El Ministerio de Derechos Humanos de Brasil ya tenía hasta un eslogan: “Sin memoria no hay futuro”. Con ocasión del 60 aniversario del golpe de Estado contra el presidente João Goulart, ocurrido entre el 31 de marzo y el 1 de abril de 1964, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva planeaba disculpas públicas a las víctimas de la dictadura y otras acciones para conmemorar la fecha.
Los actos simbólicos, sin embargo, fueron vetados por el propio Lula, líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), en un intento de evitar enfrentamientos con militares ante el avance de las investigaciones sobre la articulación del fallido golpe del 8 de enero de 2023 que involucran al expresidente Jair Bolsonaro y miembros de las Fuerzas Armadas, según destaca la prensa local.
Desde el año pasado, asegura el diario Folha de Sao Paulo, el Ministerio de Derechos Humanos venía planificando acciones interministeriales y tenía intención de lanzar una campaña para la fecha. El eslogan quedó registrado en el texto interno de la cartera: “60 años del golpe de Estado 1964-2024- sin memoria no hay futuro”.
El periódico asegura que tuvo acceso a dos documentos de campaña elaborados a finales de 2023 y recibidos por cerca de 10 ministerios. En uno de ellos, el ministro de la cartera, Silvio Almeida, pedía una acción coordinada entre el gobierno y la sociedad civil para recordar las seis décadas del golpe. En el otro, sin la firma del funcionario, el ministerio señalaba una serie de acciones ya tomadas por la administración de Lula para promover reparaciones por la dictadura militar e invitaba a los ministerios a planificar nuevas actitudes, incluidas las disculpas públicas.
Los documentos, destaca Folha, reforzaban la importancia de las disculpas públicas como reparación por las violaciones de derechos cometidas por el Estado brasileño durante las dos décadas de dictadura militar (1964-1985). “La memoria no concierne sólo al pasado, sino sobre todo al futuro. Esta percepción de la memoria y de la verdad nos llama a presentar proyectos de futuro, para no repetir sistemáticamente estos hechos”, se lee en los textos.
Según personas cercanas a Silvio Almeida, el evento organizado por su cartera se realizaría en el Museo de la República, en Brasilia, y estaba previsto un discurso del ministro. La ceremonia pondría de relieve la lucha de los militantes y de los perseguidos por el régimen excepcional liderado por los militares.
De visita en Santiago para participar de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado en Chile, Almeida a había destacado la importancia de “que se transmita a las generaciones futuras el mensaje de que la dictadura no será olvidada, ni mucho menos tolerada”. “No se puede construir una democracia sin memoria, verdad y justicia”, dijo entonces en entrevista con La Tercera.
Ya el mes pasado, Lula había dicho que prefería no insistir en las consecuencias del golpe de 1964 porque eso “es parte del pasado” y él quiere “hacer avanzar al país”. En una entrevista para el programa “É Notícia”, de RedeTV!, emitido el 27 de febrero, el petista fue consultado sobre cuál debería ser la posición de las Fuerzas Armadas ante posibles celebraciones por los 60 años del golpe militar.
“Honestamente, lo afrontaré con la mayor calma posible. Estoy más preocupado por el golpe del 8 de enero de 2023 que por el del 64. Tenía 17 años, estaba dentro de la planta metalúrgica de Independência cuando ocurrió el golpe del 64. Esto ya es parte de la historia. Ya causó el sufrimiento que causó. El pueblo ya se ganó el derecho a democratizar este país”, afirmó. “Los generales que hoy están en el poder eran niños en aquella época. Creo que algunos de ellos ni siquiera habían nacido en aquella época”, dijo.
“Lo que no puedo hacer es no saber cómo hacer avanzar la historia, seguir repitiéndola, siempre repitiéndola, o sea, es una parte de la historia de Brasil de la que todavía no tenemos toda la información, porque todavía hay personas desaparecidas (...) Pero, sinceramente, no voy a extenderme en eso y voy a intentar sacar este país adelante”, añadió.
La declaración de Lula fue mal recibida por entidades de derechos humanos y de la sociedad civil, apunta Folha. En un comunicado, las más de 150 entidades de la Coalición Brasil por la Memoria, la Verdad, la Justicia, la Reparación y la Democracia calificaron el discurso de “equivocado” y defendieron que abordar el golpe “no es repetir el pasado, es discutir el futuro”. “Repudiar enérgicamente el golpe de 1964 es una forma de reafirmar el compromiso de castigar los golpes actuales y posibles intentos futuros”, afirma el texto.
Igual de crítico se mostró el relator de la ONU sobre Verdad, Justicia y Reparación, Fabián Salvioli. Consultado por el periodista Jamil Chade, en una entrevista publicada por el portal UOL, Salvioli se refirió al silencio oficial por el 60° aniversario del golpe de 1964. “Es un error pensar que, por haber ocurrido hace 60 años, no debería recordarse”, dijo.
