Que los sistemas público y privado tengan la misma calidad y que el acceso sea igual para todos, sin importar la condición económica. Esos son para los chilenos los requisitos básicos de un sistema de salud digno. ¿Lo tercero? Que todas las personas, si se enferman, puedan sentirse tranquilas financieramente.

Así lo revela la Encuesta Nacional de Salud de la Universidad Andrés Bello (Unab), que desde 2010 evalúa la percepción y experiencia de los usuarios en el sistema. La medición, a cargo del Instituto de Salud Pública de la entidad, incluyó por primera vez un apartado sobre dignidad en la atención, donde la oportunidad en el acceso y la eliminación de las listas de espera se ubicaron entre las primeras condicionantes que los chilenos reconocen como prioritarias para mejorar el sistema (ver infografías).

Héctor Sánchez, director del Instituto de Salud Pública de la Unab, afirma que “son condiciones que un sistema de salud desarrollado puede otorgar bajo diferentes formas de organización: con mayor o menor Estado, y con mayor o menor sector privado”. Y añade que lo esencial que apuntan los encuestados es a conseguir “servicios oportunos de calidad y con igualdad de acceso, sin importar el nivel socioeconómico, y esto es lo que las autoridades políticas y los constituyentes deben considerar a la hora de discutir sobre los temas de salud”.

El académico enfatiza que, en el contexto de los cambios que requiere el sistema de salud -y que han sido postergados en la última década-, existe una notoria diferencia “entre la discusión política y la realidad en políticas públicas”, y explica que “la primera es ideológica: lo público y lo privado, si el sistema debe ser único o multiseguro, etc. En cambio, para la gente un sistema de salud ‘digno’ es aquel que le permite satisfacer sus necesidades de salud oportunamente, con calidad, ya sea en el sistema público o privado, y sintiéndose tranquilas de que una enfermedad no los lleve a la pobreza”.

La baja nota al sistema

En los 12 años que se ha realizado la encuesta, la nota que los usuarios dan al sistema de salud nunca superó el 3,9. El año pasado, a causa de la pandemia y la saturación de la red asistencial, la evaluación cayó al 3,7. Y en esta ocasión, la medición mostró una leve mejoría, promediando 3,8.

“La experiencia en calidad obviamente fue afectada por la pandemia. No podemos obviar que es un impacto sustancial a todo el sistema, que hoy día está retomando cierta normalidad a partir de las mejoras en los resultados epidemiológicos que estamos viendo”, explica Claudio Castillo, académico en Salud Pública Usach.

Consultados sobre la última atención recibida, lo peor evaluado es el tiempo de espera para recibir la prestación. Y en el mismo tono, le siguen aspectos como el costo de la atención, la forma de conseguir una hora y la comodidad de las salas de espera.

Y respecto del acceso a las prestaciones de salud, poder operarse, hospitalizarse y obtener una hora médica de especialidad son los indicadores más críticos.

“El problema es el acceso. Y eso claramente en el sistema público es algo que, cuando se atiende al 80% de la población, por supuesto que es un problema. El acceso a la prestación y el acceso a los especialistas siempre incluyen tiempos de espera”, explica Lidia Amarales, salubrista de la Universidad de Magallanes.

Castillo asegura que las listas de espera deberían priorizar a los pacientes según elementos claros y conocidos. “Sería bueno que se consideraran como factores para decidir el tiempo máximo de espera elementos como el riesgo y gravedad de la patología, y otras características especiales, como si tienen otras enfermedades, el historial de hospitalizaciones, si consumen medicamentos, la pérdida de calidad de vida o el no poder realizar actividades. Esto podría darle algunas certezas a la población”, detalla.

En el extremo contrario se ubican las prestaciones en sí mismas:lo mejor evaluado resultaron los médicos y el personal de salud.

Diferencias en los seguros

La medición, que repasa la experiencia personal de los usuarios, así como su percepción sobre el sistema y la expectativa a futuro sobre el mismo, deja de manifiesto las disparidades entre el modelo público y el privado.

Así, mientras el índice ‘Experiencia de Calidad’ obtuvo 32 puntos entre usuarios de Fonasa -de un total de 100- en isapres registró 51, promediando 37 en todo el sistema.

“No es de extrañar que haya una percepción de mejor calidad en la atención, que se vincula más que a la isapre, al prestador. Ambos sistemas tienen problemas estructurales: las isapres rechazan tres veces más licencias que Fonasa, no entregan cobertura de medicamentos, excepto GES, y seleccionan a afiliados más sanos, aunque permiten mayor acceso a especialistas y menor tiempos de espera”, dice Juan Carlos Said, magíster en Salud Pública del Imperial College.

Said agrega que “Fonasa da mayor seguridad financiera, pero tiene mayor tiempo de espera y menor acceso a especialistas. Ninguno de los dos seguros logra resolver de manera íntegra los problemas de salud de las personas. Lo que se necesita es avanzar hacia una reforma para un seguro único, con aseguramiento basal para todos los chilenos”.

Desprotección

El temor a sufrir una enfermedad catastrófica no cubierta por el Auge no varía tanto entre los usuarios de Fonasa e isapre, pero sí por edad: mientras la mitad de los menores de 60 manifiesta precupación, en los adultos mayores el porcentaje sube a 64%.

La sensación de protección en términos de aseguramiento sí muestra brechas importantes: mientras en el sistema privado el 43% de los asegurados se siente desprotegido, este porcentaje crece al 70% en los afiliados de Fonasa.

“En Fonasa tiene que ver principalmente con la incertidumbre de ser atendido oportunamente, por las listas de espera y los tiempos de espera. El mayor problema del sistema público es que hoy la gente en promedio aguarda un año para recibir una atención quirúrgica”.

Mirando a futuro, los usuarios no ven una mejora. Consultados sobre el acceso a las prestaciones, el 38% de los usuarios piensa que habrá que esperar aún más y el 42% piensa que seguirá siendo igual de demorosa. Y frente al gasto en medicamentos, el 47% cree que ha aumentado (un 37% opina que se mantiene) y el 62% cree que seguirá creciendo a futuro.

Amarales apunta a que uno de los pasos cruciales para mejorar este panorama sería una reforma integral de salud: “La pide el Colegio Médico y la pedimos los salubristas, porque el sistema ya tuvo una reforma, con el Auge (en 2005), que ha tenido una buena evaluación de parte de la población. Por algo la gente sigue queriendo que más patologías se incluyan, pero de eso ya han pasado más de 15 años, entonces amerita una reforma integral”.

Mientras, Sánchez destaca que las personas consultadas en la encuesta mostraron con total claridad “desde la perspectiva de sus necesidades más sentidas que un sistema de salud digno debe ofrecer calidad, oportunidad y no discriminar por nivel de ingresos, con niveles semejantes en el sector privado y el público. En la definición política de nuestro sistema de salud, obviamente estos conceptos deberán estar garantizados”.

También, Castillo ejemplificó que “países como Inglaterra han avanzado en definir tiempos máximos de espera para las patologías, de manera que se presiona al sistema para que se tomen en cuenta ciertos factores que establecen prioridad de atención para el diagnóstico, confirmación, tratamiento y el seguimiento. Esto sería un gran avance para nuestro sistema de salud”.