Carlos Ruiz Encina: “El gobierno está actuando como si fuera el último gobierno de la Concertación, pero de una Concertación agónica”
El sociólogo y ex mentor del Frente Amplio desmenuza los resultados de la elección del domingo pasado. Afirma que es una derrota para el gobierno, que ha sido incapaz de conectar con la ciudadanía y ha terminado por asimilarse a la vieja política de la transición. Pero defiende la legitimidad del proceso: "Nos gusten o no, los consejeros fueron electos y hay que respetarlos. No podemos empezar ya a hacer una campaña de rechazo".
En un café de Ñuñoa, la comuna donde vive, Carlos Ruiz Encina analiza los resultados electorales, las preguntas que encierran y los escenarios que abren. Es la mañana posterior a la elección de consejeros constitucionales, y la sorpresa ante el triunfo republicano aún no se desdibuja del ambiente. Ex mentor del Frente Amplio, el sociólogo de la Universidad de Chile dice que este escenario no era imprevisible. En su opinión, la votación del domingo bien podría definirse como otro estallido, un estallido electoral:
-Tengo la impresión de que lo que se viene imponiendo hace mucho tiempo es un rechazo sistemático a la esfera política, sobre todo a las formas de la transición. Ese rechazo se expresó en forma violenta primero, después se ha expresado en forma electoral. El propio gobierno ha quedado entrampado en esas viejas formas y sus ofertas de renovación de la política, sobre todo de los más jóvenes, no tuvieron lugar. Y ayer de nuevo se vuelve a votar más por lo que no se quiere que por lo que se quiere. Porque la paradoja de esta historia es que el partido más votado es el partido que no quería redactar una nueva constitución. Es una especie de estallido pacífico.
Carlos Ruiz vuelve a la segunda vuelta presidencial y recuerda que Gabriel Boric y Jose Antonio Kast aparecían como dos figuras fuera de los conglomerados tradicionales, con posturas críticas. Pero eso fue cambiando.
-Boric termina apegado más bien a formas que naturalizan la política como administración, más que como transformación. En cambio, Kast mantiene esa actitud de rechazo a toda esa situación.
Para el autor de Octubre chileno, el “nuevo pueblo” que se expresó en 2019 no ha encontrado respuestas en el sistema político.
-Cuando yo usé la imagen de nuevo pueblo me refería a que había un cambio de la estructura social. No es el pueblo del siglo XX, esa vieja clase obrera industrial, ni el profesional burócrata del Estado. Ahora trabaja en el mundo privado con otras tasas de rotación laboral, con otras tasas de inestabilidad. La condición femenina, los hogares monoparentales, los profesionales de primera generación son otro tipo de articulación, muy distinta a las viejas clases medias. Todo ese mapa gigantesco siente que no es reconocido de ninguna parte. Ahí la política mantiene un desfase, y se va de rechazo en rechazo.
¿Este resultado es una derrota del gobierno?
Creo que hay un juicio, por supuesto, al gobierno. Un gobierno de fuerzas que se ofrecían como transformadoras y terminan naturalizando la política como administración. Dejaron de atender la construcción de fuerzas sociales, y el propio Frente Amplio, que nació en la universidad, abandonó las universidades. Y para qué hablar de otros sectores de la sociedad. En el gobierno, el problema del diálogo, de la construcción del consenso por otras fuerzas sociales, está absolutamente vacío. Se ensayan de nuevo las mismas recetas tecnocráticas de la transición. Es una cosa que Marcel no termina de entender, y tampoco lo entiende Carolina Tohá, que cree que le habla a un Parlamento donde las mayorías se cuadran cuando se les da la instrucción del partido, cuando la fragmentación política llegó para quedarse. En ese contexto, aparece como un gobierno que no puede operar frente a la nueva realidad, no reconoce el nuevo panorama y actúa como si fuera el último gobierno de la Concertación, pero de una Concertación agónica, una Concertación que no fue capaz de hacer primarias, que se presenta en esta elección en listas separadas.
Boric termina apegado más bien a formas que naturalizan la política como administración, más que como transformación. En cambio, Kast mantiene esa actitud de rechazo a toda esa situación.
¿Es una derrota peor a la del 4 de septiembre?
