“Neue normalität”: El concepto austríaco que acuñó La Moneda en medio de la pandemia

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El viernes, el Presidente Sebastián Piñera dio la instrucción de que funcionarios retornen paulatinamente. Foto: Mario Tellez / La Tercera.

En el gobierno afirman que la idea no buscan instalarla comunicacionalmente, sino que es una realidad que se está viviendo a nivel mundial. Así, dicen que las personas tendrán que aprender a vivir con el coronavirus por un largo período de tiempo y que no se puede tener paralizado al país. En Palacio agregan que están trabajando en un nuevo concepto que responda al fondo de lo que significa la "nueva normalidad" para comunicar mejor a la ciudadanía y que no se generen ambigüedades.


“Es un concepto mundial”. Así responden en el gobierno cuando se les consulta a quién se le ocurrió comenzar a utilizar la idea de “nueva normalidad”, cuyo objetivo es reactivar progresivamente distintas áreas del país en medio de la pandemia del coronavirus.

El concepto -con el que La Moneda buscó explicar las nuevas medidas que está adoptado para un regreso gradual en la apertura del comercio, en las clases escolares presenciales y en el retorno de los funcionarios públicos- no ha estado exento de polémicas y ha sido criticado en la oposición e, incluso, en el oficialismo. Los cuestionamientos han apuntado a lo “apresurado” de las medidas, considerando que aún no se llega al peak de contagios en Chile, mientras que otros dicen que se entrega una señal contradictoria comunicacionalmente, ya que hace solo unos días se ordenó el uso obligatorio de mascarillas en lugares públicos cerrados y se potenció la idea del distanciamiento social.

En La Moneda afirman que se unieron a “una voz común” y que no son frases que hayan nacido en Chile. De hecho, sostienen que fue Austria el país pionero en la materia y que, posteriormente, la frase fue acuñada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que se refiere a “new normal”.

La nomenclatura, que en su idioma original es “neue normalität”, comenzó a usarla el canciller austríaco Sebastián Kurz el 14 de abril, cuando ese país llevaba cuatro semanas de confinamiento. “Podemos aplicar el primer paso hacia una nueva normalidad”, dijo aquella vez.

Ese día reabrieron tiendas de menos de 400 metros cuadrados y -según reportaron medios europeos- solo en Viena fueron más de 4.500, aunque sujetas a un horario más corto, con no más de un cliente por cada 20 metros cuadrados, desinfección diaria y uso obligatorio de mascarillas. “Habrá tanta libertad como sea posible y tantas restricciones como sean necesarias”, agregó Kurz entonces, al dar la partida a lo que fue visto como en el viejo continente como un plan piloto: era el primer país en hacerlo. Y advirtió que "si los datos evolucionan en la dirección equivocada, echaremos el freno de emergencia”.

A esas alturas, Austria reportaba 14.135 casos confirmados y 394 muertos, y a esa fecha la tasa de nuevos infectados había pasado del 3% al 0,8%. Al día de hoy, según los datos que actualiza constantemente la Universidad Johns Hopkins, ese país registra 15.002 casos, 522 decesos y 11.694 recuperados.

En el caso de Chile, según el último reporte del Ministerio de Salud, hay 11.812 contagiados, 168 fallecidos y 5.804 recuperados. En el gobierno afirman que adhirieron al concepto no porque busquen instalarlo comunicacionalmente -como ocurrió, por ejemplo, con la idea de “quédate en casa”-, sino porque corresponde a una realidad que tienen que enfrentar y comenzó a usarse internacionalmente por grandes líderes.

El concepto de “nueva normalidad”, de hecho, fue analizado en una de las reuniones del comité de crisis que encabeza diariamente el Presidente Sebastián Piñera, instancia en la que se consensuó su utilización. La primera en adherir a la frase fue la ministra de la Segegob, Karla Rubilar, quien la utilizó en un video difundido el sábado para explicar unas de las medidas más polémicas del gobierno: el retorno gradual al trabajo presencial de los funcionarios públicos, decisión que generó cuestionamientos transversales.

Luego, fue el propio Mandatario quien acuñó el término el domingo en la noche en una cadena nacional. “Nuestro país y nuestras vidas no volverán a la antigua normalidad por mucho tiempo. Tendremos que aprender a vivir en una nueva normalidad, en que el coronavirus estará entre nosotros por un largo tiempo y en que deberemos compatibilizar la necesaria protección de nuestra salud con las otras exigencias y necesidades de nuestras vidas”, dijo Piñera ese día.

En Palacio reconocen que la idea genera cuestionamientos y que puede inducir a errores y ser malinterpretada, pero recalcan que lo importante es el mensaje de fondo: que la vida con Covid-19 no será la misma y que, por lo tanto, las personas deben ir adecuando el estilo de vida para convivir con el virus. Esto significa, agregan, que se deben ir tomando las medidas de resguardo correspondientes en las distintas áreas: transporte público, comercio y vida social, entre otras.

Así, las mismas fuentes explican que se avanzó en esta línea por varias razones: las proyecciones de que el virus se mantendrá por un período prolongado de tiempo; que están recién en la primera ola de contagios y se espera una segunda; que en esta primera etapa el número de contagiados frente a la cantidad de recuperados comienza a igualarse; y que no se puede mantener la economía paralizada y, por lo tanto, deben avanzar en su reactivación.

