En el otoño de 1991, cuando la periodista estadounidense Anne Applebaum tenía 27 años, emprendió un viaje desde Kaliningrado hasta Odessa, del Báltico hasta el mar Negro, a través de las fronteras terrestres de Europa. Al año siguiente realizó otros viajes a la región, siendo testigo de los profundos cambios que vivían esos países tras el colapso de la Unión Soviética en diciembre de 1991.
De esa experiencia, la también historiadora y ganadora del Premio Pulitzer escribió Entre Este y Oeste: un viaje por las fronteras de Europa (Debate) que se publicó en 1994 y que ahora en medio de la guerra en Ucrania se ha reeditado. “Lo escribí hace muchos años y pensé que eran unos escritos viejos y que ya no importaban más. Y que los lugares que había visitado ya no existían como tales. Pero ahora es interesante como un pedazo de historia, porque cuenta un poco cómo era esa región al comienzo de los 90″, señala Applebaum en conversación vía Zoom con La Tercera.
Considerando el valor histórico que tiene el libro para entender la situación en la región y mirando en retrospectiva, ¿hay algo que aún le llame la atención de lo que vivió?
En realidad yo había estado ahí antes del colapso de la Unión Soviética y estuve cuando las cosas estaban comenzando a cambiar. Pude tener un sentido de cuán confuso era todo ese momento. La Unión Soviética había sido impuesta a imperios más antiguos y civilizaciones más antiguas, con una increíble brutalidad. Y las personas salieron de eso sin tener una claridad de quiénes eran, cuál era su historia o a dónde pertenecían. La gente tenía un sentido de desorientación. Quizás unas de las mejores anécdotas en el libro es sobre personas que no sabían quiénes eran, cuando me decían que no sabían a qué país pertenecían. ‘No sé qué idioma se supone que tengo que hablar’, me decían. Había un polaco, pero vivía en Bielorrusia y antes de eso había sido la Unión Soviética y antes de eso Polonia. Y nunca había abandonado su pueblo, pero había cambiado de país varias veces. Eso es muy común en la región: hay personas que viven en el mismo pueblo, hablan el mismo idioma, pero alrededor de ellos todo sigue cambiando y las fronteras siguen cambiando. Creo que eso es lo que hay que recordar de ese período.
El libro da cuenta del ánimo de las personas en ese minuto...
Las cosas han cambiado considerablemente desde los 90 y cada una de las naciones en esa región ha tomado rutas muy diferentes. Lo que hicieron los Estados Bálticos, lo que hizo Ucrania y lo que hizo Rusia en los últimos 30 años, es muy diferente y todos tomaron distintos caminos. Pero en ese momento, a comienzos de los 90, creo que estaban unidos por el sentido de la desorientación. Las personas estaban tratando de entender lo que les había pasado y lo que había sido la Unión Soviética y qué es lo que iba a pasar ahora que ya no existía más.
Usted también da cuenta de la actitud de algunos rusos que desconocían a estos países y decían que no existían. ¿Cree que esa visión se ha perpetuado en el tiempo?
Esa es la forma en la que Putin habla ahora, de que Ucrania no es un país real, que no existe realmente. Ellos esperaban cuando invadieron que la invasión se resolvería muy pronto, porque no pensaron que el gobierno ucraniano era real, no entendían lo que significa ser elegido popularmente, no entendían que las personas iban a luchar por su soberanía. Sí, la actitud de los rusos en esa región siempre ha sido una que en cualquier parte se llamaría imperialista. Ellos llegan, ignoran las culturas existentes, los tratan como si no fueran reales, ignoran la historia existente. Es una región que ha sido parte de otros imperios, como el polaco, cosaco, parte del austrohúngaro, y los rusos desestimaron todo eso y dijeron que nada de eso importa. Y sí, la actitud imperialista se ve en la actualidad, aun cuando están perdiendo la guerra y aun cuando algunas personas en Rusia están comenzando a entender que Ucrania es un país real. Va a tomar mucho tiempo superar ese sentido de superioridad imperialista.
Tras el colapso de la Unión Soviética, la separación de las repúblicas se llevó a cabo sin sangre. ¿Cree que ahora están consolidando su independencia?
Obviamente Ucrania necesita ganar la guerra, de otra forma dejará de existir, será todo Rusia. Así que creo que Ucrania siente de sobremanera que esto es una guerra existencial, si no ganan, no existen: su país se va a convertir en un inmenso campo de concentración. Todos sus líderes, todos sus escritores, artistas, periodistas, activistas van a ser asesinados. Entonces cuando sabes eso estás dispuesto a combatir, la alternativa a no combatir es el genocidio. Todo esto es desafortunado, porque esta fue una guerra que no era necesaria que ocurriera. No creo que la mayoría de los rusos quieran estar en esta guerra. Incluso si respaldan a Putin, la mayoría de las personas no estaba preparada para una guerra como esta. Esto es una guerra innecesaria. Creo que Ucrania podría haber consolidado su identidad sin una guerra. Creo que es una tragedia inmensa.
El 24 de febrero se cumplirá un año de la guerra. ¿Cuál es su evaluación del conflicto?
