Thuan Le Elston tenía nueve años cuando logró escapar de Saigón junto a su familia. “Fue el 22 de abril de 1975, un día después de la renuncia del presidente survietnamita”, rememora desde Estados Unidos, país que le dio refugio y donde actualmente trabaja en el equipo editorial del diario USA Today. “Como mi padre era un exoficial de Vietnam del Sur y editor de un semanario en inglés, si nos hubiésemos quedado, el gobierno comunista entrante lo habría enviado a campos de ‘reeducación’, tal como lo hizo con mis tíos”, apunta. Una semana después de que Thuan Le Elston dejó Saigón, la entonces capital de Vietnam del Sur cayó en manos de las fuerzas comunistas del norte, poniendo fin a la larga intervención estadounidense de casi dos décadas.
Para esta periodista nacida en Saigón -urbe rebautizada como Ciudad Ho Chi Minh- la comparación entre el fin de la guerra de Vietnam y lo ocurrido esta semana en Afganistán, incluida la caída de Kabul a manos de los talibanes, era inevitable. “Ya podemos ver que la opresión ha comenzado de parte de los talibanes, que persiguen a sus oponentes. En Vietnam del Sur, después de la caída de Saigón el 30 de abril de 1975, el régimen de Vietnam del Norte ‘reunió’ a la nación en un solo Vietnam, pero los norvietnamitas se apoderaron de todo”, dice Thuan Le Elston a La Tercera.
Viet Thanh Nguyen, autor El Simpatizante (2017) -brillante novela que le valió un Pulitzer y que es una suerte de ajuste de cuentas con el discurso que EE.UU. ha transmitido de la guerra de Vietnam- no recuerda cómo fue la caída de Saigón, ya que tenía apenas cuatro años. Sin embargo, sí conoce las consecuencias de esa guerra y sus paralelos con el conflicto afgano. “Imágenes de cuerpos cayendo, de gente corriendo desesperadamente, están ahora con nosotros nuevamente, desde Kabul. Las comparaciones con Vietnam comenzaron temprano en la desventura de Estados Unidos en Afganistán: fue una misión clásica, un atolladero, otra guerra eterna”, señala a La Tercera.
Kabul no es Saigón -y viceversa-, pero la caótica y desesperada “evacuación” de ambas ciudades, con miles de civiles intentando traspasar murallas para subirse a aviones militares de Estados Unidos ante el inevitable arribo de una “fuerza enemiga”, dan cuenta del “límite del poderío de EE.UU.” -como señaló días atrás The New York Times- y también expone la muerte, la destrucción, el abandono de un aliado, millones de dólares “tirados a la basura” y el dilema moral de Occidente que surge cuando una potencia extranjera deja el país invadido.
Por eso, para Washington y sus aliados, Afganistán es el Vietnam del siglo XXI.
Huellas profundas
Los conflictos en Vietnam y Afganistán emergieron en dos contextos completamente diferentes: el primero, como consecuencia de la Guerra Fría; el segundo, como represalia tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, dado que en ese momento los talibanes daban refugio a Al Qaeda. Mientras que la guerra en el sudeste asiático les costó la vida a cerca de dos millones de vietnamitas y 58.220 soldados estadounidenses (1955-1975), durante la intervención afgana (2001- 2021) fallecieron 47.245 civiles, 66 mil miembros de la policía y las FF.AA, 51.191 talibanes y sus aliados, y 2.448 uniformados norteamericanos, de acuerdo con The Associated Press.
“El caos en Afganistán fue producto de un plan de salida descuidado. Cortamos el apoyo de inteligencia, logístico y aéreo al Ejército afgano al estilo estadounidense”, apunta Arthur Waldron, historiador estadounidense de la Universidad de Pennsylvania. Las huellas de ambas guerras son profundas, aunque con impactos generacionales disímiles. De hecho, según cifras de la Oficina del Censo de EE.UU., uno de cada cuatro estadounidenses nació a partir de 2001, el año del ataque contra las Torres Gemelas.
“Los paralelos que veo entre ambas guerras tienen que ver con que las dos comenzaron y terminaron como guerras civiles. En ambos casos, Estados Unidos intervino en un esfuerzo por promover cierta forma de soberanía imperial”.
