“Durante el confinamiento hubo un boom de adopciones, las personas al estar aisladas debido a las medidas sanitarias y también al ser seres sociales consideraron que una mascota podía ser un sostén y apoyo emocional en esa etapa”. Viviana Valenzuela, directora de la Comisión Nacional de Tenencia Responsable del Colegio Médico Veterinario (Colmevet), aplaude el proceso de adopción de animales, especialmente perros y gatos, que hubo durante la pandemia del Covid-19, pero también reconoce que este año comenzó a instalarse el proceso inverso: devolución o abandono.
Según una encuesta de Fundación Affinity (España, 2020), el 73% de las personas creyó que el hecho de convivir con un perro o gato le ayudaría a llevar mejor los efectos del confinamiento y distanciamiento social y el 71% señaló que estar con su perro o gato les ayudaba a sentirse menos solo y consideraba que eran un pilar dentro de la familia.
“En Chile, la percepción fue similar a lo ocurrido en Europa y otros países; en 2020 las organizaciones de protección animal, a través de la promoción de la adopción de sus casos, notaron que hubo mayor interés en adoptar mascotas a medida que las exigencias sanitarias eran más estrictas”, dice Valenzuela, pero las cifras disminuyeron en 2021 y aún más en 2022.
Joanna Olavarría, de la Fundación Vyra, confirma la visión del Colmevet: “Post estallido social comenzó a subir exponencialmente (la adopción) y se mantuvo en pandemia, sobre todo en el primer año. Pudimos entregar perros adultos que llevaban años sin tener familia. Pero ya en febrero de 2022 disminuyó el porcentaje, pareciéndose más a las adopciones de principio de 2019. Bajaron en un 50%”.
“Personas que antes no se atrevían a adoptar, ahora quisieron hacerlo. Por un lado, lo hicieron por un fenómeno social de compañía, pero también se atrevieron porque iban a estar en la casa. Muchas veces el motivo de no adoptar es porque uno sale a trabajar y las mascotas van a estar todo el día solas. También lo hicieron como hogar temporal para ver cómo funcionaba compartir el espacio con una mascota”, añade Francisca Corral, directora de Fundación Julieta.
Pero, ¿verdaderamente fue un fenómeno social o sólo una herramienta que las personas utilizaron para evadir las cuarentenas o sentirse acompañados en el enclaustramiento?
“Creemos que es una mezcla de ambas cosas; el movimiento animalista en Chile va creciendo cada vez más y, de paso, se va promoviendo una conciencia más proanimal en la mayoría de las personas. En pandemia, muchas personas se permitieron adoptar porque tenían más tiempo en casa, la pandemia fue el empujón que muchos “animal lover” necesitaban. Los beneficios son para ambos”, dice Olavarría.
Desde el Colmevet sostienen que sí fue un fenómeno social. “Las personas somos seres sociales por naturaleza, por lo que los meses en que estuvimos con mayores restricciones favoreció ciertamente la adopción de mascotas y permitió en un comienzo la reducción de las tasas de abandono. No obstante, esto no perduró a medida que avanzábamos en el tiempo. El compartir tiempo con animales favoreció el bienestar físico y emocional de la familia y/o sus tutores, generando un vínculo humano animal positivo”, explica Viviana Valenzuela.
De acuerdo a cifras del primer censo nacional de perros y gatos, entregadas en marzo de este año por la Escuela de Medicina Veterinaria UC y el Programa Mascota Protegida de la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo (Subdere), en Chile existen 12.482.679 perros y gatos con dueño, alcanzando los 8.306.650 y 4.176.029, respectivamente. Paralelamente, hay otros 4.049.277 animales que no tienen ninguna supervisión.
“Uno de los problemas es la falta de la creación e implementación de una cultura en tenencia responsable de mascotas y animales de compañía, promoviendo un cambio de conducta humana”, sostiene Valenzuela desde el Colegio de Médicos Veterinarios.
