Un torneo con los campeones del mundo: el plan B de la FIFA para dejar contentos a Chile y Sudamérica en 2030
La irrupción de la pujante candidatura de Portugal, España y Marruecos ya no le permite al ente rector del fútbol mundial garantizarle a la región la asignación de la sede, que pretenden repartirse Uruguay, Argentina, Paraguay y Chile. En ese escenario, en Zúrich buscan opciones para una eventual compensación.
Sudamérica fue la primera región del planeta en presentar credenciales para organizar el Mundial de 2030. Había una fuerte carga emocional detrás. El evento, al margen de concentrar la atención del planeta en los días en que se realizará, permitiría conmemorar el centenario del certamen que enfrenta a las mejores selecciones del orbe, considerando que la primera se realizó en Uruguay. El país charrúa sería el eje de la postulación, que además considera a Argentina, Chile y Paraguay. La candidatura, que recibe el manifiesto apoyo de los respectivos gobiernos, ya tiene estadios definidos (los chilenos son el Nacional, el Monumental y el Ester Roa Rebolledo, de Concepción).
Sin embargo, en el camino empiezan a aparecer obstáculos. Ni siquiera son imputables a los eventuales organizadores ni a la evidente carencia de infraestructura acorde a las exigencias de la competencia deportiva que más atracción genera en el planeta. Simplemente, se trata de la irrupción de una candidatura que pretende pelear la designación palmo a palmo: la postulación conjunta de Portugal y España, a la que en marzo se sumó Marruecos. Es decir, se trataría del primer Mundial que se disputaría en continentes distintos. Necesariamente, la FIFA tendrá que decidir en base a elementos objetivos. El bloque continental en el que participa Chile apela, precisamente, a lo contrario: a convencer desde el valor de la tradición futbolística, validada por el título de Argentina en Qatar 2022.
“Presidente Infantino, quiero proponerte encontrar juntos un camino para celebrar los 100 años del mundo. No es la copa del 2030, esta es la copa centenario. La vida te dio la oportunidad que seas vos el presidente”, declaró Alejandro Domínguez, el presidente de la Conmebol, en una reunión de los presidentes de las federaciones que la componen, a la que fue invitado Gianni Infantino, el timonel de la FIFA. “No cometamos el error de los Juegos Olímpicos que no se fueron a Atenas en 1996. Más tarde ya no se justificó. Tenemos un momento histórico, tenemos la posibilidad de que la FIFA se luzca”, insistió, en la línea de tocar fibras.
El plan B
A todos los interesados en la organización de la 24ª edición del torneo les queda más de un año para juntar sus cartas y, finalmente exhibirlas. También para realizar el respectivo lobby con los países que adoptarán la decisión. Esa última gestión aparece compleja dado que serían tres las confederaciones en pugna: la Conmebol, la UEFA y la CAF. Cada una, naturalmente, intentará convencer a los suyos, pero para Sudamérica ese escenario es difícil, considerando que solo tiene diez países afiliados.
Eso sí, el bloque ha resultado tradicionalmente influyente. Por esa razón, la FIFA estudia un plan B para dejarlo contento: la realización de un Mundialito, con la participación de todos los seleccionados que han levantado la Copa del Mundo. Por el momento, se trata solo de una declaración de intenciones. Habrá que revisar el calendario para determinar donde calza la ocurrencia y, luego, donde se jugaría. Evidentemente, una organización conjunta ya no tendría demasiado sentido, pues la cantidad de equipos participantes se reduciría considerablemente. De momento, son los países con su presencia asegurada: Argentina, Uruguay, Italia, Alemania, Brasil, Inglaterra, Francia y España. Solo faltaría que se sumara el campeón del certamen 2026, que se jugará en Estados Unidos, México y Canadá.
Ya se hizo
El Mundialito no es una idea nueva. Ya se realizó en 1980, bajo el nombre de Copa de Oro de Campeones Mundiales. Ese año se cumplían 50 desde que se disputó el primer Mundial. Se organizó en Uruguay, con el reconocimiento y respaldo de la FIFA. A la cita asistieron los campeones mundiales, con excepción de Inglaterra, cuya competencia de clubes estaba en pleno desarrollo. Los británicos fueron reemplazados por Países Bajos (entonces, Holanda).
El torneo se jugó entre el 30 de diciembre de 1980 y el 10 de enero de 1981. Los seis participantes se dividieron en dos grupos. El A lo compusieron Uruguay, Países Bajos e Italia. Al B fueron asignados Brasil, Argentina y Alemania Federal. El trofeo, construido en oro de 18 kilate y base de ágata, fue encargado al orfebre Walter Pagella. Lo ganó el anfitrión, después de vencer a Brasil por 2-1. El galardón está, actualmente, guardado en una caja fuerte del banco Santander, en Montevideo. Los charrúas también tuvieron al goleador, Waldemar Victorino, quien anotó tres conquistas. En la lista de anotadores aparecen figuras insignes como Diego Maradona, Carlo Ancelotti, Sócrates, Ramón Díaz y Toninho Cerezo.
Por esos días, Uruguay vivía bajo una dictadura cívico militar. De hecho, se le atribuyó al evento la intención de influir en la decisión de la continuidad del régimen, considerando que a fines de 1980 se realizaría un plebiscito clave en ese sentido. La FIFA, que teóricamente brega para evitar que la política se mezcle con el fútbol, descartó tal teoría. De hecho, las intervenciones del entonces presidente del fútbol mundial, el brasileño Joao Havelange, parecieron condescendientes con las autoridades locales.
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