Edward G. Miller, asesor en la serie documental de Netflix The Vietnam War (2017)
“Los paralelos que veo entre ambas guerras tienen que ver con que las dos comenzaron y terminaron como guerras civiles. En ambos casos, Estados Unidos intervino en un esfuerzo por promover cierta forma de soberanía imperial. EE.UU. no buscaba establecer un gobierno colonial ni en Vietnam ni en Afganistán, pero luchó para promover cierto tipo de dominio político internacional”, afirma Edward G. Miller, profesor de historia del Darthmouth College y cuya expertise en asuntos vietnamitas le permitieron trabajar como asesor en la serie documental de Netflix The Vietnam War (2017).
En ambas guerras, el conflicto terminó luego del colapso del aliado de turno de las fuerzas estadounidenses: los survietnamitas en Vietnam, la oposición a los talibanes en Afganistán. “En todo caso, el Estado de Vietnam del Sur sobrevivió durante más de dos años después de que las fuerzas de combate estadounidenses se retiraron en 1973. Además, algunos elementos del Ejército de Vietnam del Sur continuaron luchando casi hasta el final de la guerra. Por ejemplo, durante abril de 1975, la 18ª división de Vietnam del Sur detuvo temporalmente el avance comunista en Saigón durante aproximadamente dos semanas. En el caso de Afganistán, por el contrario, no hubo nada de aquello: las fuerzas de seguridad afganas colapsaron y el presidente afgano huyó incluso antes de que Estados Unidos completara su retirada militar. El Ejército afgano parece haber luchado muy poco durante los últimos meses”, agrega Miller.
Este historiador estadounidense apunta al hecho de que pese al entrenamiento que el Ejército afgano recibió durante casi dos décadas, los talibanes se tomaron las principales ciudades del país casi sin resistencia. Después de que en mayo pasado las últimas 2.500 tropas de Estados Unidos dejaron el país -de acuerdo con el calendario de retiro desarrollado por Donald Trump- y luego de que en julio pasado saliera el último soldado estadounidense de la Base Aérea de Bagram -el principal centro de operaciones de EE.UU. en el territorio afgano-, los talibanes comenzaron a tomar control de las capitales regionales: Kandahar, en el sur, cayó el 13 de agosto; Jalalabad, en el este, y Mazar-e Sarif, en el norte, al día siguiente, y finalmente Kabul capituló el domingo.
“Los talibanes tienen, se dice a menudo, 75.000 combatientes en la actualidad. ¡Esa no es una gran fuerza!”
Shawn McHale, historiador militar y autor de The First Vietnam War
Shawn McHale, historiador militar en la George Washington University y autor de The First Vietnam War (agosto 2021), complementa: “En marzo de 1975, el Ejército survietnamita había perdido quizás dos tercios de sus fuerzas en un mes y se retiró para defender Saigón. Hemos visto un proceso similar en Afganistán. Una diferencia es que el Ejército Popular de Vietnam, dirigido por un gobierno comunista, era mucho más fuerte y estaba mejor entrenado en la guerra convencional que los talibanes. Los talibanes tienen, se dice a menudo, 75.000 combatientes en la actualidad. ¡Esa no es una gran fuerza! Las fuerzas comunistas tenían casi un millón, con una cuarta parte de ellos participando en el ataque final a Saigón”.
El regreso de los talibanes
“Los talibanes no son el Ejército de Vietnam del Norte “, declaró el Presidente Joe Biden el 8 de julio, una semana después de que su país abandonara Bagram. “No son ni remotamente comparables en términos de capacidad. No habrá ninguna circunstancia en la que veas a gente en el techo de la embajada de Estados Unidos siendo rescatada desde Afganistán”, continuó. Un mes después, los hechos demostraron que la apreciación del mandatario demócrata estaba errada.
Desde que el domingo pasado los talibanes ingresaron a Kabul y se tomaron el palacio presidencial, obligando al mandatario Ashraf Ghani a huir hacia Emiratos Árabes Unidos -destino que recién se conoció este miércoles-, el mundo observó con sorpresa el rápido avance del grupo insurgente luego del inicio del retiro de tropas.
En este contexto, el lunes Biden salió a defender su estrategia: “Los estadounidenses no pueden ni deben luchar o morir en una guerra que los afganos no están dispuestos a dar por sí mismos”. “Me mantengo completamente firme con mi decisión”, aseguró desde el Salón Este de la Casa Blanca. Sus declaraciones se produjeron el mismo día en que la imagen de cientos de personas aferrándose a un avión estadounidense que rescataba tanto a ciudadanos de EE.UU. como afganos inundaron los noticiarios y las redes sociales. El viernes, volvió a referirse a este tema y reconoció que no puede garantizar “el resultado final” de la operación de evacuación de Kabul, “una de las más difíciles de la historia”.
