Desde que se anunció el retiro de las tropas de Occidente de Afganistán, el avance de los talibanes en el país se daba por sentado y se produjo antes de lo que vaticinaban los expertos. Ayer, el grupo insurgente -que gobernó el país desde 1996 hasta que fueron derrocados por Estados Unidos en 2001- afirmó que controlan el 85% de Afganistán, incluidos dos importantes pasos fronterizos con Irán y Turkmenistán.
En una conferencia de prensa en Moscú, una delegación talibán afirmó que controlaba 250 de los 398 distritos del país de Asia Central, un dato que no ha sido verificado de forma independiente, pero que da luces de la actual situación en el país.
El anuncio se produjo un día después de que el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunciara que la misión militar estadounidense en Afganistán terminaría el 31 de agosto, casi 20 años después de su inicio. Ya había hecho un anuncio del retiro de manera formal en abril pasado, pero no había entregado una fecha.
Se trata de la segunda vez en menos de dos años que un mandatario estadounidense fija una fecha para poner fin a la participación norteamericana en el conflicto afgano. El año pasado, el entonces Presidente Donald Trump llegó a un acuerdo con los talibanes. Y ya se están dando pasos para el retiro: el Comando Central de Estados Unidos anunció que habían entregado más de siete complejos militares al Ministerio de Defensa de Afganistán y que más del 90% de sus tropas ya dejaron del país. Mientras que la semana pasada se conoció que las tropas norteamericanas se habían retirado de la base de Bagram, la más grande del país.
Incluso después de que se complete la retirada total, se espera que el Pentágono mantenga entre 650 y 1.000 soldados en Afganistán para proteger la embajada de EE.UU., el aeropuerto de Kabul y otras instalaciones clave del gobierno.
Encuestas recientes han mostrado un amplio apoyo en Estados Unidos a la salida de las tropas desde Afganistán, si bien los votantes republicanos son más escépticos sobre la decisión de retirarse.
La gran mayoría de las fuerzas extranjeras que quedan en Afganistán se han marchado antes de la fecha límite del 11 de septiembre próximo, dejando al Ejército afgano completamente a cargo de la seguridad nacional.
El Presidente afgano Ashraf Ghani, que se reunió el mes pasado con Biden en la Casa Blanca, insiste en que las fuerzas de seguridad afganas son totalmente capaces de mantener a raya a los insurgentes, pero ha habido informes de miles de soldados afganos que buscan refugio en otros países para evitar los combates.
Biden afirmó que no era “inevitable” que el país cayera en manos de los talibanes, y dijo que las autoridades afganas tenían “la capacidad” de garantizar la continuidad del gobierno
Los talibanes dijeron ayer que habían tomado dos grandes pasos fronterizos: primero el de Islam Qala, el más importante con Irán, y luego el de Turghundi, que une con Turkmenistán, ambos en la provincia de Herat. Según el portavoz del Ministerio del Interior, Tareq Arian, las fuerzas afganas intentan ahora retomarlos.
Según el diario The Washington Post, la decisión de Biden de retirar las tropas se produce después de una revisión del gobierno sobre las opciones de Estados Unidos en Afganistán, donde las conversaciones de paz no han avanzado como se esperaba y los talibanes siguen siendo una fuerza potente, a pesar de dos décadas de esfuerzos de el Pentágono para derrotar a los insurgentes y establecer una situación estable y democrática en el país.
La guerra ha costado billones de dólares, además de las vidas de más de 2.000 militares estadounidenses. Al menos 100.000 civiles afganos han resultado heridos o muertos.
“La situación actual en Afganistán es muy seria, es profundamente preocupante, porque los talibanes han adoptado lo que llamo un movimiento en el que operan desde dos lados, el norte y el sur. Y buscan efectivamente aislar al gobierno alrededor de Kabul y finalmente acorralarlos y evitar que haya algún gobierno viable en funcionamiento que no sea los mismos talibanes”, dijo a La Tercera, Sajjan Gohel, académico del London School of Economics, experto en terrorismo.
“El problema que tiene el gobierno afgano es que el Ejército no es lo suficientemente efectivo para repeler a los talibanes. Hay fuerzas especiales que han sido bien entrenadas, pero las fuerzas especiales hacen operaciones especiales, no hacen el trabajo del Ejército de forma diaria y, por lo tanto, ellos van a enfrentar esos desafíos. Lo otro es que el gobierno ha pedido lo que se conoce como la movilización nacional, en la que se pide que se formen milicias para ayudar a proteger al gobierno y al país de que no caigan en manos de los talibanes. Ahora bien, estos civiles están motivados e incluso hay mujeres en estas milicias también, pero no tienen los recursos para hacer frente a los talibanes y el factor final de todo esto es quizás lo más importante, quién respalda a los talibanes. Y eso es Pakistán, el Ejército de ese país siempre ha respaldado a los talibanes”, añadió Gohel.
El avance de los talibanes ante una eventual salida de las tropas de la OTAN ya había sido dado a conocer en un reporte escrito en noviembre de 2020 por el analista del Centro para el Combate del Terrorismo, Seth Jones, quien examinó la ideología, los objetivos, la estructura, la estrategia y las tácticas de los talibanes afganos. Y Jones concluyó: “Sin un acuerdo de paz, la mayor retirada de las fuerzas estadounidenses probablemente cambiará el equilibrio de poder a favor de los talibanes. Con el apoyo continuo de Pakistán, Rusia, Irán y grupos terroristas como Al Qaeda, los talibanes eventualmente derrocarían al gobierno afgano en Kabul”.
En la misma línea, la comunidad de inteligencia estadounidense concluyó a fines de junio que el gobierno de Afganistán podría colapsar tan pronto como seis meses después de que se complete la retirada militar estadounidense del país, según funcionarios con conocimiento de la nueva evaluación. Las agencias de inteligencia norteamericanas revisaron sus estimaciones anteriormente más optimistas cuando los talibanes arrasaron con el norte de Afganistán a mediados de junio, tomando decenas de distritos y las principales ciudades circundantes. Las fuerzas de seguridad afganas se rindieron sin luchar, dejando sus Humvees y otros equipos suministrados por Estados Unidos a los insurgentes.
Los planes de Biden de una salida calmada de Afganistán no solo se ve empeñada por el avance de los talibanes sino que también por la influencia creciente de Rusia. Es por eso que, según el periódico digital Politico, Washington se ha comprometido discretamente con los gobiernos de Tayikistán y Uzbekistán, con la esperanza de utilizar uno o más de los países como bases una vez que se complete la retirada.
“Pero la perspectiva de tal acuerdo con uno de los estados de Asia Central ahora es poco probable dado el estado amargo de la relación entre Washington y Moscú, que se encuentra en uno de sus puntos más bajos desde la Guerra Fría. Muchos de estos países dependen de Rusia, y hasta cierto punto de China, para las exportaciones, así como para el equipamiento y la formación militares. Los Estados de la exrepública soviética necesitan la aprobación tácita de Moscú para basar las tropas estadounidenses en su territorio”, indicó Politico.
“Rusia ve la región de los Estados de Asia Central como su área de influencia, y no da la bienvenida a otros, particularmente a Estados Unidos, en esas áreas”, dijo al portal el general retirado del Ejército David Petraeus, quien comandó las fuerzas en Afganistán bajo el mandato del entonces presidente Barack Obama.