Qué son los colectivos chavistas acusados de intimidar y atacar a votantes y manifestantes en Venezuela
Su presencia en la vida política y social de Venezuela no es nueva. Algunos la rastrean incluso hasta antes de la llegada de Hugo Chávez al poder. Pero con el tiempo han derivado en un temido brazo armado del chavismo al convertirse en su fuerza de choque.
No es difícil reconocerlos ni a ellos ni a sus barrios. En las paredes de sus sectores, un grafiti de la silueta de un hombre arrodillado con un fusil en mano va acompañada de una frase: “Los colectivos toman Caracas en defensa de la ¡Revolución!”. En las calles, especialmente en tiempos de especial turbulencia política, muchas veces se les ve montados en motocicletas, fuertemente armados y encapuchados. Se trata de los colectivos chavistas, brazo armado del oficialismo venezolano que por años ha operado en el país caribeño.
Para la oposición, se trata de entes paramilitares, visión compartida por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, que las describe como fuerzas parapoliciales o paramilitares leales al presidente Nicolás Maduro. La exfiscal general Luisa Ortega alguna vez los definió como “grupos civiles armados al margen de la ley”. Para los ciudadanos y, principalmente, los manifestantes se trata simplemente de los “colectivos”, y suelen ser sinónimo de terror.
Tras las recientes elecciones presidenciales del domingo pasado, donde el Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamó al actual mandatario, Nicolás Maduro, como el vencedor, los grupos de choque volvieron a aparecer. Registros audiovisuales compartidos por ciudadanos muestran bandas de motociclistas persiguiendo a manifestantes, que, piedra en mano, repelían las encerronas.
También hubo denuncias durante el mismo día de votación, el pasado domingo 28, de ataques a votantes. Así lo señaló el comando opositor Con Vzla, que denunció supuestos disparos de “colectivos armados chavistas” en contra de personas que resguardaban el centro de votación en la localidad de Patiecitos, en el municipio Guásimos. Allí, un joven habría quedado herido de gravedad debido al impacto de una bala.
No se trata, per se, de organizaciones violentas. Para el gobierno de Maduro son “agrupaciones sociales que trabajan en proyectos de educación y de producción dentro de la organización comunal que promovió Hugo Chávez”, señaló en julio de 2017 BBC Mundo. De hecho, muchas aplican la autogestión como modelo de vida en los barrios. Otras se dedican al “apriete”, es decir, llegar a manifestaciones opositoras a cara cubierta y amenazando a los asistentes. Una suerte de arresto ciudadano, luego entregado a la policía, y nada más, o una mezcla de todas las anteriores, como pudo detallar de primera mano el citado medio.
Pero también hay de las que asisten armadas, incluso disparando contra manifestantes, como han denunciado en el pasado organismos de derechos humanos presentes en el país. Se amparan en la repetida frase del expresidente revolucionario Hugo Chávez. “Pacífica, pero armada”.
En los últimos años, especialmente en períodos de ebullición política tras las elecciones, su presencia ha sido una constante, además de convertirse en símbolo de temor. En junio de 2017, por ejemplo, mientras un grupo de manifestantes cortaba la calle frente al Hospital Clínicas Caracas, bastó con que uno gritara “¡los colectivos!”, para que el pánico se desatara. Se trataba de un grupo de motociclistas encapuchados que generaron miedo con su sola presencia.
Años más tarde, en abril de 2019, el entonces líder de la oposición venezolana Juan Guaidó llegó a una manifestación con varios cientos de seguidores en San Bernardino, un barrio de clase media de Caracas. El escenario estaba al final de una calle larga y estrecha, donde simpatizantes, incluidos hombres, mujeres, niños y personas de tercera edad, se reunieron.
Pero no pasaron muchos minutos desde la llegada de Guaidó para que un grupo de motociclistas encapuchados y fuertemente armados hiciera su aparición, inundando el lugar con gases lacrimógenos.
Preocupado por una posible estampida, un organizador pidió que se agacharan y no generaran un aplastamiento, y una vez disipado el humo, el propio Guaidó se subió al escenario. Esta vez dispararon balas reales hacia el cielo. El excandidato venezolano se negó a bajar, y el grupo de apriete se retiró, esta vez, sin causar heridos ni muertes.
Su operación ha contado en el pasado con la venia del gobierno chavista, aunque se trata más bien de una relación de amor y odio, o de conveniencia, dependiendo del momento político que viva el país, según consignan los medios.
En un reportaje realizado por Infobae, donde identificaron las áreas de operación, líderes y funciones de algunos de los colectivos chavistas más importantes, señalan que “aunque actúan bajo el pecho protector del gobierno, la relación de los colectivos con las autoridades depende del día, la hora, las circunstancias y los dolientes”.
“En Venezuela cada estado, cada ciudad, cada municipio, cada parroquia y cada barrio tiene un referente revolucionario, y dependerá de la posición que juegue en el tablero de poder la permisividad con la que actuarán los grupos armados de esos territorios. No existe una estructura homogénea. Hay luchas de intereses y controles”, añadieron.
