No estaban ni su pareja ni su perro. Eran pasadas las 21 horas del martes 29 de noviembre cuando María Verónica Guartatanga (30) regresó a la casa que comparte con su esposo, el marino chileno Luis Isaac Toledo Cruces (31), en el Cantón Daule, a 15 kilómetros de Guayaquil, en Ecuador. Al llegar, la vendedora de seguros médicos se percató de que no había nadie en ella. Era algo extraño, así que llamó por teléfono a Toledo. No tuvo respuesta, el celular estaba apagado. Ante la preocupación, salió a recorrer el barrio y el resultado fue el mismo: tampoco lo encontró.
Lo último que se sabía del cabo primero de la Armada, según señaló la mujer en su denuncia, es que cerca de las 18 horas de ese día el hombre, oriundo de la comuna de Florida, en el Biobío, salió a pasear a la mascota de ambos, sin embargo, no volvió a su casa. Según la policía, mientras estaba en el sector de La Aurora, en esa localidad cercana al puerto de Guayaquil, fue abordado por cuatro sujetos, quienes a la fuerza y bajo amenazas lo subieron a un vehículo.
Así se daría inicio a un violento secuestro, el que se extendería por casi cinco días, y que movilizaría a la policía de Ecuador y Chile para lograr dar con su paradero.
“No puedo dar más tiempo”
Al no encontrar a su esposo, Guartatanga llamó a la Policía Nacional de Ecuador, sin embargo, estos no llegaron a la casa de la pareja para tomar el procedimiento. Horas más tarde, cerca de las 0.30 horas, la mujer de 30 años comenzó a recibir mensajes de un número desconocido.
“Recibí un mensaje vía WhatsApp de parte de una persona que no se identificó, diciéndome que mi esposo tenía un serio problema y que quería saber si lo voy a ayudar”, señaló en su denuncia a la policía.
Los mensajes no llegaron solos. Los acompañaban crudas imágenes en las que se podía ver a Toledo amarrado de pies y manos, con los ojos vendados y pidiendo ayuda a través de videos. Los secuestradores le exigieron 100 mil dólares -más de $ 90 millones de pesos chilenos- a la mujer para liberarlo sin hacerle daño. Para ella, era una suma imposible de pagar.
A las 4 de la mañana -casi 10 horas después de las últimas pistas de Toledo-, la esposa del marino chileno alertó a su familia de lo que estaba ocurriendo. A más de cinco mil kilómetros, en la Región del Biobío, Yessenia Cruces -su mamá- recibió un llamado que no esperaba y que le informó una terrible situación. “Fue supercorta, ella me dice que secuestraron a mi hijo y que le están pidiendo dinero y que ayudara”, relató Cruces a La Tercera un día después de ocurrido el secuestro del funcionario de la Armada.
Horas después, su familia en Chile también comenzó a recibir mensajes extorsivos desde Ecuador, junto con imágenes en las que se veía al hombre de 31 años suplicando ayuda en medio de torturas y golpes efectuados por sus captores. En uno de los mensajes le dijeron a la familia que le habían cortado uno de sus dedos de la mano izquierda, lo que ponía en riesgo su vida.
Los secuestradores pedían la totalidad del dinero, o al menos un avance a cambio de prestarle ayuda por sus heridas. En un mensaje en respuesta, un familiar le suplicaría a sus captores: “Sí, dame tiempo, envíame las cuentas mientras. Necesito que me envíes una foto de su mano, la que está herida”.
“No puedo dar más tiempo. ¿Cuánto me va a hacer para comenzar a esperarla y dialogar? Eso dígame para ya comenzarlo a tratarlo bien y curarlo todo. Confirmen rápido, se está desangrando mucho”, le respondió el captor.
En Chile, la familia de Toledo cayó en la desesperación. Sin poder conseguir esa gran suma de dinero a cambio de su vida, rápidamente recurrió a la Policía de Investigaciones en Concepción. Fue la Brigada de Investigaciones Policiales Especiales (BIPE) de esa ciudad la que tomó el procedimiento y realizó las primeras diligencias ante Interpol, organismo internacional que permitió entregar los antecedentes a la policía ecuatoriana.
La última comunicación que tuvo la familia con los captores fue el miércoles 30 de noviembre a las 19.00, a más de 24 horas del secuestro. En esa ocasión, los delincuentes le dieron plazo a la familia hasta el jueves 1 de diciembre a las 12 horas para hacer el pago, de lo contrario -los amenazaron- matarían al marino.
El reloj corría y la angustia aumentaba en los Toledo Cruces.
Un viaje por amor
Luis Toledo es cabo primero de la Armada. Su desaparición fue informada en Chile precisamente por esa institución, la que confirmó que el funcionario se encontraba en ese país haciendo uso de un permiso sin goce de sueldo por dos años.
A través de un comunicado, la institución señaló que “se han activado los protocolos para ir en ayuda y apoyo de la familia del marino desaparecido”.
El cabo Toledo ingresó a esa institución tras egresar del Liceo Luis de Alava, en la comuna de Florida.
En la institución uniformada formaba parte del buque escuela Esmeralda, y por ello recorrió diferentes lugares del mundo, como Nueva Zelandia, Indonesia, China y Japón, de los que dejó registro en sus redes sociales.