Yo creo que seguimos con el mismo problema en términos esenciales. Creo que todos somos responsables de no volver a tener una crisis como la que tuvimos, que no llegue a esos niveles. Por lo pronto, la forma menos violenta en que esto se podría expresar es que se vuelva a rechazar otro texto constituyente. Entonces, estamos ante un dilema bastante complejo. Y yo siento que la política sigue muy sorda. Y a esa sordera se incorporaron muchos personajes más nóveles que no eran de la vieja política y que no comprenden las nuevas condiciones sociales y culturales.
Este resultado sepulta el sueño de una Constitución progresista...
Es bien difícil definir qué se puede entender hoy por progresismo, pensando que una de las grandes figuras del progresismo en el país, Ricardo Lagos, termina apoyando a Ravinet, y además con una justificación difícil de creer: porque había sido un buen ministro suyo. El progresismo está absolutamente fuera de brújula. ¿Cuál sería la lista del progresismo en la elección pasada? ¿Le quitamos esa bandera al PPD y se la pasamos a Apruebo Dignidad? ¿O es del PS esa bandera? Aquí hay un dato no menor: estamos de regreso a los números de la primera vuelta, básicamente. En la primera vuelta el total de respaldo de Gabriel Boric, en términos reales, es de 12,5%. En segunda vuelta sube a 30%, pero es un voto más anti Kast que pro Boric. Decir otra cosa es completamente falso. O sea, en Chile hace mucho tiempo que no hay una mayoría política sustantiva. Eso también le ocurrió al gobierno de Bachelet II y a Piñera. El intento de la Nueva Mayoría fue hacer un balance crítico de lo que había sido el gobierno de Lagos, pero nunca se terminó de iniciar. Ahora, al alero de intentar revivir esa Nueva Mayoría, se plegó el Frente Amplio, pero llegó tarde a una larga decadencia de esa Concertación. Es un progresismo sin ruedas, sin patente, con los parachoques colgando.
¿Quiere decir que el gobierno equivocó la lectura del 4 de septiembre?
Se asumió la lectura de la derecha. Hay una derecha que utilizó de una manera muy oportunista ese 62% como si hubiese sido un respaldo a ella. Y la verdad, ese rechazo era multifactorial. Había un voto importante de derecha, eso es indiscutible. Pero había también un rechazo antielitario en muchas capas de la juventud. Por otro lado, hubo un desempeño muy insuficiente en muchos sectores de la Convención, muchos enlodaron el proceso con excesos. Todo eso generó un cansancio enorme que asimiló el proceso a la vieja política. Nunca se hizo un balance y se terminó asumiendo que había un giro conservador de la sociedad hacia la derecha. Y eso fue pésimo, porque en el fondo terminaron tomando una opción que tampoco satisfizo, y esto lo acabamos de saber ayer. En lugar de asumir que estamos ante un nuevo panorama que es más complejo de entender, nos vamos por las soluciones más facilistas.
En el caso del Frente Amplio, el problema del extravío no es de ahora, no viene del 4 de septiembre, yo creo que viene de antes, del estallido. El Frente Amplio queda golpeado en el estallido y no tiene una comprensión, tampoco tiene un debate acerca de lo que ocurre, no está presente mayoritariamente en alguna de las expresiones no violentas, por supuesto, que había en el estallido. El Frente Amplio queda absolutamente descolocado del giro que se empieza a sentir en la sociedad chilena. Después viene una política que trata de darle espalda a esa situación, y por eso yo decía, pasamos del no lo vimos venir al aquí no ha pasado nada. Y es súper peligroso, porque en el fondo lo que estamos viviendo son negaciones sistemáticas de la población a las ofertas de la esfera política. Republicanos no es un partido con vocación de gobierno, no es un partido con vocación de Constitución, tampoco del status quo porque también lo critica; es un partido identitario. La gran duda es qué es lo que va a hacer.
Ellos parecen negarse a la concesión de más derechos sociales, que era una de las demandas.
Yo tengo la impresión de que todo este nuevo pueblo del siglo XXI no necesariamente se resumía solo en esas demandas. Plantea una complejidad adicional, porque por otro lado te demanda autonomía individual, tiene otra relación con la noción de libertad, que no es la noción de las sociedades del siglo XX. Eso en las izquierdas y en los progresismos no se asume. Y por otro lado, la derecha lo asume de una manera completamente mercantil: el derecho a elección en ofertas de educación y en salud. Pero este individuo está reclamando mucho más que eso. Y ahí es donde nos enfrentamos a dilemas mucho más complejos, que se eluden en la política y que no se resuelven solamente con derechos sociales. O sea, derechos sociales implica más Estado. Pero hay otras cosas en las cuales este individuo no quiere más Estado. Y eso no lo quiere entender la izquierda. La izquierda cree que todavía el Estado es la aspirina para todos los dolores. ¿A usted le duele una oreja? Más Estado. ¿Usted está aburrido? Tome más Estado. No, señor, es otra complejidad cultural. Estamos ante una nueva geografía social; las fuerzas nóveles se aferraron al pasado y recibieron la boleta.
