No lo tengo tan claro aún. Pienso en las experiencias internacionales, como en la de Bolsonaro o en la de Trump, y ahí da la idea de que Kast tiene la habilidad que tienen ellos en aspectos como el de la mentira. Ahora, lo que estás preguntando tiene que ver sobre todo con los lenguajes, a propósito de ciertas identidades, y de lo que Boric ha dicho respecto del rodeo, por ejemplo. Habrá que ver cómo el discurso de Boric logra generar un espacio más general que le hable no sólo a cierta tradición en la que se ha construido, sino también al señor del rodeo, a la señora que está en la esquina, al señor del campo. Esto tiene que ver con cómo transformar en lenguaje ciertas ideas de igualdad y de justicia que tiene su campaña.
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