Uno de esos viajes fue a Ecuador. En ese país, el 2018, Toledo conoció a María Verónica. Entonces, comenzaron una relación que se extendió por tres años, hasta que en 2021 decidieron casarse.
Días antes de la Navidad del año pasado, Toledo viajó a cumplir uno de sus últimos sueños: contraer matrimonio con su “prometida”, como la describía en su cuenta de Instagram.
Ya radicado en Ecuador, y con dos años de permiso, durante un tiempo el hombre de 31 años se dedicó a vender seguros médicos al igual que su esposa, según relató su madre. Esto mientras decidía su futuro en la Armada en Chile.
El último tiempo, el marino habría comprado una casa en ese país, operación de la cual -según los detalles de la policía ecuatoriana- algún tercero podría haber conocido, entregando el dato de que Toledo y su familia tenían los recursos suficientes como para pagar por un secuestro.
Cantón Daule, la zona donde se ubica la casa de Toledo y su esposa, está en la provincia de Guayas, en el sur de Ecuador. Esta es una zona especialmente compleja: el número de denuncias por extorsiones en ese cantón, según la Fiscalía General del Estado, ha aumentado un 138% en un año.
Hasta octubre se recibieron 1.468 denuncias por ese delito, mientras que durante todo el 2021 se registraron 616 hechos ligados a extorsiones.
Debido a la compleja situación delictual en la zona, el gobierno ecuatoriano decretó en agosto un estado de excepción en los cantones costeros de Guayaquil, Durán y Samborondón.
Se trata de una de las zonas más pobladas de Ecuador, y que el último tiempo ha sido dominada por el crimen organizado y la delincuencia.
La llamada clave
De vuelta en Ecuador, luego de que la esposa del chileno realizara la denuncia, la investigación fue tomada por la Unidad Nacional de Investigaciones Antisecuestros y Extorsiones (Unase), quienes mantuvieron coordinación constante con la PDI en Chile. La Cancillería, por su parte, informó el jueves que el gobierno chileno, a través del consulado en ese país, “ha estado en coordinación permanente con las instituciones policiales, gubernamentales y políticas pertinentes de Ecuador para colaborar en este lamentable caso”.
Pasaron tres días sin que la familia de Toledo tuviera mayores noticias del hombre, hasta que el sábado 3 de diciembre en la noche, sus captores volvieron a comunicarse. Esta vez les pidieron cuatro mil dólares a cambio de mantenerlo con vida, casi cuatro millones de pesos chilenos.
La familia accedió a pagar y realizó una transferencia por un monto un poco menor a una cuenta bancaria en ese país. Los delincuentes no estuvieron de acuerdo con la cifra. Mediante una videollamada en la que les mostraron cómo herían a Toledo, los extorsionaron para lograr más dinero.
La llamada angustió a sus familiares, pero sería clave, pues le permitió a la policía especializada de Ecuador localizar desde dónde salían las comunicaciones extorsivas. De esa manera, policías encubiertos se movilizaron hasta el Cantón Durán, a 50 kilómetros del lugar en que fue secuestrado Toledo.
Allí detuvieron a Elvia S.V., quien reconoció ser la pareja de Jonathan Javier Orellana Moreira (30), quien ya estaba en el radar de la policía como posible implicado en el caso. De hecho, fue ella misma quien entregó datos para dar con la detención de este minutos más tarde.
El propio Orellana reconoció que él se encargaba de negociar el rescate con los familiares de su víctima y que conocía el lugar donde este estaba secuestrado, lo que informó más tarde a la fiscalía.
Tras la detención del hombre, la esposa de Toledo recibió una llamada en la que le indicaron dónde estaba su pareja.
La Unase desplegó un amplio operativo policial que permitió encontrar y rescatar con vida a Luis Toledo. El chileno fue liberado a las 2 de la madrugada del domingo 4 de diciembre, en una vivienda del sector Abel Gilbert, en Durán, cerca de la costa de ese sector.
Debido al operativo, según explicó el coronel Fabary Montalvo, comandante subrogante de la Zona 8, el resto de la banda huyó y liberó al marino. Montalvo afirmó que el secuestro tuvo “un alto nivel de violencia en contra de la víctima, ya que le han amputado dos dedos de su mano izquierda, (...) Las investigaciones continúan para dar con los responsables de este hecho”.
Medios locales han vinculado a los detenidos a la organización criminal “Chone Killers”, la que es denominada el “brazo armado” de la banda Los Choneros, dedicados al tráfico de drogas, sicariato y otros delitos.
El fin de un hecho para el olvido
Tras ser rescatado, Toledo fue trasladado hasta un hospital en Durán, para recibir atención médica. En ese lugar recibió la visita del cónsul chileno en Guayaquil, quien constató su estado de salud.
La Tercera pudo conocer que actualmente el marino se encuentra en buen estado de salud.
Mientras que la fiscalía local decretó 30 días de investigación, dejó a Orellana en prisión preventiva y a su mujer con medidas precautorias menores (no especificadas) por haber colaborado en el rescate.
Luego de más de 100 horas de secuestro, hay algo que aún no ha podido ser dilucidado: si Luis Toledo Cruces regresará a Chile o se mantendrá en Ecuador, país hasta el que viajó por amor, pero debió pasar uno de los episodios más crudos de su vida.