Por lo mismo, en los últimos meses ha crecido el abandono o el maltrato, considerando también este último fenómeno como la tenencia irresponsable, la mala alimentación o la violencia que termina en una denuncia y en la separación de la mascota de su tutor (ver infografía).
“El proceso de adopción (en las fundaciones) requiere una serie de pasos importantes para llegar a entregar a sus “rescatados”, que involucran previamente los cuidados médicos veterinarios de los animales que serán adoptados, realizar un compromiso de adopción que tiene ciertos pasos. Ocurren situaciones en que los adoptantes no adquieren un real compromiso de lo que significa vivir con una mascota como, por ejemplo, entregar tiempo y paciencia en las primeras semanas de adaptación en el hogar y la familia, y ante algún evento que consideras complicado deciden devolver a las mascotas a las fundaciones o personas naturales que las entregaron en adopción”, señala Valenzuela.
Agrega que esto no solo ocurrió en pandemia, sino también en el día a día. “De ahí la importancia de que antes de decidir adoptar, como familia debemos pensar lo que implica esta decisión y gran responsabilidad”.
Desde Fundación Vyra, Olavarría agrega que “nosotros no entregamos animales sin antes hacer un minucioso proceso de selección de adoptantes. En ese sentido, eso nos ayuda mucho a no tener malas experiencias”.
¿Cuál es la solución? ¿Cuál es el camino correcto para adoptar y cuidar sin arrepentirse?
Los médicos veterinarios sostienen que a raíz de la publicación de la Ley 21.020 (Cholito) y los movimientos sociales en favor del trato respetuoso y la promoción de que los animales son seres que sienten y tienen emociones, las organizaciones han tomado mayor protagonismo.
“Pero la educación debe estar en los colegios, en todos sus niveles, con planes que promuevan este cambio de conducta desde la infancia”, dice Valenzuela.
Joanna Olavarría, de Fundación Vyra, añade: “Claro que el Estado debe estar más presente, comenzando por obligar a todos los organismos a hacer cumplir la ley de tenencia responsable y la ley de protección animal. Apoyando a las fundaciones no solo con los fondos concursables que destinan cada año. Debería existir un Ministerio de Protección Animal que vele por los animales, y no solo perros y gatos”.
Carolina Retamales, convive con Negroni
“Cuando estaba en pareja adoptamos un salchicha, pero la relación se terminó y él se quedó con Milo. Por mucho tiempo lo extrañé, pero no me sentía preparada para esa responsabilidad, así que me dediqué a cuidar perritos de amigos durante un tiempo. Cuando sentí que estaba preparada para asumir ese compromiso, me decidí”.
“No es tan fácil como uno cree. Yo nunca había tenido un cachorro, entonces tuve que aprender junto con él a relacionarnos y a compartir nuestros espacios. Por suerte Negroni es un perro inteligente y aprende muy rápido. Nunca fue un perro destrozón. Pero creo que también es porque siempre le han dedicado tiempo, tanto yo como en la fundación (Chalota)”.
“¡Adoptar es una responsabilidad para toda la vida! No es un juego, es una decisión que hay que pensar, evaluar por todas las aristas”
Mirtha Jiménez, comparte familia con Nela
“Vivo con mi pareja y mi hija de 9 años. Ninguno de los dos era de tener mascotas, pero mi hija empezó a pedir una perrita. Especialmente en la pandemia se hizo cada vez más intensa la petición”.
“La pandemia y el cambio en las rutinas permitió que pudiéramos adoptar una perrita y poder hacernos cargo de ella. Mi hija pasó primero y gran parte de segundo básico sin ir al colegio y la llegada de Nela fue súper importante para ella. Fue su compañera y su hermana perra como le dice”.
“Nela, que fue rescatada por unos vecinos con ayuda de la municipalidad, es parte de nuestra vida y de nuestro hogar. Ya no puedo imaginar nuestra familia sin ella. Es una responsabilidad grande porque demanda tiempo y cuidados. Para que ella esté bien necesita de nosotros”.