“Silencio, por ahora, hasta que Azul Azul se refiera a la situación”: la tranquila espera de Lampa para recibir el estadio de la U
En la comuna del sector norte de la Región Metropolitana deslizan que la opción de que el anhelado recinto estudiantil se levante en el lugar es concreta. Sin embargo, evitan profundizar respecto del proyecto específico, hasta que el club universitario formalice el anuncio de la consecución del terreno para una realización que ha sufrido históricos traspiés.
Universidad de Chile se vuelve a ilusionar. Como sucedió en varias oportunidades a lo largo de su historia institucional, la opción de contar con un estadio propio resurge. Ahora, con fuertes señales de que por fin se cumplirá uno de los principales sueños de los fanáticos estudiantiles y, por cierto, de quienes dirigen sus destinos. El sueño azul tiene una opción concreta de emplazamiento. Como publicó ayer El Deportivo, Azul Azul, la concesionaria que administra al club, mantiene avanzadas gestiones para conseguir un predio en Lampa, con dimensiones suficientes para la construcción de un complejo y un reducto, que contará con los mayores adelantos posibles, pensando en una proyección tan ambiciosa como la idea de levantarlo: que se transforme en una de las subsedes que ofrecerá Chile como parte de la organización del Mundial de 2030.
En la entidad que preside Michael Clark avanzan de acuerdo a un plan estratégico que contemplaba este año como el inicio de la ofensiva para contar con la casa propia. “Nuestra meta inmediata es que esta fase se concrete durante el primer semestre de 2023, para luego proceder al octavo paso, que consiste en solicitar y obtener los permisos necesarios para, definitivamente, materializar nuestros proyectos de infraestructura. En nuestra visión, estimamos que estas obras resultan imprescindibles para la consecución de resultados deportivos y, por consecuencia, un crecimiento institucional íntegro”, había anticipado el timonel, en enero.
En Lampa, en tanto, optan por la cautela, aunque dejando entrever con claridad que las tratativas existen. “Silencio, por ahora, hasta que Azul Azul se refiera a la situación”, consigna Ignacio Sánchez, jefe de gabinete del municipio, a El Deportivo. El funcionario fue específicamente comisionado por el alcalde Jonathan Opazo para responder consultas respecto de una información que, naturalmente, ha producido convulsión en la localidad. La estrategia comunicacional fue definida ayer, después de que se conociera la información por este medio, precisamente, ante el alto nivel de interés público que produjo.
Una obra de gran magnitud
En principio, la idea de que el estadio de la U albergue alguna de las instancias del certamen planetario al que Chile postula conjuntamente con Argentina, Uruguay y Paraguay implica desafíos adicionales. El inicial es que cuente con los estándares propios de la principal competencia futbolística a nivel mundial. El segundo, que va de la mano, implica un aumento en la capacidad proyectada inicialmente: ahora habrá que pensar en un aforo de 60 mil espectadores, el piso para postular a una de las semifinales, como figura en las pretensiones nacionales. En los reductos actuales, solo se podrían jugar encuentros hasta los cuartos de final.
Los nuevos parámetros implicarán, también, un aumento considerable de los costos. Esa variable, en todo caso, puede ser cubierta a través de dos vías adicionales al presupuesto que el club le asigne a la construcción del recinto: por un lado, la venta de los naming rights, un modelo de negocios que ya está siendo utilizado por Universidad Católica para la construcción del moderno San Carlos de Apoquindo, y, por otro, alguna alianza estatal. En el último plano, la ministra del Deporte, Alexandra Benado, se ha mostrado dispuesta a explorar esa opción y también Cecilia Pérez, directora de Azul Azul.
Sueño y pesadilla
No es primera vez que los fanáticos de la U se han ilusionado con el estadio propio. En todas las ocasiones anteriores, el sueño terminó transformándose en una pesadilla. El triste historial parte en 1937, cuando se exploró la idea de contar con instalaciones en el parque Quinta Normal. Sin embargo, el rector Juvenal Hernández desestimó la idea.
En los 70, Emilio Torrealba, presidente del entonces Club Deportivo, consiguió, a través de intercambios un terreno en Las Condes, donde hoy está emplazado el Parque Araucano. Por esos días, se proyectaba un recinto con capacidad para 15 mil personas, que apuntaba hacia los Panamericanos de 1972. El golpe militar frustró el intento. Para peor, el terreno fue vendido a la municipalidad de Las Condes, después del terremoto de 1985.
Hubo más. En los 80, el club adquirió una estructura mecano en Brasil, otra vez con la idea de levantar el soñado estadio. Sin embargo, por problemas de naturaleza económica, el proyecto nunca se cristalizó. La estructura metálica, que permitiría albergar 25 mil espectadores, en un plan que incluía un casino y otras comodidades, estuvo por largo tiempo en la Zona Franca de Iquique, hasta que fue rematada.
En 1998, la candidatura de Rafael Fazio, opositora a la gestión de René Orozco, levantó otra vez la idea. Con un costo de US$ 53 millones, se edificaría un reducto con capacidad para 45 mil espectadores, que incluía un hotel, restaurantes y más servicios. Fazio perdió la elección y la ilusión, nuevamente, se esfumó.
En 2002, el grupo Pasat le ofreció a Orozco la construcción de un estadio de alto nivel. Sin embargo, la alianza terminó mal: la firma acusó al timonel azul de apropiación indebida y estafa.
El arribo de Azul Azul reactivó la iniciativa. En la gestión de Federico Valdés hubo intentos por conseguir terrenos en La Pintana, que no fructificaron. En 2014, ahora bajo el mandato de Carlos Heller, volvió a surgir una alternativa: en Pudahuel, cerca de la Laguna Carén, nuevamente apareció una opción de ver concretado un sueño que el timonel asumió como propio. Hubo anuncio y fechas. Todo quedó en el intento.
Después de ese fracaso, las miradas volvieron a apuntar a La Pintana, pero hubo varias situaciones que conspiraron contra un buen final. Entre ellas las presupuestarias y, principalmente, la oposición de la comunidad.
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