“No voy a renunciar a hacer política”: los complejos días de Ávila en Educación y los flancos que debe resolver

En Talagante, el Presidente Gabriel Boric y el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, presentaron un plan de promoción de asistencia escolar. Foto: Karin Pozo / Agencia Uno.
Foto: Karin Pozo / Agencia Uno.

Las altas cifras de deserción escolar, las críticas por cómo ha enfrentado el problema de la violencia en las escuelas, su perdida batalla para suspender el Simce y la distancia que se ha evidenciado con el Colegio de Profesores o las universidades del Cuech son solo algunas de las dificultades que ha tenido el secretario de Estado. "El ministerio está al debe con generar políticas que las condiciones laborales de los docentes y la educación chilena necesita”, dice Carlos Díaz, presidente del gremio de profesores. El escenario inquieta a La Moneda.


No han sido semanas fáciles para el ministro de Educación, Marco Ávila, y así lo reconocen en los pasillos de La Moneda. El militante de RD ha tenido que enfrentar varios flancos que preocupan y que mantienen en alerta al gobierno.

Las altas cifras de deserción escolar, las críticas por cómo ha enfrentado el problema de la violencia en las escuelas, su perdida batalla para suspender el Simce, el traspié que enfrentó con la reducción del presupuesto par los Liceos Bicentenario y su tenso encuentro con los rectores de las Universidades del Estado de Chile (Cuech), la semana recién pasada, son solo algunas de las dificultades que ha enfrentado el también profesor este último tiempo.

“Está en un momento complejo, decir lo contrario sería tapar el sol con un dedo”, afirma un personero del gabinete, quien de todas formas recalca que el Mineduc siempre ha sido una cartera difícil de manejar. Las polémicas que ha acumulado Ávila, sin embargo, han tenido -entre otros factores- un efecto en su popularidad. Si en marzo era uno de los mejores evaluados con un 72%, en la última encuesta Cadem que midió el desempeño del gabinete, el secretario de Estado obtuvo solo 50%.

En contraste, en Palacio aseguran que esas cifras y los estudios internos que hacen de manera periódica sobre la evaluación de cada ministro responden, principalmente, a la baja general que se registró tras el plebiscito del 4 de septiembre y recalcan que en las últimas semanas se ha mantenido regular y sin variaciones muy significativas.

Pero el momento político que enfrenta Ávila, dicen en el mundo de la educación, no solo respondería a las polémicas que se ha anotado -entre ellas se recuerda con especial énfasis la del adelanto de las vacaciones de invierno-, sino que también por lo que califican como un debilitamiento en sus redes en comunidades significativas para el éxito de su gestión. Si en algún momento sus vínculos estrechos con los gremios de la educación -como el Colegio de Profesores o el mismo Cuech- fueron un activo, hoy estarían algo debilitados.

De hecho, con el Colegio de Profesores se distanció tras reconocer que fue un error no enviar a los escolares antes a retomar sus clases presenciales en medio de la pandemia -lo que trajo costos preocupantes en sus niveles de aprendizaje-, una posición contraria a la que defendió ese gremio de manera institucional.

“Hemos generado un trabajo permanente con el Mineduc y hemos ido resolviendo temas”, dice Carlos Díaz, presidente del gremio de profesores, quien, de todas formas, reconoce que “si bien ha habido una cercanía, el problema lo hemos tenido en la materializacion de políticas concretas que apunten a resolver por parte del ministerio los problemas que hemos enfrentado, en algunos casos por situaciones ajenas al ministro y en otras, lamentablemente, por alguna inoperancia del ministerio”.

Así, añade sobre su relación con el secretario de Estado: “Hay un buen trato, un diálogo permanente. Eso lo valoramos y reconocemos, porque no ocurría con el ministro anterior. Sin embargo, creemos que debe ir acompañado de esa solución de conflictos que se presenten, hay que agilizar los procesos. Esperábamos cambios mucho más rápidos de parte del ministerio, no creemos que los temas se hayan ido resolviendo con la rapidez que hemos querido, lamentablemente. El ministerio está al debe con generar políticas que las condiciones laborales de los docentes y la educación chilena necesita”.

Mario Aguilar, presidente del Colegio de Profesores Metropolitano, complementa: “El ministro se ha caracterizado por tener un discurso distinto y su lenguaje y actitud denota que conoce la educación pública. Sin embargo, del discurso a la acción ha habido una distancia que no es menor. No hemos visto que ese discurso de un nuevo paradigma se haya traducido en cambios efectivos en el sistema. Estamos en presencia de un buen discurso, pero en términos prácticos el sistema sigue basándose en las mismas lógicas. Necesitamos que el ministerio, el ministro y el gobierno pasen del discurso a los proyectos concretos para que no quede simplemente en palabras”.

Otro tema que, según reconocen en el gobierno, es una dificultad para Ávila, es el reordenamiento de prioridades que hizo el Ejecutivo tras el triunfo del Rechazo en el plebiscito y que dependerá -en gran parte- del éxito que tengan en la tramitación de la reforma tributaria. Incluso si eso sale bien, dicen en La Moneda, “se ve lejana la idea” de que se pueda condonar el CAE, como se prometió, y asimismo la deuda histórica. Dos demandas muy sentidas y que, de no concretarse, será Ávila quien tendrá que poner la cara. Pese a eso, en el Mineduc insisten que el compromiso por la deuda educativa se va a concretar una vez entre en vigencia el nuevo régimen tributario.