Para 2020 se sabía de las operaciones de algunos de ellos. Por ejemplo, está el colectivo La Piedrita, liderado por Valentín Santana, quienes se denominan como el “brazo armado de la revolución”, explicó Infobae. Sus miembros aparecen equipados con armas largas y rostro cubierto con banderas, y son apuntados como uno de los principales responsables de la represión paramilitar de protestas en Caracas.
También les acompaña el colectivo Alexis Vive, dirigido por Robert Longa. “Se declaran como una formación política de vanguardia, conformada por trabajadores, estudiantes y campesinos”, detalló el mismo medio. Han sido sindicados como represores de manifestaciones, y entre sus filas habría guerrilleros colombianos, quienes ayudan en la formación política y en el “adiestramiento militar de los simpatizantes de la revolución”.
Lejos de cualquier eufemismo está el Frente Motorizado Bolivariano, definidos como “fuerzas de choque que amenazan y hostigan a los manifestantes en contra de Maduro”. Además “se les vincula al tráfico de armas y drogas”. Por último, está el colectivo 5 de Marzo, acusado de ser quienes dispararon contra manifestantes durante las protestas de 2014, 2017 y 2019.
Un miembro de un colectivo relató a BBC Mundo, bajo reserva de identidad, sus actividades en 2017. “Somos anillos de seguridad del pueblo, de la patria”, dijo un hombre bajo el pseudónimo de Juan. Se trata de la Fundación Domingo Rebolledo, que se definen orgullosamente como colectivo. Son 64 personas, entre ellos 40 motorizados. “Somos organizaciones que hemos sido creadas como medidas de seguridad para defender el modelo de gobierno, al pueblo y a los cuadros políticos”, añadió.
Con las protestas de esos meses su trabajo se multiplicó. Nada más se supo de una nueva manifestación, recibió un mensaje vía celular proveniente de un “patriota cooperante”. “ALERTA: Me llegó información de que los escuálidos terroristas están planificando tomar la Redoma de la India”, detalla el remitente. Los “escuálidos terroristas” son los opositores a Maduro.
No queda ahí el mensaje. “Por sí o por no, debemos estar mosca (atentos) y preparados para bajar a los primeros indicios; me parece o no, todas y todos tenemos la decisión de salir a combatir la contrarrevolución”.
El miembro del colectivo dijo a BBC que la propia policía y la Guardia Nacional llaman a los motociclistas para “intimidar, asustar, disolver una manifestación y limpiar la calle de las barricadas”. Y luego hizo una distinción:
“Nosotros no vamos a llegar reprimiendo, atropellando ni agrediendo, simplemente llegamos a dispersar, para que no dañen los bienes de la nación”, dijo Juan. Su grupo, afirma, es pacífico, y aseguró que no tenían armas, pero podían conseguirlas. En cambio, hay colectivos que no operan así, y reconoció la impunidad.
“Los colectivos son impunes en todo. Pueden tomar una acción y el gobierno lo respeta, porque son personas que vienen de la policía o son policías activos. Tienen contacto en la policía. Agarran a uno preso o matan a uno por algo. No pagan nada por eso. Nosotros no estamos trabajando así”.
Venezuela no es el único país con brazos paramilitares. En Haití, en los días de François Duvalier y su hijo “Baby Doc”, existían los peligrosos “Tonton Macoute”, y Panamá vio a los “macheteros” y “Doberman” de Manuel Noriega.
En el caso de Venezuela, sus orígenes distan de las funciones actuales. “En Venezuela hubo un período muy corto de lucha armada, con momentos más intensos, luego llegó el proceso de pacificación, en el que muchos pasaron a la lucha legal y otros quedaron en zonas rurales y urbanas y como disidencia en las universidades públicas”, explicó al diario El Comercio Rafael Uzcátegui, coordinador general del Programa Venezolano de Educación, Provea.
Es importante este antecedente para entender cómo operan en la actualidad, añadió, porque esos “herederos de la lucha armada” se ubicaron en los barrios del oeste de Caracas, puntualmente en el peligroso y populoso 23 de Enero.
Gobiernos previos al de Chávez sabían de su existencia, pero optaron por no enfrentarlos. Incluso llegaban a cierto nivel de acuerdos para lograr convivir, pero con el arribo del comandante revolucionario al poder todo cambió. El impulso de los Círculos Bolivarianos derivó en grupos violentos que atacaban a dirigentes opositores.
Según Uzcátegui, estos se incorporaron a la alianza de gobierno, pero “llega un momento en que se comienzan a dividir y comienzan a aparecer nuevos grupos bajo la figura de ‘colectivos’ que empiezan a tener una abierta actuación delincuencial”.
Su influencia llegó a tal punto, que hasta llegaron a operar como guardaespaldas de miembros del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Provea constató que ya para 2013 comenzaron con “labores de seguridad ciudadana”, y en 2014 se observa un patrón represivo en protestas. “Nosotros denunciamos que algunos se convirtieron en grupos que disuadían la protesta social, que enfrentaban las movilizaciones”, explicó Uzcátegui.
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