Patricia Politzer (INN) por caso Arancibia: “Quedó muy claro que no hay ninguna posibilidad de marginar a nadie en la Convención”
Pese a que concuerda en que la presencia del constituyente Jorge Arancibia (UDI) en la Comisión de Derechos Humanos es una "imprudencia" y habría sido revictimizante para los sobrevivientes de la dictadura, la periodista admite que los convencionales no tienen facultades para censurar a nadie. A su juicio, estas discusiones no empañan la labor de la Convención Constitucional, sino, por el contrario, son valiosas para el futuro del país.
No forma parte de la Comisión de Derechos Humanos, pero ayer Patricia Politzer (INN) quiso intervenir para evitar que, como propusieron algunos de sus integrantes, se dejara fuera a cuatro organizaciones que habían solicitado audiencias, entre ellas, la Fundación Jaime Guzmán y Confamilia.
“No le corresponde a la Convención Constitucional convertirse en un tribunal y, por lo tanto, debe abrir sus puertas sin restricciones”, dijo este lunes en su sesión, a la vez que recordó que conoce de cerca y más de lo que le gustaría los efectos del negacionismo por su calidad de judía. “Nuestra democracia requiere que seamos capaces de escuchar todas las opiniones, aunque nos duelan, aunque no nos gusten, aunque nos parezcan aberrantes, no tenemos por qué proteger los oídos de los ciudadanos”, afirma.
En esta entrevista, la periodista aborda la discusión sobre el veto al exalminante Jorge Arancibia de la instancia, la que mediante un voto político aprobado el viernes pasado por mayoría intentó marginarlo de las audiencias en que participarán sobrevivientes de la dictadura para evitar su revictimización.
La convencional de Independientes No Neutrales asegura que el acuerdo al que se terminó llegando ayer y que terminó con una división en subcomisiones para evitar que el exedecán de Pinochet se topara con las víctimas, fue una salida ejemplificadora. “A la luz de lo que ocurrió ayer, no hay ánimos autoritarios en la Convención Constitucional, al menos no de manera masiva”, sostiene.
¿Qué mirada tiene sobre la marginación del convencional Arancibia de la Comisión de DD.HH.?
Siempre creí que Jorge Arancibia debía retirarse de la Comisión de DD.HH. porque me parecía claramente una imprudencia, muchos estiman que es una provocación y eso quedó en evidencia con todo el escándalo que se armó. La posibilidad de revictimizar a quienes hasta el día de hoy sufren las consecuencias de las violaciones a sus DD.HH. es una situación imposible de aceptar.
¿Y quién define el límite de eso? Carlos Peña apuntaba a una confusión moral al creer que quien no coincide con la víctima es victimario...
A ver, es que acá nadie estaba marginando a Arancibia de la Convención Constitucional para escribir la nueva Constitución, para lo cual fue electo. Lo único que se le estaba pidiendo, porque no hay herramientas para exigirle esto, era que no estuviera en las audiencias donde vinieran las víctimas. Y, afortunadamente, yo estuve ayer en la Comisión de DD.HH. cuando se trató el tema y creo que fue una sesión muy estremecedora, de una tremenda lección de lo que debe ser el diálogo en este país. Porque estamos acostumbrados a callarnos nuestras opiniones para llegar a un acuerdo o bien pelearnos sin poder solucionar nada. Lo que ocurrió ayer en la Comisión de DD.HH. fue un tremendo ejemplo. Hablar de manera franca, transparente, por momentos realmente dramático, y finalmente se llegó a una salida al problema. Tenemos que acostumbrarnos a que vamos a vivir muchos momentos como este durante este proceso y, por lo tanto, es muy importante no convertir todo esto en un escándalo al borde del precipicio. Sino que aprender.
Pero ayer se retrocede en esta idea de marginarlo y se busca una alternativa... finalmente reconocen que no tienen las facultades.
Es que no diría que se retrocede. Se conversa y se llega a un acuerdo. Si todo el tiempo vemos esto como que alguien gana y alguien pierde, vamos a seguir entrampados como sociedad. Ayer no se retrocedió en nada, el exalminante va a participar de la subcomisión marco, la que ve el tema reglamentario de DD.HH. hacia futuro. Y no donde se va a recibir el testimonio de las víctimas.
Ayer varios convencionales admitieron que no tienen las facultades para marginarlo. ¿Se extralimitaron con el voto político?
No, te insisto, este voto político representa el sentir de la mayoría de la Comisión de DD.HH. Entonces hablar de retroceder, de extralimitarse, son conceptos que no ayudan al diálogo franco. Si queremos un diálogo franco, no podemos seguir abordando todo esto de manera confrontacional, en que uno gana y el otro pierde en cada paso que se da. Esto es al revés, podemos pelearnos mucho, podemos sufrir lo que el otro nos dice, porque nos duele, pero tenemos que aceptar ese diálogo para sanar las heridas y poder avanzar en acuerdos en que todos nos sintamos cómodos.
Esto del voto político era una cuestión mayoritaria al interior de la Comisión de DD.HH. ¿Está de acuerdo que esa instancia, por una mayoría circunstancial, pueda tener la intención de marginar un convencional?
Lo importante es que quedó muy claro que no hay ninguna posibilidad de marginar a nadie en la Convención Constitucional.
¿No le preocupa que esto siente un precedente que se utilice por otros sectores políticos para marginar ciertos discursos?
Esa posibilidad no existe. Ayer quedó demostrado que no hay ninguna posibilidad de marginar a ningún constituyente de ningún espacio del proceso constitucional.
El viernes, al aprobarse el voto político, sin embargo, se planteó una cosa distinta. Se dijo que de forma vinculante la instancia resolvía marginarlo de la comisión que recibiría las audiencias.