De todas formas, en La Moneda señalan que están recogiendo ideas de la sociedad civil, salubristas, economistas y de otras áreas para ver con qué medidas se puede ir avanzando para que gradualmente se vaya retomando la vida de las personas.

En ese sentido, las mismas fuentes añaden que se está trabajando en un nuevo concepto que responda al fondo de lo que significa la “nueva normalidad”. Esto, con el objetivo de comunicar mejor a la ciudadanía y que no se generen ambigüedades.

“Si la gente no entiende, pueden aumentar bruscamente los contagios”

El concepto despierta dudas, aprensiones y críticas de magnitud variable en el bando gobiernista. De partida, a ninguno de los presidentes de partidos que están en el Congreso los convence completamente. El de RN, Mario Desbordes, cree que el término “se refiere a una realidad distinta que había antes del coronavirus, pero hay que explicarla mejor”. Por ejemplo, “que los adultos mayores van a tener que mantener restricciones hasta bien entrada la primavera o casi todo el año. Ellos y personas en riesgo no van poder tener pronto una nueva normalidad, no van a poder asistir a actividades con mucha gente, aunque se levante una cuarentena y que el país se empiece a normalizar”.

“Es un concepto nuevo y tiene que instalarse. No podemos estar en hibernación por dos años, y por eso este concepto de ‘nueva normalidad’ no puede ser anunciado en un instructivo o un decreto”, agrega la líder UDI, Jacqueline van Rysselberghe. Aunque el vocablo le parece “bien”, sí le preocupa que “las señales contradictorias en torno a él me parecen peligrosas, por ejemplo, que hay que volver a trabajar ya, porque la gente puede entender que estamos bien, y no lo estamos. Si la gente no entiende, pueden aumentar bruscamente los contagios”.

Insiste la senadora en que “hay que explicarlo bien y mejor cómo se va a hacer, por ejemplo, volver a clases”. Y recalca que “el gobierno tendría que hacer un campaña, no sé si gráfica, pero sí explícita de qué es una nueva normalidad, por lo menos hasta que no haya una vacuna”.

El presidente de Evópoli, Hernán Larraín Matte, prefiere que se use “modo coronavirus” a la expresión usada por La Moneda. “El concepto nueva normalidad es funcional a entender que entraremos a una nueva etapa, pero es insuficiente, porque no es capaz de dibujarnos un horizonte ni fijar qué tipo de cambios y prácticas tenemos que tener. Si usáramos ’modo coronavirus’, le daría un marco autoexplicativo de las prácticas, protocolos y procedimientos para retomar actividades”, comenta.

“Demasiado amplio” e “imprudente”

Las dudas persisten entre otras figuras de Chile Vamos. Al alcalde UDI de Estación Central, Rodrigo Delgado, le inquieta que “en tiempos de crisis hay que ser muy preciso con los conceptos, y el de ‘nueva normalidad’ puede ser demasiado amplio, puede haber 18 millones de interpretaciones. Hay que explicarlo, darle bajada. Me preocupa que por un lado se filtren protocolos para los malls”. Y pide que “el gobierno siente a la mesa a políticos, expertos, gente de a pie, porque si a alguien le dicen que van a reabrir un mail, la gente puede pensar que poco menos que la llevan a un matadero”.

“Es imprudente usar la palabra ‘normalidad’ con cualquier adjetivo hoy. Ninguna palabra ni pesimista ni triunfalista. El futuro es muy incierto y no sabemos qué va a pasar, y cualquier error que se cometa van a culpar al gobierno”, sentencia el senador RN Manuel José Ossandón. Reconoce que La Moneda “lo ha hecho bien en lo medular y los resultados mejores de lo esperado”, pero que “el término es equivocado. Si los niños vuelven a clases y explotan los contagios, habrá consecuencias y muertos”.

Pero el diputado Evópoli Luciano Cruz-Coke piensa que “no sacamos nada con demonizar el concepto, hay que ser pragmático”, aunque concede que “en un principio cuando se plantea de golpe y porrazo volver a la normalidad, se pudo haber malentendido, hubo un problema en comunicarlo”. Dice que “es muy difícil establecer una estrategia ex ante” y que “tenemos que ir viendo como funciona gradualmente e ir tomando decisiones. Es algo que se pule día a día”.

La subdirectora de Políticas Públicas de Libertad y Desarrollo, Bettina Horst, considera que “no es algo que puedas definir hoy, dependerá de cómo se vaya propagando; hoy no puedes definir en forma rígida los paseos a seguir, sino que hay ir evaluando”. Pero sí piensa que “se tiene que transmitir con mayor claridad hacia dónde queremos llegar en este escenario, que es la mayor cantidad de alumnos de vuelta a clases, la mayor cantidad posible de comercios abiertos y la mayor cantidad de gente de vuelta en sus trabajos”.

Eugenio Guzmán, académico de la UDD, sostiene que “de cierta manera introduce ambigüedad a una situación que ya de suyo es ambigua, y eso nunca es bueno. Al menos deberían darse señales concretas de en qué consiste, establecer reglas para volver, directrices más claras”. Y advierte que “cuando no se tiene certeza de lo que va a ocurrir, jugarse totalmente por una sola solución puede ser muy peligroso. La autoridad tiene que ser muy sincera. Sincerar es la única opción y transmitir que estamos ante una situación en la que no todo lo que sabemos es útil”.

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