Si hay alguien en Occidente que ha estudiado y comprende en profundidad los asuntos relacionados con Rusia, suele haber coincidencia en que ese nombre es el de Anne Applebaum. Destacada historiadora y periodista estadounidense, actualmente se desempeña como columnista de la revista The Atlantic. Su trabajo se ha concentrado principalmente en el estudio sobre el comunismo, la sociedad civil en el Este y centro de Europa.
Applebaum realizó sus estudios en la Universidad de Yale y luego obtuvo un máster en Relaciones Internacionales en London School of Economics. Como corresponsal para la revista The Economist y el diario británico The Independent en Varsovia en 1988, cubrió los eventos que antecedieron el colapso de la Unión Soviética. Esta autora posee una lucidez envidiable para comprender los fenómenos políticos y luego plasmarlos en sus libros. En 1994 publicó su primera obra, Between East and West, que trata sobre el auge del nacionalismo en las repúblicas soviéticas. Por esta publicación obtuvo el Premio Adolph Bentinck.
En 2003 lanzó Gulag: A History, un detallado retrato sobre el sistema de campos de concentración soviéticos que le valió el Premio Pulitzer en 2004 en la categoría no ficción. El libro ha sido traducido en 25 idiomas. En 2017 continuó su saga con Hambruna Roja, la reveladora historia de uno de los peores crímenes de la era soviética, cuando Stalin forzó a millones de campesinos a entregar sus tierras, lo que gatilló una hambruna sin precedentes. Finalmente, en 2021 abordó la crisis de los Estados de Derecho en El ocaso de la democracia, donde da cuenta, mediante anécdotas personales y hechos, de diversos momentos, como el auge del partido de extrema derecha polaco Ley y Justicia y el Brexit en Reino Unido, entre otros.
El vínculo de Applebaum con asuntos relacionados con Rusia no solo es académico: su esposo es Radosław Sikorski, exministro de Exteriores y de Defensa de Polonia, quien jugó un importante rol en resolver la crisis conocida como la Maidan en Ucrania, en 2014. Applebaum ha sido crítica del Presidente ruso, Vladimir Putin. De hecho, fue una de las primeras periodistas estadounidenses que escribieron sobre los lazos de Rusia con Donald Trump. En esta entrevista vía cuestionario analiza el ataque de Rusia a Ucrania.
Tras semanas de especulaciones, la madrugada del jueves Vladimir Putin lanzó una ofensiva militar contra toda Ucrania. ¿Por qué decidió llevar adelante esta operación?
El mandatario ruso ha invadido Ucrania debido a que la determinación que tiene Ucrania de convertirse en una democracia es un desafío genuino al proyecto político imperial nostálgico de Putin: la creación de una cleptocracia autocrática, en la que él es todopoderoso, dentro de algo parecido al antiguo imperio soviético. Ucrania socava este proyecto simplemente por existir como un Estado independiente. Al luchar por algo mejor, por la libertad y la prosperidad, Ucrania se ha convertido en un rival peligroso. La ‘Revolución de la Dignidad’ de Ucrania en 2014, cuando un Presidente (Viktor Yaunukovich) corrupto y anárquico huyó del país, fue exactamente el tipo de revolución que el propio Putin teme. Él sabe que si Ucrania tiene éxito en su impulso que ha llevado adelante durante décadas por la democracia y la integración europea, entonces los rusos podrían preguntarse: ¿Por qué no nosotros?
Durante semanas el mundo fue testigo de un desfile de dignatarios viajando hasta Moscú para reunirse con el Presidente Putin, como fue el caso del mandatario francés, Emmanuel Macron, o el canciller alemán, Olaf Scholz. ¿Se podría decir que fracasó la diplomacia?
Imaginamos que Putin es un líder como nuestros líderes, que quiere lo mejor para sus compatriotas. Pero no lo es. El objetivo de Putin no es una Rusia floreciente, pacífica y próspera, sino una Rusia en la que él permanezca a cargo. No le importa si los rusos son pobres, solo le importa que sean dóciles. No le importan las sanciones, porque no amenazan su posición, poder o fortuna personal. Más importante aún, su experiencia pasada con las sanciones occidentales lo convirtió en escéptico. A pesar de todas las discusiones en Occidente, nadie ha intentado seriamente poner fin, en lugar de simplemente limitar, el lavado de dinero ruso en Occidente, o la influencia política o financiera rusa en Occidente. Nadie se ha tomado en serio la idea de que los alemanes ahora deberían independizarse del gas ruso, o que Francia debería prohibir los partidos políticos que aceptan dinero ruso, o que Reino Unido y Estados Unidos deberían impedir que los oligarcas rusos compren propiedades en Londres o Miami. Nadie ha sugerido, por ejemplo, que la respuesta adecuada a la guerra de información de Putin contra nuestro sistema político sea una guerra de información contra el suyo.
Desde la madrugada del viernes las fuerzas rusas comenzaron a atacar Kiev, la capital ucraniana. Y existen informes de inteligencia estadounidenses de que la ciudad puede caer en manos rusas en cuestión de días. ¿Hasta dónde puede llegar esta situación?
Esto no es solo un asalto a Ucrania. Este es un asalto al orden de la posguerra que tenía el acuerdo tácito de que, al menos en Europa, las fronteras no se cambian por la fuerza. Putin hizo esto antes, en 2014, pero creímos erróneamente que sus ambiciones eran limitadas. Ahora vemos que sus ambiciones son ilimitadas. Es muy posible que se extiendan a Polonia, a los Países Bálticos o incluso a Alemania. Hace unos años, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, dijo en la Conferencia de Seguridad de Munich que la reunificación alemana era ‘ilegal’. Todos rieron. No creo que estuviera bromeando. Putin recuerda cuando la Unión Soviética tenía una enorme presencia en el este de Alemania: él mismo era parte de ella. Puede sentir nostalgia por esa época, al igual que siente nostalgia por el resto del imperio soviético.
Occidente ha criticado duramente el ataque de Rusia a Ucrania. Estados Unidos anunció más sanciones, al igual que la Unión Europea. ¿Qué debería hacer Occidente ahora?
Ha llegado el momento de que Europa y Estados Unidos reconsideren por completo la estrategia hacia Rusia. Necesitamos eliminar el dinero y la influencia de los rusos de todos nuestros sistemas políticos, sancionar a todos los oligarcas que rodean a Putin. Hay que confiscar sus propiedades occidentales y evitar que vuelvan a hacer negocios en nuestros países. Alemania y otros deben poner fin a su dependencia del gas ruso. No puede haber retorno al comercio ‘normal’ con Rusia mientras continúe la ocupación de Ucrania. Necesitamos repensar la ubicación de las tropas en la OTAN, tomar mucho más en serio la defensa de los Estados del Este, y preparar al público para un mayor gasto militar y para la posibilidad de un ataque ruso. Necesitamos un pensamiento estratégico nuevo y diferente sobre Rusia. ¿Cómo llegaremos a los rusos comunes? ¿Cómo podemos apoyar a la oposición rusa y a los medios rusos? ¿Dónde más, dentro o fuera de Rusia, podemos presionar a Putin y sus compinches? ¿Cómo hacemos que reaccione ante nosotros y no al revés? Europa, finalmente, necesita una política exterior. El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores fracasó estrepitosamente en sus tratos con Rusia, pero eso también representa un fracaso de las capitales europeas para apoyarlo. A menos que Europa pueda hablar con una sola voz, esta crisis dividirá y debilitará aún más a Europa.