Cuando los ojos del mundo se posan en la Franja de Gaza, lugar en el que se desarrolla la ofensiva de Israel contra Hamas, los palestinos que viven en la Cisjordania ocupada lamentan el aumento en los ataques y asesinatos contra su población.
Desde el inicio de la guerra en Medio Oriente, estos se han intensificado y multiplicado de forma exponencial, convirtiéndose en uno de los peores episodios para Cisjordania durante los últimos años.
Detenciones arbitrarias, amenazas y asesinatos son parte de las denuncias realizadas por los palestinos, que han visto no solo cómo las fuerzas de seguridad israelíes reprimen a las facciones palestinas en el territorio controlado por la Autoridad Nacional Palestina, sino que también se quejan por la desidia que estas muestran ante el actuar de los colonos israelíes, detalló Haaretz, periódico hebreo.
El aumento en el número de hechos violentos se dio tras la sorpresiva invasión de Hamas en tierras israelíes, el 7 de octubre pasado, cuando milicias del grupo radical palestino asesinaron a cerca de 1.200 personas, además de tomar como rehenes a otras 200.
La fecha marcó un antes y un después tanto en la relación de Israel con Gaza, controlada políticamente por Hamas, como con Cisjordania. Mientras en el primer caso se trata de una respuesta bélica de tomo y lomo, en el segundo responde más bien al aprovechamiento del conflicto en la Franja para azuzar la convivencia y forzar el abandono de las tierras por parte de los palestinos en Cisjordania, explicó Hagar Shezaf, corresponsal de Haaretz en Cisjordania.
“Se han producido detenciones masivas de palestinos sospechosos de pertenecer a Hamas y también a otros grupos, y ha aumentado la violencia de los colonos, no es que no fuera (ya) muy alta antes de la guerra”, explicó. “Esto ha provocado que algunos pueblos palestinos se hayan autoevacuado debido a las amenazas y la violencia de los colonos”.
Autoridades cisjordanas cifran en más de 200 los palestinos asesinados en esas tierras por las fuerzas de seguridad israelíes desde el fatídico 7 de octubre pasado. Por ejemplo, el pasado 7 de enero, la cadena qatarí Al Jazeera reportó la muerte de al menos nueve palestinos y otros dos israelíes, todos hechos ocurridos en la Cisjordania ocupada.
En Yenín, ciudad ubicada al norte de Cisjordania, siete palestinos fallecieron tras un ataque aéreo israelí, detalló el Ministerio de Salud palestino, quienes acusaron a Israel de atacar deliberadamente a una reunión de ciudadanos. Había cuatro hermanos entre las víctimas. En la vereda contraria, la policía israelí señaló que una agente murió luego de que su vehículo “fue alcanzado por un artefacto explosivo” durante una redada en la urbe.
Pero, probablemente, el más dramático de los hechos ocurridos esos días fue la muerte de una niña de cuatro años. En un incidente distinto, la menor fue asesinada luego de que las fuerzas israelíes le dispararan a un auto que cruzaba el puesto de control de Beit Iksa, al noroeste de Jerusalén. La niña se llamaba Ruqaya Ahmed Odeh Jahaleen, consignó la agencia Wafa.
Según los servicios de emergencia israelíes, se abrió fuego debido a la amenaza de un posible ataque por embestida. “Como resultado de los disparos contra los terroristas, una niña que estaba en otro vehículo en el puesto de control resultó herida”, argumentaron las fuerzas de seguridad de Israel.
Vale recordar que Cisjordania se divide en tres áreas: el Área A, controlada por la Autoridad Nacional Palestina, el Área B, bajo administración compartida, y el Área C, liderada por Israel y que equivale al 60% del territorio total. Parte de las denuncias durante los últimos meses es que los colonos estarían intentando ampliar su zona de control a la vista y paciencia de las autoridades israelíes.
En opinión de la corresponsal Hagar Shezaf, uno de los principales puntos de fricción en el lugar entre colonos y palestinos es la cosecha de aceitunas, donde muchos de los segundos no han podido recolectar nada este año debido al acoso constante. Algunos jóvenes colonos “tienen grupos de WhatsApp en los que avisan a otros de dónde hay palestinos recogiendo aceitunas, y luego aparecen para asustarlos”, explicó Shezaf. Y agregó: “No es en todos los casos, pero en algunos es el Ejército el que impide a la gente recoger sus aceitunas”.
El hostigamiento no es solo mediante la violencia, agregó la corresponsal de Haaretz. También es institucional. “Una de las primeras cosas que hizo Israel el 7 de octubre es cancelar los permisos de trabajo de miles de gazatíes” que, hasta ese momento, trabajaban legalmente en territorio israelí.
“En los dos primeros días, muchos de ellos intentaron quedarse donde están. Algunos intentaron llegar a Cisjordania, pero poco después Israel empezó a detenerlos. La mayoría de ellos no eran sospechosos de nada. Los detuvieron porque les habían cancelado los permisos”.
De momento, hay pocas expectativas de que la situación cambie, lo que quedó claro con la reciente visita a la zona del secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, quien planteó a Mahmoud Abbas, presidente palestino, que la posición de EE.UU. era que un Estado palestino debe convivir con Israel, “con ambos existiendo en paz y seguridad”, dijo un portavoz, según The Guardian.
Mientras el periódico inglés señaló que en Ramala las expectativas palestinas sobre la visita eran “más bajas que bajas”, Benjamin Netanyahu, quien gobierna Israel gracias a una alianza con la extrema derecha local, ha hecho caso omiso de la presión estadounidense que busca frenar a los ministros israelíes que han pedido la emigración voluntaria masiva de palestinos de Gaza.