Por supuesto, pero desde el viernes cuando se aprobó ese voto, se avanzó hacia otro punto, que llevó a un acuerdo, positivo para todos los sectores y que dejó en claro que no hay posibilidades de marginación dentro de la Convención Constitucional y eso es lo verdaderamente relevante. En ese punto estamos ahora.
Por eso le preguntaba si creía que se habían extralimitado. Porque finalmente el viernes se arrogan una facultad que luego reconocen no tener.
Eso es lo que importa. Lo relevante es que aquí los convencionales pueden plantear sus opiniones de la manera más franca y transparente posible y emitir un voto político en ese sentido. Y, otra cosa, es que la decisión que toma la Comisión de DD.HH.
¿Más allá del desenlace, le reitero, no le preocupa que este tipo de discusiones sienten precedentes para excluir discursos u opiniones por consideraciones políticas?
No, nunca pensé que eso iba a pasar. Estaba confiada en que esto se iba a solucionar a través del diálogo y que se iba a avanzar tal como ocurrió.
Usted decía que le parecía una imprudencia presentarse para integrar la instancia, más allá de las audiencias. ¿Por qué?
Él fue comandante en jefe de la Armada y hasta el día de hoy aplaude la dictadura de Pinochet, que es el que provoca todas estas violaciones de DD.HH. de las cuales todavía no se sanan las heridas, todavía tenemos cientos de detenidos desaparecidos que no sabemos dónde están, todavía no se ha hecho reparación como corresponde en este ámbito. Todavía tenemos gente que justifica las violaciones de DD.HH. en esa etapa. Entonces, en ese contexto, una persona como él, obviamente produce en quienes iban a ir a esa instancia un efecto indeseado. Y eso es a lo menos una imprudencia, tanto suya como de quienes lo patrocinaron.
Usted fue a defender el derecho de organizaciones a ser recibidas en audiencias, planteó que vetarlas iba en contra de principios democráticos y el derecho a la libertad de expresión.
Está muy bien que una Comisión de DD.HH. establezca que está en contra del negacionismo y la incitación al odio. Sin embargo, la libertad de expresión no puede limitarse, salvo según lo establezca la ley. Y en nuestro país, como en la mayoría de los países del mundo, el negacionismo no está penalizado. Además, tenemos un proyecto de ley de incitación al odio que duerme hace varios años en el Congreso, por lo tanto, no hay una legislación al respecto. Y, en ese sentido, el derecho fundamental de la libertad de expresión es un derecho fundamental para la democracia. Nuestra democracia requiere que seamos capaces de escuchar todas las opiniones, aunque nos duelan, aunque no nos gusten, aunque nos parezcan aberrantes, no tenemos por qué proteger los oídos de los ciudadanos.
¿No es contradictorio eso cuando usted plantea que el solo hecho de que Arancibia participe de la Comisión de DD.HH., dejando fuera el tema de las audiencias, es imprudente?
Son dos temas muy distintos. La verdad es que cuando yo lo veía ayer en la Comisión de DD.HH. tratando de que entendiéramos su posición, de explicar por qué quería estar ahí, diciendo que quería dar lo mejor de sí...Y, al mismo tiempo, escuchar los testimonios de personas que sufrieron personalmente las violaciones DD.HH. tenía la sensación, tal como lo señaló la constituyente Giovanna Roa, que Jorge Arancibia no quiere o quizás no puede asumir la magnitud de esta tragedia. Si no, no se entendería su insistencia en este tema. No es capaz de dimensionar la profunda herida que hay en nuestro país sobre este tema.
¿No puede abrirse ahí una complicación, ya que quedó en acta que las organizaciones van a ser escuchadas siempre y cuando no digan algún comentario que pueda ofender a alguien o enmarcarse dentro del negacionismo o la incitación al odio?
No, me parece bien. Uno puede manifestarse contra el matrimonio homosexual, que esa es tu opinión y me parece completamente legítimo, y otra cosa es decir que una persona que se enamora de otra persona del mismo género es pervertido. Son cosas distintas. Esas personas o instituciones tienen que tener claro cuáles son los límites del diálogo, uno no puede ir a dialogar insultando, explicitando o mintiendo respecto de otros.
Personas ligadas al mundo de los DD.HH. han planteado que sería peligroso que se instale una lógica donde los constituyentes se arroguen una autoridad y se conviertan en censores de ciertos discursos. Se ha hablado de autoritarismo también. ¿Qué piensa de esas lectura?
No quiero juzgar intenciones de nadie. A la luz de lo que ocurrió ayer, no hay ánimos autoritarios en la Convención Constitucional, al menos no de manera masiva. Quizás hay algunos que tengan intenciones autoritarias, pero no es eso lo que prima en la constituyente. Para dimensionar correctamente lo que significan las violaciones a los DD.HH., especialmente en dictadura, ayer se produjo un hecho muy remecedor y emotivo al final de la sesión, cuando uno de los coordinadores -Roberto Celedón- relató que estuvo condenado a cadena perpetua, luego se le rebajó la pena a cuatro años y justo hace una semana, 47 años después de estos hechos, la Corte Suprema estableció que él y otros compañeros que estaban en la situación de él eran completamente inocentes. De eso estamos hablando cuando hablamos de verdades históricas sobre los DD.HH.
Algunos planteaban que esto le hacía mal a la Convención Constitucional...
Todos estos debates le hacen excelente, a la constituyente y al país. Tenemos que aprender a mirar con los ojos y los oídos abiertos nuestra realidad y, por suerte, ayer dimos una lección, un ejemplo. Ayer se dio en la Comisión de DD.HH. un ejemplo de diálogo abierto, franco, transparente y que, después de ese diálogo, sin ningún tapujo, se puede avanzar en acuerdos que todos asumimos como propios.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.