Sobre un pequeño valle, rodeado por las verdes e imponentes montañas andinas, se alza en el oriente de Colombia la urbe de Bucaramanga, conocida como la “ciudad bonita” por sus numerosos parques y arboledas, que no son comunes en otros grandes municipios del país cafetero. Bucaramanga, de altos edificios debido al poco espacio urbanizable, se ha convertido en los días previos a las elecciones presidenciales de mañana en la “vice capital” política de Colombia, junto a Bogotá.
Allí ha desempeñado toda su carrera el candidato populista a la jefatura del Estado, el controvertido ingeniero Rodolfo Hernández, de 77 años, que ha hecho una fortuna de alrededor de 100 millones de dólares con sus empresas de construcción y fue alcalde de la ciudad entre 2016 y 2019.
Bucaramanga es su bastión electoral y se nota en las calles. No hay cuadra donde no aparezca la publicidad electoral de Hernández, bien sea en los autos y taxis que circulan por las carreteras, en las fachadas, en los carritos de los vendedores ambulantes o en los estuches de los lustrabotas.
“Si él llega a ser Presidente se va a acabar la corrupción, que es lo que tiene jodido a este país. No había habido antes un señor que le hubiera puesto mano dura a estos politiqueros que llevan 200 años en el país, haciendo estragos”, comenta Juan Carlos Rivera, mientras limpia las botas de un cliente en la plaza central de la ciudad, junto a la estatua del prócer de la independencia, Francisco de Paula Santander, que da nombre a la región de la que es capital Bucaramanga.
El candidato ha hecho una campaña magistral en redes sociales, con un sencillo eslogan: acabar con la corrupción, a pesar de que él mismo tendrá que ir a juicio a finales de julio por la supuesta asignación irregular de un contrato público de basuras con el que uno de sus hijos habría cobrado una coima ilegal.
Hernández llega a la segunda vuelta de mañana en un empate técnico con su rival, el exguerrillero progresista Gustavo Petro, pero en la “ciudad bonita” no hay color: el 64% de los bumangueses votará al constructor, porcentaje que se amplía al 67% si se tiene en cuenta a toda la región de Santander.
Para sorpresa de muchos, en la primera vuelta del 29 de mayo, Hernández pasó al balotaje junto a Petro (40%), al obtener un 28%, equivalente a casi seis millones de votos. Se suponía que, según las encuestas, el rival de Petro sería Federico Gutiérrez (24%), pero Hernández le arruinó la fiesta.
“Voy a votar a Rodolfo porque es mi paisano, pero también porque no podemos permitir los colombianos que se instale la política de Chávez y Maduro. Queremos un país con libertad, sin persecución, en el que podamos vivir en paz y en el que quien tenga algo pueda disfrutarlo hasta la vejez, porque para eso lo trabajó”, asegura la jubilada Ana Flores junto al bautizado como “Palacio de Nariño”, homónimo a la casa presidencial, el edificio que sirve a Hernández como centro de campaña en la urbe santandereana.
También allí está Eduardo Escobar Cadavid, ingeniero como el candidato, y uno de sus amigos de la infancia: “Él es un personaje democrático y ama la libertad. No va a expropiar ni a democratizar nada. Esos términos son izquierdistas. Nosotros somos completamente de centro. Un poquito a la izquierda, pero todo libre, todo en libertad”, dice, mientras pega propaganda electoral de Hernández en su auto particular.
“Es una persona seria, recta, honesta y echada para adelante. No tiene pelos en la lengua para decirle al contrario, o al que sea, la verdad. Tiene un carácter recio, pero es buena gente”, agrega Escobar.
“Populismo barato”
Pero no es oro todo lo que reluce para Hernández, un candidato muy criticado por ese carácter y sus habituales salidas de tono. El constructor llegó a amenazar con pegarle un tiro a un cliente que le contradecía, se declaró seguidor del “pensador alemán Adolfo Hitler” -aunque después dijo que quería referirse a Albert Einstein- dijo que era una “delicia” cobrarle hipotecas a “hombrecitos” durante 15 años y, entre otros escándalos, también abofeteó públicamente a un concejal opositor.
El coprotagonista de esa última historia es el músico John Claro, que recibe a La Tercera en su departamento bumangués, en el que vive con su esposa chilena y seis perros, llamados con los nombres de personajes de Star Wars. “Rodolfo es un tipo simplista. Es errático, demagogo, lenguaraz y misógino. Tiene un discurso gaseoso de poca profundidad”, asegura Claro.