“No habrá ninguna circunstancia en la que veas a gente en el techo de la embajada de Estados Unidos siendo rescatada desde Afganistán”.
Joe Biden, Presidente de Estados Unidos
Algunos expertos creen que el origen del actual escenario tiene que ver con el acuerdo con los talibanes firmado en marzo de 2020 por la administración de Donald Trump, que establecía que las cerca de 13 mil tropas aliadas que se encontraban en Afganistán tendrían que abandonar el país dentro de 14 meses, además de la liberación de cinco mil presos talibanes, entre otros requisitos. A nivel político, los talibanes tenían que garantizar que las áreas que controlaban no fueran utilizadas por grupos extremistas para atacar a Estados Unidos y sus aliados, además de romper lazos con Al Qaeda.
“Si bien algunos señalan que el retiro de tropas fue la decisión correcta, no se debió haber llevado a cabo de la forma en que se hizo. El rápido avance de los talibanes sugiere que ellos planearon todo esto, sabían exactamente lo que estaban haciendo. Incluso, si retrocedemos a febrero de 2020, durante las conversaciones de paz con los talibanes en Doha, había reportes estadounidenses que advertían que los insurgentes estaban conversando con Al Qaeda de manera paralela, cuando uno de los requerimientos para el acuerdo era justamente romper con ellos. No se puede confiar en los talibanes”, dice Victoria Jones, editora jefa de la revista Interzine e investigadora de la Fundación Asia-Pacífico con sede en Londres.
Cuando Biden anunció en abril que el retiro de tropas se iba a iniciar en mayo para concluir el 31 de agosto, ya había indicios del avance talibán en las provincias. “Cuando se vayan las fuerzas estadounidenses de Afganistán los talibanes implementaremos nuestra ley, ya sea mediante el diálogo o la fuerza”, advirtió en ese momento un joven combatiente del grupo insurgente, citado por The Wall Street Journal. Y así ocurrió.
“No había ninguna expectativa de que lográramos la victoria en esta guerra”, anunció el mulá Abdul Ghani Baradar, líder talibán, tras la toma de Kabul. “Esto ocurrió con la ayuda de Alá”, agregó. Las primeras palabras de los líderes talibanes abogaron por la “tolerancia” y la “conciliación”. El portavoz de la oficina política de los talibanes en Qatar, Suhail Shaheen, incluso dijo que niñas y mujeres iban a poder continuar asistiendo a las escuelas.
Victoria Jones cree que las “buenas intenciones” de los talibanes son un ardid: “Las personas que estuvieron negociando en Doha son como los relacionadores públicos de los talibanes. Ellos pueden decir una cosa, pero en la realidad está ocurriendo algo completamente diferente. Ellos están intentando presentar una versión más moderna de sí mismos. Pero ya hemos visto a talibanes atacando a personas que trataban de huir en un avión y pegándoles latigazos”.
“La razón por la que tratan de mostrar una cara diferente es por la presencia de los medios internacionales. He escuchado de ejecuciones en Kandahar y también en otros lugares”.
Sher Jan Ahmadzai, ex funcionario de la Presidencia de Afganistán
“Ha habido matanzas por venganza, han sacado a las personas de sus hogares, ha habido incidentes en los que van a las casas y se les pregunta dónde están ciertas personas. Entonces, lo que se ve en los medios es solo lo que ocurre en Kabul. La razón por la que tratan de mostrar una cara diferente es por la presencia de los medios internacionales. He escuchado de ejecuciones en Kandahar y también en otros lugares”, dice a La Tercera Sher Jan Ahmadzai, exfuncionario de la Presidencia afgana.
Pese a la represión llevada a cabo por los talibanes, existe evidencia de una creciente resistencia ciudadana a su régimen, lo que da cuenta del complejo panorama que enfrentan. De hecho, el jueves cientos de personas se manifestaron exhibiendo la bandera nacional para conmemorar la independencia de la corona británica en 1919 y en protesta contra los talibanes. El exfuncionario afgano advierte que “hay una posibilidad de que ocurra una guerra civil. Nada está garantizado, no hay certeza de nada”.
Desde que comenzó la ofensiva talibán miles de afganos han abandonado sus viviendas por temor al grupo insurgente. Desde principios de año, unas 400.000 personas se han visto obligadas a dejar sus hogares, uniéndose a otros 2,9 millones de afganos desplazados en el interior de país, según la Agencia de la ONU para los Refugiados. Cerca del 80% de los alrededor de 250.000 afganos que se han visto obligados a huir desde finales de mayo son mujeres y niños.
