El 18 de diciembre de 2011, el entonces Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, prometió que los últimos 500 militares de los más de 150 mil soldados norteamericanos que fueron desplegados en Irak volverían a casa poniendo fin a una sangrienta guerra en Medio Oriente. En ese momento, la Casa Blanca informó que tan solo un pequeño grupo permanecería por razones de seguridad en territorio iraquí para fines de ese año.
A una década del anuncio, el mandatario Joe Biden informó esta semana del fin de la misión de combate que invadió el país en 2003. Desde el próximo año, el Pentágono pasará a “asesorar” a las fuerzas iraquíes en la lucha contra el Estado Islámico (EI) manteniendo a alrededor de 2.500 funcionarios de apoyo para evitar repetir el caótico escenario en Afganistán ante la llegada de los talibanes al poder.
Hace cinco meses, Biden y el primer ministro de Irak, Mustafa Al-Kadhimi, pactaron la erradicación de todas las fuerzas de combate de Estados Unidos antes del 31 de diciembre de 2021. En ese momento, el mandatario norteamericano aseguró en diálogo con Al-Kadhimi que “nuestra cooperación antiterrorista continuará incluso mientras pasamos a esta nueva fase”.
Según el diario The New York Times, para el gobierno iraquí la eliminación declarada de las tropas de combate fue una victoria política destinada a defenderse de la presión de los partidos políticos respaldados por Irán y las milicias que se oponen a cualquier presencia de las fuerzas estadounidenses. En pleno auge de despliegue de militares norteamericanos, en 2008, más de 157 mil soldados estaban en Irak.
La invasión de los militares estadounidenses a Irak, en marzo de 2003, estuvo precedida por la polémica intervención ante la ONU de Colin Powell, el primer secretario de Estado afroamericano en EE.UU., quien solicitó apoyo internacional durante un discurso de 75 minutos, asegurando que los iraquíes contaban con armas de destrucción masiva, las que finalmente no existían.
Ya desplegadas en Irak, las tropas estadounidenses colaboraron con el derrocamiento del expresidente Saddam Hussein, quien fue ejecutado en diciembre de 2006. Durante la transición que siguió a la caída de su régimen, se acordó la salida de las fuerzas de EE.UU. en 2011, ante la imposibilidad de lograr un consenso sobre su permanencia en el país.
Sin embargo, el Ejecutivo iraquí solicitó en 2017 el retorno de los militares estadounidenses para detener el avance de los yihadistas, que en su ofensiva tomaron el control de “un tercio de Irak y gran parte de Siria”. Las fuerzas norteamericanas continuarían con las mismas labores de los últimos años, pero esta vez el estratégico cuartel general de logística pasaría de estar en la provincia al-Anbar al vecino país de Kuwait.
De acuerdo con la BBC, la presencia de Estados Unidos en Irak se convirtió en un problema importante para la zona desde que el alto general iraní Qasem Soleimani y líder de una milicia musulmana chiita respaldada por Teherán murieron en un ataque de aviones no tripulados estadounidenses en Bagdad el año pasado. Las milicias chiitas son acusadas por la Casa Blanca de llevar a cabo ataques con cohetes, morteros y drones contra bases militares iraquíes, en una estrategia de presión para acelerar la retirada de las tropas norteamericanas.
Tras el deceso de Soleimani, el Legislativo iraquí exigió al Ejecutivo la salida inmediata de los estadounidenses y ante la falta de respuesta aumentaron las “represalias” con ataques a la embajada de EE.UU. y protestas en la denominada Zona Verde de Bagdad.
Aún con los yihadistas como enemigo en común, la desconfianza reina en las relaciones entre Estados Unidos, Irak e Irán. De hecho, un bloque de milicias denominado Comisión de Coordinación de la Resistencia Iraquí advirtió que le daría la “oportunidad al gobierno iraquí de expulsar a la ocupación estadounidense de nuestra tierra pura por medios diplomáticos”. “Pero aún no hemos visto ninguna manifestación de retirada, a pesar de que solo nos separan días del 31 de diciembre. Por el contrario, hemos observado que la descarada ocupación estadounidense aumentó su número y equipamiento en sus bases en Irak”, destacaron.
En este escenario de inestabilidad política y social, la milicia iraquí apuntó que de no cumplir con una salida pacífica iniciará una acción armada contra las fuerzas estadounidenses. En octubre, los iraquíes acudieron a las urnas para unas elecciones legislativas en la que el bloque chiita del clérigo Muqtada al Sadr se instaló como la principal fuera en el Parlamento, dejando rezagados a la alianza Fatah, integrada por partidos afiliados a las Fuerzas de Movilización Popular, según France 24. A inicios de noviembre, el primer ministro Al-Kadhimi fue blanco de un ataque en su residencia oficial perpetrado con drones con bombas del que salió ileso, pero que causó el rechazo de la comunidad internacional.
Una columna de opinión en el diario The Wall Street Journal, titulada “¿Estados Unidos está repitiendo el error de la retirada de Irak?” y escrita por Mike Watson, director asociado del Centro para el Futuro de la Sociedad Liberal del Instituto Hudson, sostiene que “la retirada de EE.UU. de Medio Oriente debilitará la posición de Estados Unidos frente a Rusia y China. Estados Unidos asumió un papel más importante en la zona después de 1945, no para garantizar bajos precios de la gasolina en el país, sino para reconstruir Europa para que pudiera contribuir a la lucha contra la Unión Soviética. Hay razones para reequilibrar algunos recursos, pero no es probable que la creación de inestabilidad en una región vital para la economía global aumente la estimación mundial de la perspicacia estratégica de Washington”.
La decisión de la Casa Blanca llega después del retiro en agosto de sus tropas en Afganistán, tras 20 años de ocupación. Sin embargo, Biden resistió seguir estos pasos en Irak, donde se instaló el segundo frente bélico de EE.UU. como consecuencia de los ataques del 11 de septiembre de 2001. El mandatario defendió mantener un contingente ante la presencia de “células durmientes yihadistas en Irak y Siria”.
El comandante estadounidense del grupo de trabajo anti-ISIS en Irak, John W. Brennan, señaló esta semana en una conferencia de prensa que el grupo terrorista está “caído, pero no erradicado”, por lo que las fuerzas iraquíes requieren el respaldo de Estados Unidos para contrarrestar al grupo por medio del uso de inteligencia, planificación operativa y apoyo aéreo.