Algunos sectores ya comenzaron a hablar del rechazo. ¿Qué piensa de ello?
Creo que por sobre todas las cosas, tenemos que defender el sistema democrático. Y eso significa dos cosas: respetar a los convencionales que salieron. Nos gusten o no, fueron electos y hay que respetarlos. No podemos empezar ya a hacer una campaña de rechazo. De la misma manera, hay que respetar que también tenemos un Presidente que fue electo democráticamente.
La paradoja es que eventualmente Gabriel Boric termine firmando una constitución hecha a la medida de republicanos...
Yo diría que más que una paradoja, eso sería un fracaso. Como opción política, desde las ideas que se profesan, sería el entierro.
¿Qué debería hacer el gobierno?
Creo que el gobierno va a tener que encabezar el diálogo con estos sectores. Pero espero que lo encabece de otra manera, y no apelando a la naftalina.
¿El Frente Amplio tiene que hablar entonces al electorado republicano?
No solo el Frente Amplio, la izquierda también. Hace rato he insistido en que hay que salir de la zona de confort y de la peña de los convencidos. También hay un problema con la alianza de gobierno, porque nunca se constituyó como una alianza. A lo menos son dos alianzas. Pero eso he dicho que es más un aglomerado que un conglomerado, y ese aglomerado tiene además grupos de partidos que están trabajando para sí mismos y no tanto para el gobierno. Nadie quiere perder tiempo metiéndose allá donde tienes que darle vuelta votos al contrario. Esa pega nadie la quiere hacer, están todos preocupados de asegurar su espacio geográfico. Esa es otra de las consecuencias de entender la política como administración. Y está lleno de una juventud que ya se está empezando a ancianizar porque se han vuelto personajes que compiten solo por puestos burocráticos y nadie quiere hacer el otro trabajo. Entonces son partidos ancianizados.
¿La nueva izquierda entonces ya perdió su vocación renovadora?
A mí nunca me gustó esa denominación de nueva izquierda, porque eso significaba que había un nuevo proyecto. Pero no hay un proyecto ni una discusión de fondo que permita afirmar eso. ¿A qué se recurre? A puras cuestiones de carácter simbólico. Oye, discúlpame, si tú te vas en bicicleta para la casa después de hacer un discurso por cadena nacional, eso a una señora en una población no le impacta. Puede que le impacte a otros públicos, a algunos jóvenes universitarios. Es una izquierda estética, si quieres. ¿Pero cuál es la concepción de una nueva izquierda? No se debate. Todo el problema se reduce a ofrecer más Leviatán, más Leviatán, más Leviatán. Y ahí no hay novedad.
El alcalde Jorge Sharp dijo que estas elecciones eran irrelevantes y anunció que buscará formar un nuevo referente para atender a las demandas no atendidas del estallido...
Pensar que cuando la sociedad se expresa es irrelevante... Honestamente no conozco sus declaraciones. Pero creo que intentar profitar del fracaso del gobierno de Boric, desde las mismas vetas de donde venía este proceso en este rato, me parece que es un absurdo, porque eso puede significar más bien una crisis política mucho más profunda. Creo que más bien hay que discutir con este gobierno para que encauce las cosas en las direcciones que nos parezcan. Y creo que hay que dejar de tener una actitud obsecuente. Cualquier crítica al gobierno se ha convertido en una especie de acusación inmediata, me ha ocurrido a mí también, de deslealtad. Me parece que eso es absurdo, no tienen ninguna capacidad de discutir, de deliberar para intentar enmendar rumbos y tratar de avanzar. Tampoco se trata de buscar por dónde me trepo, ante una situación que ojalá se agudice críticamente, no solo de parte de él (Sharp), también puede ser de Jadue o de otros. No es nada personal, pero estamos hablando de responsabilidad política, de lo que pasa en el país, que es muy complejo, muy delicado.
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