“Esto no es Saigón”
Cuatro presidentes estadounidenses estuvieron involucrados en la guerra de Vietnam (Eisenhower, Kennedy, Johnson y Nixon), el mismo número de inquilinos de la Casa Blanca que han debido confrontar el conflicto afgano (Bush, Obama, Trump y Biden). Consciente del papelón estadounidense en Afganistán, el mandatario demócrata indicó el miércoles que su país podría mantener un reducido número de tropas más allá de la fecha límite del 31 de agosto. Pero Biden enfrenta una creciente presión interna. Mitch McConnell, el republicano de mayor rango en el Congreso, señaló que el país corre el riesgo de repetir el escenario de Vietnam. “Las decisiones del Presidente Biden nos hacen precipitarnos hacia una secuela aún peor de la humillante caída de Saigón en 1975”, dijo. “Esto no es Saigón”, respondió el secretario de Estado, Antony Blinken.
Una encuesta de The Associated Press/NORC, realizada entre el 12 y 16 de agosto, reveló que el 62% de los estadounidenses cree que no valía la pena pelear la guerra en Afganistán, opinión compartida por demócratas y republicanos. “La huida de Estados Unidos de Kabul, al igual que su salida de Saigón, es un momento geopolítico definitorio: el país más poderoso del mundo ha sido nuevamente derrotado por un enemigo más débil. En ambos casos, entonces como senador, ahora como Presidente, Joe Biden abogó por una salida rápida”, escribió The Economist en su última edición. “Los yihadistas globales, miles de los cuales se cree están protegidos por los talibanes, verán una mano divina en la forma en que los ‘guerreros santos’ han derrotado a dos superpotencias en Afganistán: primero la Unión Soviética en 1989 y ahora Estados Unidos”, agregó.
¿Quién perdió Kabul?
Philip Jenkins, reconocido historiador británico y autor de Decade of Nightmares: The end of the Sixties and the making of Eighties America (2008), considera que “en términos políticos, Biden probablemente superará esta crisis, sin necesariamente enfrentarse a la inquisición de ‘¿quién perdió Kabul?’. Pero lo impredecible es el escenario de si el terrorismo islámico revive en Estados Unidos o contra objetivos estadounidenses en el extranjero. Si se puede considerar que la ‘suavidad’ de Biden contribuye a tales acciones, la memoria de Kabul podría ser muy peligrosa políticamente. Para mí, es inconcebible que el colapso de Kabul no provoque un resurgimiento significativo del activismo islámico en todo el mundo”.
Según indicó Jenkins a La Tercera, la grieta que expone Afganistán y que se relaciona con Vietnam es el hecho de que “Saigón 1975 envió una lección sobre el triunfo de los pueblos del ‘Tercer Mundo’, imaginados según estereotipos bastante degradantes. Si esos ‘campesinos en pijama’ pudieron derrotar nuestra alta tecnología, es que algo salió muy mal (Vietnam del Norte fue en realidad un oponente muy duro, pero déjelo pasar). Osama bin Laden se sintió profundamente inspirado por la visión de la derrota de Estados Unidos en Mogadiscio (Somalia en 1993). Hoy, definitivamente, se puede esperar que varios enemigos estadounidenses noten el fracaso en Afganistán y lo usen como lección: China ya se ha burlado de Taiwán por confiar en un aliado tan poco confiable como Estados Unidos, que puede garantizar que los defraudará”.
“Osama bin Laden se sintió profundamente inspirado por la visión de la derrota de Estados Unidos en Mogadiscio (Somalia en 1993). Hoy, definitivamente, se puede esperar que varios enemigos estadounidenses noten el fracaso en Afganistán y lo usen como lección”.
Philip Jenkins, historiador británico
A juicio de McHale, la pregunta que hay que hacerse ahora es “¿por qué ganaron los norvietnamitas y los talibanes? Creo que una parte clave de la respuesta es que cuando un lado tiene un fuerte sentido de propósito y la voluntad de luchar durante décadas, gana. Una segunda respuesta es que las poblaciones, después de años de lucha, se cansan de apoyar a un lado u otro en una guerra, y prefieren que no haya guerra”.
Thuan Le Elston, la ciudadana vietnamita que escapó de Saigón y sufrió en carne propia lo que es vivir como refugiada, se pregunta: “¿Dónde estaba el plan de evacuación la semana pasada en Afganistán? Vuelvo a llorar de indignación”. A 20 años de los atentados del 11 de septiembre, la bandera de los talibanes vuelve flamear en el territorio afgano, desde Kandahar a Kabul.