Jaime Medina (35), FACH: “El que más me afectó fue Santa Juana”
Soy de Angol, de la Novena Región, y trabajo ahora en el Grupo de Acción número 9 del grupo de helicópteros de la Fuerza Aérea de Chile. Entré a la escuela con 18 años y ya a los 22 años comencé con el curso de helicóptero. Ahora vuelo un Bell 412.
El incendio que más me afectó fue el de Santa Juana, que fue el primero al que fui llamado esta temporada, el 3 de febrero.
Ahí estuve siete días y después me relevaron. También estuve en Tomé y Hualqui, y vuelvo pronto al combate.
Había estado antes en incendios, pero no de la magnitud que tuvimos este año. Eran tantos incendios simultáneos que había demasiado humo en el aire y eso dificultó la visibilidad, el trabajo y la seguridad.
El ambiente era una nube gigantesca, lo que es peligroso, porque volamos en el nivel más bajo, a 200 pies de altura -61 metros-, es decir, corremos el riesgo de impactar con algún cable, torre de alta tensión, antenas o árboles. Es muy demandante tanto física como mentalmente.
Lo primero que hacemos al llegar al incendio es reconocer la zona y mojar el área donde corran peligro las casas, porque es nuestra prioridad, junto a los bosques nativos. Luego buscamos una fuente de agua y en una hora de vuelo realizamos entre 15 y 20 descargas de bamby bucket, la canasta que cuelga del helicóptero y que carga 1.200 litros.
Cada día partimos a las 8 de la mañana para despegar entre 9 y 10, porque ahí el viento y el avance del fuego son menores. Luego trabajamos hasta que se anochezca y volvemos a la base en la Segunda Zona Naval de la Armada, a las 21.30 h, ahí se coordina para el día siguiente y se realiza la mantención del helicóptero.
El hecho de ver tantos hogares quemados la verdad es que nos afecta mucho.
Ponemos empeño en hacer bien la pega, porque nos vemos reflejados en esas familias que están perdiendo todo.
Lo importante es separar el compromiso, las emociones, con poner en riesgo la vida. No queremos sumar más accidentes.
Mario Corrales (58), Conaf: “Los multifocos se parecen a los del 2017″
En el aire soy Alfa Charlie Uno (AC1), es decir Avión Conaf 1. Llevo 14 años en la Corporación Nacional Forestal y ahora vuelo un Air Tractor 802, que tiene una capacidad de 3.100 litros de agua. Antes estaba en el avión coordinador de la Conaf, que es el que vuela más alto y se encarga de la comunicación y estrategia de las distintas naves que combaten el incendio. Esto es un factor crítico, ya que el 2017 había 46 naves, pero ahora son más de 136.
Ahora estoy en el incendio de Río Blanco, en Parral, donde volamos cuatro o cinco aviones en formación y usamos las compuertas de flujo continuo que tiran igual cantidad de agua por metro cuadrado. Cada día realizamos 25 lanzamientos a 20 o 30 metros de altura, y 25 aterrizajes, ya que debemos recargar el avión, lo que se demora cinco minutos.
Lo máximo que podemos volar son ocho horas por día y antes de que anochezca, ya que es un vuelo visual.
Trabajamos 20 días seguidos con 10 de descanso. Hay mucho sacrificio. Te tiene que gustar al 100% y debes tener disciplina para no caer en cansancio y fatiga y bajar la curva de rendimiento.
El problema que tuvimos este año fue la cantidad de incendios, porque hay muchos focos secundarios que es cuando este viento arrastra una hoja ardiendo y vuelve a crear otro foco más adelante.
Por eso el viento es la peor condición para un incendio, más que la temperatura. Pero aunque permita una rápida propagación, también nos permite operar, porque saca el humo.
Pero esta temporada hubo días donde no podíamos salir, porque la visibilidad era menor a 10 metros y estaban todos los aviones estacionados.
Llegué el 1 de febrero a Quillón, lo cual fue duro, ya que se quemó la misma zona que el 2017. Lo que sucede ahora se parece a lo que pasó ese año respecto de la forma de los multifocos.
Ahora vemos una línea de focos que van de este a oeste, cuando el viento es de norte a sur.
Entonces te preguntas ¿por qué hay un incendio ahí? ¿Cómo tanto? Me cuesta pensar en casualidad.