Las personas en Washington, en las capitales europeas, esencialmente creían en el análisis ruso, que consistía que en un par de días Moscú iba a conquistar Kiev y que les tomaría seis semanas para conquistar el resto del país. Ellos parecían no esperar ninguna respuesta ucraniana y no esperaban que el Ejército ucraniano combatiera. Para mí era claro, al comienzo de la guerra, que esto no era cierto: sabía que los ucranianos iban a responder. De hecho, estaba en Ucrania en la última semana de diciembre de 2021 y conocí a personas en Kiev que se estaban preparando para responder en caso de una guerra. De alguna forma ese mensaje no llegó a Washington. La guerra ha sido sorpresiva debido a la creatividad y la habilidad de los ucranianos, al grado que los poderes democráticos se han unido para ayudarlos, eso no es algo que se podría haber previsto Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania o la Unión Europea. La otra sorpresa fue lo desorganizado que es el Ejército ruso, lo mal que combaten sus soldados y lo corrupto que es. Es como si estos enormes sistemas de armas rusas se hubieran perdido. Pensamos que tendrían más equipamiento nuevo y ha resultado que todo es viejo y de mala calidad. Sabíamos que habían gastado dinero en eso, pero no se sabe a dónde se fue ese dinero. Probablemente terminó en departamentos en Londres y casas en el sur de Francia. De cierta forma, la naturaleza de la sociedad rusa ha afectado la forma en que han combatido la guerra. Rusia es un lugar muy corrupto y el Ejército también lo es. La guerra no se ha terminado y ahora Putin está tratando de salir ganando. El apoyo de Occidente está haciendo durar más la economía ucraniana. Yo creo que no van a tener éxito. La misma Rusia se encuentra en una crisis económica, se está volviendo cada vez más pobre, la movilización fue muy impopular. Creo que los ataques rusos a civiles, como el ocurrido hace unos días contra un departamento en Dnipro, que ni siquiera se encuentra cerca del frente de batalla, con esos ataques se puede ver que Rusia es un Estado que no le importa la ley internacional, no le importa la Convención de Ginebra, no le importa las leyes sobre la guerra y no le importa el genocidio. Lentamente Rusia se está excluyendo de la comunidad internacional y está haciendo muy difícil que cualquiera pueda tener una relación normal con Moscú. La dificultad sobre la guerra es que solo termina realmente -es decir, para siempre y no que se reinicie en dos años más- cuando Rusia sea derrotada. Rusia tiene que darse cuenta de que fue un error y tiene que abandonar el imperialismo, tiene que abandonar la idea de que puede imponer su etnicidad a otros países. Cuando eso ocurra, entonces la guerra se acabó y no puedo decir exactamente cuándo y cómo va a ocurrir eso. Eso es lo que tiene que cambiar para que termine la guerra, porque podemos tener un alto el fuego que produzca una pausa por una semana o meses y luego comiencen a pelear de nuevo.
Mucho se habla de una negociación. ¿Cuán factible ve esta opción?
El problema es que los rusos no quieren negociar, no hay nada que negociar. Los rusos pueden terminar la guerra mañana si retiran sus tropas, incluso si las retiran hasta las fronteras existentes en febrero pasado. Entonces los ucranianos ya no pelearían. Ellos no quieren terminar la guerra, así que no puedes tener una negociación si los dos lados no negocian. Y los ucranianos no van a negociar y no pueden parar de pelear si los rusos están en su territorio, porque sabemos lo que pasa cuando los rusos ocupan territorio en Ucrania: ellos arrestan o matan a los alcaldes, crean campos de concentración, crean cámaras de tortura, deportan personas a Rusia, cometen horrendos crímenes de guerra de forma masiva. Ningún líder de Ucrania puede dirigir a su gente y decir que eso no le importa. Si los rusos se retiran se puede negociar.
¿Cómo ve la actitud de la comunidad internacional?
No toda la comunidad internacional, sino que la comunidad de las democracias ha sido de mucha ayuda para Ucrania. Los europeos perciben la invasión como una amenaza militar directa. Ellos ven que si los rusos se toman Ucrania, el próximo será Polonia o incluso Alemania. Así que la contribución europea ha estado basada en este sentimiento de amenaza militar creada por Rusia. Estados Unidos también ve a Rusia como una amenaza a Europa, pero también como una amenaza a la democracia y a la civilización en otras partes del mundo también, como la participación rusa en Venezuela para respaldar al régimen de Maduro o la participación de Rusia en Bielorrusia para apoyar al régimen de Lukashenko. Las tropas rusas que están en países de África Central, como Mali. Estados Unidos ve en gran medida que Rusia es un poder que aún se expande y que ve la democracia como una amenaza y está dispuesta a sostener otras autocracias en el mundo y creo que Estados Unidos entiende eso como una amenaza a su seguridad también.
¿Cuál es la situación en Rusia... ya no se ven protestas?
Hay dos problemas. Uno es que una enorme cantidad de personas ha dejado Rusia: toda la oposición, todos los líderes modernos, muchas personas de la clase media. Las personas que organizan las protestas no se encuentran ahí. El otro problema es que la mayoría de las personas no ve sentido a salir a protestar. En otras palabras, no ven que puedan lograr algo, no creen que vayan a tener éxito. Lo que se necesita ahora es un movimiento político que tenga una estrategia clara, que le dé a las personas algún sentido de por qué tienen que protestar y ahora la oposición dentro de Rusia está sin líder. Aunque no creo que eso signifique que si miras las encuestas, eso es muy complicado, porque en una autocracia. Cuando les preguntas a las personas sobre su opinión, ellos no la dan. Hay distintas formas de hacer encuestas en línea y que han mostrado que el apoyo inicial a la guerra ha ido disminuyendo. Las personas puede que hayan aceptado la guerra, pero no les gusta. Así como uno ve un movimiento contra la guerra tampoco se ve uno a favor. Si uno quiere describir el ánimo de los rusos, diría que es pasivo.