João Vicente Goulart, hijo del presidente depuesto por los militares en 1964, también entró en el debate. “Es un absurdo esa falta de interés de dar a conocer a las nuevas generaciones la sangre que Brasil derramó en la lucha para restablecer la democracia”, afirmó a los medios. Y añadió: “A Lula le gusta ser apoyado, pero parece no interesarle nuestros mártires del golpe”.
Lincoln Secco, autor del libro História do PT y académico de la Universidad de Sao Paulo, la posición del actual presidente brasileño en el marco de este aniversario no es fácil. “Lula es conciliador, pero se encontró ante una situación inédita en la historia de Brasil. Existe una posibilidad objetiva de que altos oficiales militares sean castigados por la justicia civil por intentar un golpe de Estado. Hasta 1964 nunca hubo castigos, excepto por períodos breves o para oficiales de izquierda. Las Fuerzas Armadas de Brasil todavía definen su actuación como un poder moderador en la política nacional. En esta situación en la que los militares ya están irritados por el posible castigo a algunos de sus miembros, Lula parece haber decidido evitar que el conflicto se extienda dentro de su gobierno”, dijo el historiador brasileño a La Tercera.
“Lula dijo que está más preocupado por lo ocurrido el 8 de enero de 2023 que por la historia. Creo que eso explica su decisión. No creo que haya una posibilidad inmediata de una reacción de los militares, pero Lula cree que no hay necesidad de provocarlos más. En mi opinión personal, es un error, ya que la disputa por la memoria histórica es esencial para la propia lucha política, pero es comprensible que Lula piense diferente”, explica Secco.
Por su parte, José Álvaro Moisés, profesor titular del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Sao Paulo, explica a La Tercera que “como institución, las Fuerzas Armadas se desvincularon de las iniciativas golpistas. Pero hay individuos y pequeños grupos que no cuentan con el apoyo de líderes militares que todavía defienden la intervención militar en la política”. “Es un riesgo que poco a poco se está eliminando”, asegura.
Sin embargo, el académico advierte sobre eventuales riesgos. “Lula canceló las manifestaciones por el golpe de 1964 en el contexto de una política de apaciguamiento hacia ellos, en cuyas fuerzas hay muchas personas radicalmente críticas con el presidente. Pero creo que fue un error, porque el modelo del 64 reapareció en los intentos de golpe del 8 de enero de 2023. Una redefinición del papel de los militares en la política brasileña no puede ignorar la tradición intervencionista de los militares”, dice.
Por ello, no extraña que la postura del mandatario sacara ronchas al interior de su propio partido. A contramano de Lula, el PT emitió un comunicado el martes defendiendo los actos de conmemoración. “Como resultado de los debates sostenidos en la reunión del Directorio Nacional, en vísperas del día de la conmemoración del 60° aniversario del golpe de Estado de 1964, el Partido de los Trabajadores reafirma su compromiso con la defensa de la democracia en el país, valor presente en el ADN original del partido desde su fundación el 10 de febrero de 1980. El PT apoyará y participará en los actos y manifestaciones de la sociedad previstos para los días 31 de marzo y 1 de abril en distintos puntos del país, además de las actividades organizadas por su fundación, la Fundación Perseu Abramo”, señaló la colectividad.
Respecto a la postura del partido oficialista, Secco comentó: “El PT es muy amplio y está dominado por grupos y corrientes pragmáticos. Creo que no hay división por eso, pero sí hay malestar en las alas más izquierdistas que son minoritarias y, de manera menos explícita, en los sectores de la intelectualidad petista que se disponían a debatir la fecha del golpe de 1964 tanto dentro del gobierno como en las instituciones de apoyo al PT, como la Fundación Perseu Abramo”.
A juicio del historiador, “también hay toda una generación de dirigentes más antiguos del PT que provienen de grupos de oposición armada a la dictadura militar. Dentro del gobierno, el más afectado es el ministro de Derechos Humanos, Silvio Almeida, quien ciertamente no comparte la línea del gobierno, pero guardó silencio”.
Para Heloisa Starling, historiadora y profesora titular de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), la decisión de Lula de impedir a los ministerios promover actos con motivo del 60º aniversario del golpe militar es un “desastre”, según dijo a Folha. “El presidente tiene que entender que esta decisión sugiere una especie de tutela de los militares. Les dice a los militares: ‘No hagan la orden del día y no los denunciaremos’. Ahora bien, esto mantiene la tutela militar sobre la República”, comentó la académica que está lanzando el libro La máquina del golpe-1964: Cómo fue desmantelada la democracia en Brasil.
Las cifras de represión no son muy precisas, ya que la dictadura nunca reconoció estos episodios. Auditorías de la Justicia Militar recibieron 6.000 denuncias de tortura. Las estimaciones realizadas posteriormente apuntan a 20.000 casos. En 2014, la Comisión Nacional de la Verdad contabilizó 191 muertes y la desaparición de 210 personas. Posteriormente se localizaron los cuerpos de otras 33 personas desaparecidas, totalizando así 434 víctimas.