En 2018 se reunió en la alcaldía de Bucaramanga con el entonces regidor Hernández. En un momento dado, la discusión se tensó y Claro recordó al ahora candidato la relación de uno de sus hijos con un controvertido político local, desatando un arrebato de furia. “¡Miente hijueputa!”, bramó Hernández, antes de soltar un guantazo al músico, que impactó en su cuello.
“¿Qué tal que si Rodolfo se convirtiese en Presidente y tuviese algún contradictor de otro país en la ONU, en la OEA o en el Parlamento Europeo? Entonces haríamos el oso, el ridículo. Nosotros somos un país de gente muy buena, muy capaz, y que llegue Hernández para dirigir los destinos de Colombia sería una vergüenza. Se convertiría en el saltimbanqui en cualquier escenario nacional e internacional”, considera Claro.
Admite, eso sí, la popularidad del candidato en Bucaramanga: “Colombia es un país indignado y cansado de la corrupción. Él ha sabido canalizar esa indignación desde la simplicidad y la emoción. Tiene dos versitos muy elementales, y con eso está enamorando al electorado colombiano, diciendo que le va a quitar la chequera a los ladrones. Pero, en el fondo, no hay nada. Es populismo barato”, asegura el concejal.
“Colombia ha sido gobernada durante los últimos 200 años por la mentira y el engaño, y en esas llega Rodolfo, un mentiroso, un difamador y un calumniador. Además, con un lenguaje soez. Somos un paraestado y el hecho de que un personaje como él fuera Presidente sería el acabose institucional. No respeta el Estado de derecho. Él reta a la ley”, añade Claro.
En algunos de los barrios más humildes de Bucaramanga tampoco se guarda un buen recuerdo de Hernández. El constructor distribuyó durante su campaña a la alcaldía, en 2016, hasta 20.000 cartas intercambiables por una vivienda si llegaba a ganar el cargo de regidor. Ya al frente del municipio, dijo que no iban a ser casas sino “lotes con servicios” y más tarde admitió que no entregaría ni uno al final de su mandato, en 2019.
“Es una persona que no tiene palabra, un completo mitómano. Hoy dice una cosa y mañana está diciendo otra”, señala Jaime Núñez, un gestor social de Bucaramanga que recibió una de las 20.000 cartas de Hernández, mientras pasea por las empinadas cuestas rodeadas de viviendas de ladrillo vivo de Balcones del Kennedy, una humilde favela de la capital santandereana.
“Me doy cuenta del engaño de este personaje cuando la página web donde nos habíamos inscrito desapareció. Entonces nos dimos cuenta de que fue una mentira más de un politiquero de turno. Timó a los más pobres, la gente de estratos bajos y de las comunas”, clama Núñez, que denunció ante las autoridades el proceder de Hernández.
“Así se llevó los 20.000 votos que fueron los que lo llevaron a la alcaldía de Bucaramanga, porque el resultado fue muy justo”, critica, en su humilde casa de Kennedy Alfonso Morales, otro de los afectados por el programa “20.000 viviendas felices”.
Hernández ganó en 2016 las elecciones de la capital santandereana por 4.700 votos, y es difícil pensar que su programa de vivienda no fue decisivo para el candidato.
En el mercado central de Bucaramanga trabaja Jesús Moisés Leaño, vendiendo paltas, papayas y plátanos en un humilde y estrecho local. De debajo del mostrador saca otra de las 20.000 cartas de Hernández.
“Es un fraude y no tiene la capacidad de manejar un gran país como el nuestro. Es un personaje egoísta. Realmente le falta demasiado de relaciones humanas y de ética profesional”, clama, visiblemente afectado por haberse sentido engañado con el programa de vivienda.
La ventaja inicial de Hernández con respecto a Petro en los primeros sondeos de cara a la segunda vuelta ha ido reduciéndose con el paso de los días.
El ingeniero se ha negado a participar en debates, mientras crecía en las encuestas la opción de voto en blanco, preferido por quienes no quieren votar por Petro, pero tampoco por él.
Hernández, en cualquier caso, absorberá cientos de miles de votos de quienes rechazan una Presidencia de Petro y tiene opciones de ser el elegido para dirigir el país durante los próximos cuatro años.