Quienes han conocido de su gestión afirman -además- que su figura perdió otro activo relevante: el exsubsecretario de Educación Nicolás Cataldo (PC), quien tras su fallida apuesta por ser subsecretario de Interior, terminó en la Subdere y obligó al RD a acoplarse un nuevo equipo. Las mismas fuentes señalan que Cataldo lo apoyaba en la resolución de conflictos y mantenía un orden interno como jefe de servicio, lo que descomprimía en buena parte a Ávila. El problema, según comentan fuentes del Congreso, es que quien lo reemplazó, el subsecretario Gabriel Bosque, no ha logrado el mismo grado de coordinación ni complicidad con el RD.

Otro punto que generó inquietud en La Moneda -y no solo respecto del Mineduc- es la subejecución presupuestaria que varios ministerios han enfrentado. Y si bien en el último tiempo la cartera liderada por Ávila ha hecho esfuerzos por avanzar en aquello, hace algunos meses lo sindicaban internamente como uno de los más complicados con el tema. Si se miran los datos actuales, según información proporcionada por el Mineduc, la ejecución es de un 78,19%.

Pese a que en La Moneda reconocen las complejidades que enfrenta Ávila, de todas formas aseguran que algo que sí valoran es que -a diferencia de varios que lo antecedieron en el cargo-, el RD ha logrado contener la calle. “No se han registrado grandes movilizaciones y eso da cuenta de su capacidad y muñeca”, dicen en el Ejecutivo. Algo que contrasta -en todo caso- con las manifestaciones violentas que tuvieron lugar tras el triunfo del Rechazo y que incluyeron cortes de tránsito, evasión del Metro y quema de transporte público. Por esos días, de hecho, la Coordinadora Secundaria Revolucionaria, integrada por estudiantes de Liceos Emblemáticos, pidieron su renuncia, lo que ha sido refrendado por diversos centros de estudiantes de liceos emblemáticos, con quienes podía conversar hasta hace poco.

Un elemento que destacan sobre el estilo Ávila entre quienes tienen una vinculación con él, tanto en el mundo de la educación como en partidos políticos oficialistas, es que es una persona de muy buenas intenciones, pero que es poco resolutivo y ejecutivo. Además, dicen las mismas fuentes, lo ven reactivo a ciertos problemas. En esos sectores no olvidan cuando, en plena crisis de desescolarización, Ávila se desplegó por la reforma de pensiones, dejando en un segundo plano sus flancos sectoriales.

Pese al momento que atraviesa, en sectores transversales del Congreso aseguran que es bien valorado en su estilo y forma de aproximarse a las situaciones. De hecho, ha generado buenas relaciones con el Socialismo Democrático y también con la derecha. Un ejemplo de aquello, dicen en el gobierno, fue la reunión que concretó el 18 de noviembre pasado con el exministro de Hacienda de Sebastián Piñera, Ignacio Briones (Evópoli).

“La labor del ministro Ávila es reconocida por muchos parlamentarios y de forma transversal. Eso se ratifica en diferentes estudios de opinión que lo ubican como uno de los ministros del gabinete con mejor evaluación. Lo que sucede es que tuvo que asumir una cartera en donde empezaron a emerger una serie de problemáticas derivadas de la pandemia que se sumaron a las reivindicaciones históricas del mundo de la educación. Ahí están los problemas de convivencia escolar, la deserción, los problemas con la Junaeb, los episodios de violencia, entre muchos otros. Y eso ha empezado a estallar de a poco”, señala el integrante de la Comisión de Educación, Juan Santana (PS).

Mirada similar tiene el presidente de Comunes, Marco Velarde, quien es cercano al secretario de Estado y asegura que “desde que asumió la cartera ha tenido un fuerte compromiso con la educación pública y, sobre todo, con los efectos que la pandemia provocó en la escolaridad. Para ello ha implementado un programa de revinculación para traer de vuelta a esos escolares que por distintos motivos dejaron las aulas. Esto es una prioridad y un compromiso del gobierno que se ha estado ejecutando con fuerza. Estoy seguro que para finales del 2023 tendremos resultados altamente positivos”.

Ávila: “Los cambios dentro del equipo exigen esfuerzos de coordinación”

Consultado por el momento político que enfrenta y los ajustes, el ministro Ávila reconoce que “los cambios dentro del equipo exigen esfuerzos de coordinación”. De hecho, el secretario de Estado ha realizado otras modificaciones. Por ejemplo, le pidió la renuncia a quien fuera su coordinador legislativo, Marcelo Pérez.

Eso sí, destaca sobre su vínculo con los gremios que “mi administración se ha caracterizado por ser una gestión de puertas abiertas. Como ministro he fomentado el diálogo y los acuerdos en un sector con múltiples necesidades, y para eso hemos sostenido un trabajo permanente y constante con todos los actores del mundo educativo. No voy a renunciar a hacer política, y eso significa escuchar, encontrar soluciones y llegar a acuerdos en un marco de responsabilidad política y fiscal”.

“El Ministerio de Educación es una cartera que atiende a más de 5 millones de estudiantes, más de 11 mil establecimientos, y cerca de 400 mil trabajadores de la educación, y todos ellos tienen necesidades urgentes a las que estamos atendiendo. En cada acción hemos puesto siempre el bienestar de las comunidades en el centro. Yo llegué a hacerme cargo de la reactivación educativa del país y de las brechas que profundizó la pandemia. Para eso rápidamente reasignamos recursos e implementamos a inicios de nuestra administración una agenda robusta a cargo de la reactivación. Y tendremos un 2023 con más recursos. En ese contexto decidí fortalecer los equipos, ampliando la experiencia técnica y política en la institución, considerando también a profesionales de la nueva alianza de gobierno”, agrega.

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