Jeannette Pavez (63) decidió acercarse a la Biblioteca Central para Ciegos (BCC), ubicada en Rafael Cañas, Providencia, hace cinco años, y con un objetivo claro: aprender. Pese a contar con títulos de terapeuta reiki y masoterapia, Pavez añoraba poder contar con un lugar donde pudiese desarrollar su amor por la literatura, aunque de una manera que fuese amigable con su discapacidad visual. “Buscaba conectarme nuevamente con todas las cosas que a mí me gustan y no quedarme sola y atrasada con los avances tecnológicos”, comenta a La Tercera.
En la biblioteca encontró más que solo libros. Debido a sus múltiples herramientas, el lugar ayudó a Jeannette con actividades básicas para su día a día, como usar su teléfono, desplazarse con su bastón por todos lados, además de adentrarla en nuevas herramientas para expandir el mundo de la literatura, como por ejemplo los audiolibros.
Y es que la Bibliociegos es más que un espacio de lectura. Su variado catálogo de actividades, como la audioteca, imprenta Braille, biblionotas y la sala informática permiten que quienes decidan ser parte de la comunidad puedan contar con herramientas para facilitar su desarrollo personal y adaptación a la sociedad. Especialmente a quienes han perdido la visión progresivamente. Como Jeannette.
Fundada en 1967, la Biblioteca Central para Ciegos, también conocida como Bibliociegos, busca ser una respuesta a la necesidad de acceder al conocimiento de la población, principalmente a personas con discapacidad visual, situación que en Chile afecta a cerca de 850 mil personas, de las cuales 80 mil son totalmente ciegas, según datos de la Sociedad Chilena de Oftalmología (Sochiof).
“En la biblioteca los usuarios y usuarias pueden acceder a material en Braille, mientras que los audiolibros que son grabados por voluntarios y voluntarias pueden ser solicitados para llevarlos a sus casas. Si necesitan apoyo con sus equipos personales -computadores y celulares- también se les brinda ese servicio sin costo”, sostiene el director ejecutivo de la biblioteca, Karim Sánchez.
Actualmente, el espacio recibe a 500 usuarios a nivel nacional, de manera presencial como online. De esos, 250 corresponden a la Región Metropolitana.
Ahí sus operadores reciben y trabajan con usuarios desde la enseñanza básica hasta personas adultas mayores.
“Podemos apoyar con material y algunas consultas a niños y niñas desde que comienzan a leer en el colegio, y personas de cualquier edad pueden participar de los talleres recreativos, mientras que para las capacitaciones en tecnología sólo se requiere que las personas sepan lo básico de dactilografía”, recalca Sánchez.
Pero la atención también sobrepasa lo presencial.
En las máquinas de la biblioteca se imprime gran parte de los libros del Ministerio de Educación (Mineduc) para niños, niñas y adolescentes ciegos o con baja visión de enseñanza básica y media. Las máquinas imprimen 500 hojas por ambos lados en una hora y producen libros, materiales escolares, revistas y otros documentos.
Además, el lugar cuenta con 3.500 obras de literatura universal grabadas junto con artículos que han sido desarrollados por voluntarios de la fundación. Debido a que gran parte de las grabaciones fueron realizadas en 1967, en casete, ahora siguen con su proceso de digitalización en cintas.
Pese a que no es la única institución que trabaja en la inclusión de personas con discapacidad visual, “sí es la única a nivel nacional que trabaja por la inclusión y, además, crea material en Braille, que queda a disposición de nuestros usuarios y usuarias”, menciona Sánchez.
Tales elementos, según el director ejecutivo, “son claves para que las personas ciegas y con baja visión puedan acceder a la información de la misma forma en que personas sin discapacidad lo hacen. Considerando que Chile es un país en el que la brecha digital es un problema, el Braille es de suma importancia para garantizar el derecho a la educación y a la información”.
Sobre todo al tener en consideración que según los resultados de la última encuesta Nacional de Discapacidad y Dependencia (Endide), realizada el 2022, un 47,8% de las personas que ha perdido su vista no ha terminado la enseñanza media, mientras entre aquellos con ceguera total esto se eleva a un 62,2%.
Pero por encima de todo lo anterior, Pavez asegura que en la biblioteca se ha logrado crear una comunidad: “Nos encontramos con nuestros pares, compartimos nuestras experiencias de vida. He aprendido de mis compañeros y los que van llegando y eso es muy hermoso para poder formar redes de apoyo y de contacto. Estando juntos nos entendemos y podemos sobrellevar nuestra discapacidad”.
Ese también forma parte de los pilares de la organización: “La biblioteca es un espacio en el que quienes nos visitan pueden recrearse, aprender, pedir ayuda, incluso encontrar contención emocional en momentos difíciles, por ejemplo, cuando una persona está perdiendo la visión”, cierran desde la institución.