Un Mundial cada dos años: las aristas políticas, deportivas y comerciales de un proyecto que remece al fútbol
En el último congreso del ente que rige al fútbol mundial se aprobó analizar la propuesta. Sin embargo, casi inmediatamente, se generó el debate: cómo afectará a las Eliminatorias, los torneos continentales a nivel de clubes y hasta a los certámenes locales.
El viernes 21, en pleno Congreso de la organización que aglutina a las federaciones del fútbol mundial, la FIFA acogió una moción que puede remecer al fútbol mundial. Ese día, Arabia Saudita presentó ante el pleno una idea revolucionaria: que el Mundial, que ahora se juega cada cuatro años, pase a disputarse cada dos. Puesto en tabla, el tema al menos pasó el primer filtro: se aprobó estudiar la idea que, ciertamente, implicaría un reordenamiento del calendario del balompié a nivel planetario.
“Así, habría menos partidos internacionales, pero con mayor relevancia, y aumentaría el valor y el mérito”, justificó el representante de la federación del país asiático, que preside Yasser Al Misehal. Y 166 de las 188 asociaciones que participaron de la votación aprobaron la moción. Los votos superaban con largueza los 95 que se necesitaban para darla por aprobada y, efectivamente, comenzar el estudio. El mismo régimen se aplicaría para los mundiales femeninos.
Antes que los árabes, Arsene Wenger, extécnico del Arsenal, y quien actualmente es el Jefe de Desarrollo Global en la entidad que preside Gianni Infantino, había levantado la misma iniciativa. “Siempre le digo a la gente que la imagen no está ligada al tiempo que esperas para que se produzca el evento. Un ejemplo lo tenemos con la Champions League, que se disputa todos los años y los aficionados la siguen consumiendo”, ha manifestado respecto de la distancia en tiempo entre una y otra cita planetaria. Incluso, mucho más atrás, en 1999, el entonces timonel del fútbol mundial, Joseph Blatter había puesto la idea sobre la mesa. “La Copa Mundial se introdujo hace más de medio siglo, cuando los viajes y las comunicaciones eran lentas y laboriosas”, justificaba el suizo. “Las posibilidades actuales nos permiten organizar con mayor frecuencia un torneo de cierta envergadura sin que esto redunde en la calidad”, insistía.
Sudamérica espera
Sudamérica espera para tomar una decisión. Por el momento, ni siquiera hay espacio para un estudio demasiado detallado respecto de la propuesta. Basta revisar la agenda de la Conmebol para advertir que la administración de Alejandro Domínguez tiene otras prioridades: desde la definición de la sede de la Copa América, a la espera de que las autoridades argentinas aprueben la realización íntegra de la competencia en ese país, hasta el desarrollo de los torneos de clubes, la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana, en los que la atención está puesta en evitar contratiempos que alteren el ya apretado calendario. En ese contexto, el estudio de la propuesta deberá esperar, al menos, a que se produzca un respiro.
De igual forma, se prevé que un nuevo orden alteraría rutinas que ya están asentadas. Y que, en esa línea, habría que allanarse a una reestructuración de las competencias internacionales de selecciones, los torneos continentales de clubes y hasta los torneos locales. En Europa, por ejemplo, se teme respecto de la sobrecarga de partidos.
Así, por ejemplo, al menos en caso europeo, Wenger ha propuesto compactar las Eliminatorias. Es decir, que en lugar de disputar cinco fechas en un año, se jueguen todos en un mes o dos. Pero, por el momento, todo es hipotético. Lo que sí está claro es que cualquier sistema avivará el forcejeo entre los clubes que más jugadores prestan a sus selecciones e incluso entre la Conmebol, la UEFA (las confederaciones donde se concentran las principales figuras del fútbol mundial) y la FIFA. Y que habrá que ver qué margen de acción tendrá la organización que encabeza Alejandro Domínguez, cuyo poder quedó dañado después de los escándalos de corrupción que involucraron a las autoridades que lo antecedieron. En cambio, el vínculo del ente rector del fútbol mundial con las federaciones árabes luce mucho más sano. Prueba de ello es que el próximo mundial se disputará en Qatar y que la moción que hoy se discute provenga de Arabia Saudita, dos países de escasa tradición en materia competitiva.
Por lo pronto, Gianni Infantino ya adelantó lo que parece obvio: que los sistemas de clasificación cambiarán: “Conocemos el valor que representa este torneo y el impacto que tiene, pero quisiera elevar este debate a un contexto más amplio, en el calendario internacional de partidos. Si hacemos el Mundial cada dos años vamos a duplicar los ingresos pero debemos tener en cuenta si logramos mejorar el aspecto deportivo. En todos los análisis, se va a priorizar el aspecto deportivo sobre el comercial”.
La motivación
Alfredo Asfura, quien por años ejerció como el responsable de las relaciones internacionales del fútbol chileno y también trabajó en la FIFA, es categórico para rechazar la propuesta. “Se planteó en su oportunidad. Mi opinión fue que era un error. La FIFA ha mantenido el principio de que el Mundial sea un atractivo especial. La FIFA es un organismo especial donde se debe privilegiar el éxito de los equipos que se preparan para conseguirlo. Esta propuesta arrastra un tema económico, pero la FIFA no se creó para eso. Para jugar un Mundial había que tener una trayectoria impecable, se premiaba el prestigio. Con esto se le quita. Es manosear el sistema. Habría que clasificarlos a todos y no es la idea. Para llegar a clasificarse hay que recorrer el camino. Se pierde el objetivo y el concepto de que para llegar hay que realizar un esfuerzo”, diagnostica.
“Sería un cambio total. Si fuera beneficioso, uno podría estar de acuerdo, pero no lo es”, sentencia el ex canciller del fútbol chileno, quien incluso se anima a separar el verdadero incentivo para llegar a proponer el escenario. “Diría que el gran porcentaje de la motivación es económica. Hay un porcentaje muy pequeño de ver a las figuras más seguidamente, pero es mucho menor. Se manosea el sistema”, sentencia.
Asfura revela que, en sus años de mayor influencia en la FIFA, llegó a dialogar acerca de la materia con las principales figuras del fútbol mundial. “Con Pelé y con Puskas hablábamos, en su momento, de que había que evitar que se manoseara el sistema. Sería un desgaste innecesario. Si ya con cuatro años no hay tiempo para reaccionar, como pasa ahora con la pandemia, imagine lo que puede pasar en dos”, expone.
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